La abuela Pura no tenía propiedades, tan sólo poseía una pequeña fotografía en sepia, que aún conservo. 

-¿Me permites invitarte a compartir la mesa conmigo?. Por favor siéntate, prueba estos manojitos de boquerones fritos, de los vitorianos. El boquerón que nos bautiza con su nombre a los que aquí nacimos.  El boquerón que le proporciona esas pinceladas plateadas al mar azul verdoso de los atardeceres malagueños, que tan bien puedes apreciar desde la Farola .

Saboréalos junto con la ensalada de pimientos asados o con la ensalada de lechuga con caldo.  -¿No la probaste antes?, lleva lechuga,  ajo y perejil picaditos, agua, sal y aceite. 

Esto es un lujo, incluso para los paladares más exigentes.

– ¿Te apetece una copita de buen vino?, prueba este moscatel que te quitará el sentido. Sí, es dulce porque esta hecho con uvas pasas, las mismas que has visto atrás en los paseros. Cuando llega el verano se recogen los racimos de uvas y se colocan con esmero en los paseros y se les va dando la vuelta hasta que las uvas se secan y su color cambia del dorado al moreno de la pasa.

Si quieres compramos un cuarto de litro de aguardiente y echamos pasas para que engorden, y cuando lleguen las Navidades nos las comemos acompañando el café de pucherillo.

Aunque si lo prefieres también podremos acompañarlo con batatas asadas, pues no hay edulcorante mejor para el café negro que el dulzor de las batatas asadas.  

Ay, las batatas asadas y el café negro, me traen recuerdos de las tardes de otoño que pasaba en la casa de vecinos dónde vivía la abuela. Los vecinos iban y venían con sus sillas de neja para compartir el café, las tertulias y los cálidos rayos del sol, al igual que iban y venían las golondrinas que cada año hacían sus nidos en el corredor que dividía un patio de otro. 

Patios de paredes encaladas llenas de macetas con geranios, gitanillas y claveles rojo sangre,  ventanas con postigos de madera,  puertas con llamadores en forma de mano y cerraduras para llaves de hierro enormes, y lebrillos para lavar la ropa con jabón verde del lagarto.  Como diría algún anuncio, el jabón que lo limpia todo, ya sea ropa, suelos, cabellos o cuerpo.

– ¿Hueles el aroma de las biznagas?. ¿Es dulce su fragancia, verdad?. Míralas ya se abrieron.  Son las que hicimos insertando la flor del jazmín aún cerrada, en cada ramita de los tallos que recogimos de entre los arbustos del campo. Ves lo bonitas que se han puesto, ahora que ha caído la tarde y se han abierto. Parecen ramilletes de novia.  

Ya huele a verano. Es tiempo de moragas, verbenas y fiestas. 

Para la noche de San Juan iremos de moraga a la playa. Mi padre preparará espetos de sardinas, insertándolas en cañas una a una, y poniéndolas a asar en hogueras en la arena. 

Estamos en los meses sin “r”, Mayo, Junio, Julio y Agosto, los meses en los cuales las sardinas están más sabrosas.  Un chorreón de limón y a comerlas con los dedos. Y pipirrana de tomate, pimiento, pepino y cebolla para acompañarlas.

Y cuando llegue la hora de las brujas, quemaremos los Juas, rellenos de serrín y vestidos con ropa vieja, saltaremos por encima del fuego para espantar a los malos espíritus  y nos bañaremos en la playa, para estar el año próximo más hermosas, aunque sople el terral y el agua esté helada.

Voy a traer la fruta. -¿Te apetece uvas con queso, esas que saben a beso o prefieres higos frescos?. Son higos de la reina,  los recogí  esta mañana temprano de la higuera que hay en el patio de mis abuelos, allá en el rebalaje.  -¿Que no sabes dónde está eso?. Cerca del mar, donde los marengos tiran de la traya. 

Los reconocerás por sus pantalones negros remangados, sus camisas blancas y los fajines rojos anudados alrededor de la cintura-.

Mi abuelo era marengo, al igual que lo fue su padre.  Tiraba de la traya para sacarse un dinerillo y llevar algo de pescado a casa.  Era un trabajo duro que no siempre daba los frutos deseados. De hecho en una ocasión en la que tras tirar de la misma, no se cogió nada, mi bisabuelo sentenció que antes de seguir tirando de la traya preferiría arrancar pinchos en el campo, y desde entonces siguió tirando de la traya pero con el apodo del “rancapinchos”.

La de lances que fueron a dar ambos.

Ya pronto estarán los marengos de fiesta. Ya pronto estará su patrona, la Virgen del Carmen con su niño en brazos meciéndose sobre las aguas, en la jábega tripulada por marineros,  acompañada por infinidad de embarcaciones  y envuelta en el clamor de los hombres y mujeres de la mar.

Amiga no sabes lo encantada que estoy de que hayas aceptado sentarte a mi mesa, ésto tendremos que repetirlo, ¿qué tal te viene repetir de nuevo en diciembre?.

Ven,  desayunaremos tejeringos, sujetos con juncos y los acompañaremos con chocolate calentito, e iremos a la Fiesta de los Verdiales. Allí los campos se colorearán con  las cintas de los sombreros. Las voces y la música de los violines, almireces y panderos no dejarán de sonar.

Aunque amiga mía, si quieres realmente disfrutar con los cinco sentidos, vente en Semana Santa. 

El ambiente estará impregnado con el olor de las flores de azahar, el incienso, la cera de las velas y la fragancia de las flores entregadas como ofrenda.

A tus oídos llegará el sonido de la campana que con cada golpe dirige a los hombres de trono, el  repicar de cornetas y tambores, el canto lleno de profunda tristeza de la saeta, y los gritos de fervor de creyentes y no creyentes.

Además como siempre podrás paladear algún manjar que te tendré preparado. Un buen potaje de garbanzos con bacalao, unas berenjenas fritas rociadas con miel de caña, y de postre como no podía faltar torrijas.

Así podrás disfrutar de mi herencia familiar.

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