Probablemente sabía que eran las últimas palabras.

Agarré fuerte su puño, ese puño al que se agarraba a la vida con fuerza y los nudillos blancos así lo reflejaban. Su falta de aire, sus ganas de respirar, su falta de fuerza, sus ganas de amar. Me acerqué suave y le dí las buenas noches y le dije hasta mañana y ya no hubo más. No llegó la mañana, pasaron 4 horas, no más, nos llamaron con cautela, pero el celador susurró, lo que ya me esperaba, éramos familiares del fallecido y a partir de ahí todo empezaba.

Vi de nuevo tu estampa, tus nudillos, tu puño agarrado a la sábana, el rostro de sorpresa porque la muerte ganaba.

La posibilidad de morir, no la tenías contemplada y eso te hacía grande, jamás tiraste la toalla. Te creías invencible y sencillamente llegó tu día, luchando con ganas.

Lo que más miedo nos podía ocasionar, la muerte de la persona cercana, inconcebible en la familia, éramos cinco y nadie sobraba.

Quedó el secreto, conversaciones pendientes, que añoro en el alma. Me siento engañada. Secretos de familia quedan ocultos con tu muerte, pero que en vida tampoco mostrabas. Si con tu silencio pretendías evitar algún dolor, con el secreto has conseguido crear una incertidumbre en mi cabeza y ya todo cuadra.

Viví eternamente con la confianza de saber quién eras, quien era, qué éramos, sin llegar a ser nada. Y realmente eras mi padre, que me recogiste y me criaste, y a veces hasta me despreciabas con arte, con gracia, haciéndome sentir fuera. Aun siendo muy tuya, yo era la desplazada.

Solo me queda pensar que la vida no es una guerra, ni luchar ninguna batalla. Tu no me contaste, yo no preguntaba. El suicidio mental que me suponía pensar en el abandono de esa madre que jamás me amó, no podría despertar de nuevo con tu muerte, una nueva batalla. 

Entendí pocas cosas que me contaban, no quería ya saberlas, enterró tu cuerpo, tu alma, tus ganas, la persona que no supo aconsejarte que me amaras. 

Y ahora diez años después me vuelven los recuerdos, miro al espejo y veo tu cara y ya no te odio, creo que tampoco te amaba. Lloré porque lo sentí. Pero ahora amo a mi familia, creada después de ti. Con otros valores. Desde mi prisma, con otra mirada2015-11-15_14.34_.50_.jpg

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