Una llamada de mi madre me sacó de la sofocante vida de Manhattan. Tenía que asistir a la lectura del testamento de otra tía lejana, a la que tampoco había conocido.

Los nervios del viaje me hicieron pensar en mi padre durante todo el vuelo. No había dejado de buscarle desde la noche que tuvo que marcharse para protegernos. Nunca creí lo que la gente decía, que era un ladrón, aunque tampoco me planteé de dónde llegaba el dinero. Una tarde, un extraño me asaltó en la calle cuando volvía del colegio. Se limitó a preguntar por un cuadro, mientras me enseñaba fotos y me agarraba del brazo para que no saliera corriendo. Cuando llegué a casa y lo conté, mi madre se asustó tanto que después de una llamada decidimos mudarnos lejos. Años después, en la facultad, encontré la misma foto en un libro de arte. Era un retrato de Matisse que estaba en la National Gallery de Londres.

Mamá esperaba en la terminal. Parecía feliz, como si tuviera algo bueno que contarme y no pudiera hacerlo. En casa ocupé mi antiguo cuarto y pasé la noche en vela descubriendo que todo estaba como lo dejé siglos atrás, cartas, papeles en la pared con chinchetas. Busqué las últimas fotos que tenía con mi padre, un viaje a Londres del que mi madre hablaba siempre con un extraño brillo en los ojos. Posábamos felices, ajenos a lo que nos deparaba la vida, St. James, la National Gallery. El corazón me dio un vuelco, ¿qué teníamos en la mano? Di la vuelta a las fotos donde alguien había escrito noviembre 79. Me acordé del hombre que me agarró en la calle, las fotos y el libro de arte de la facultad. Tecleé Matisse en la tablet y como en una película, encontré la noticia que encajó las piezas. “Pugna por un retrato robado de Matisse que fue vendido a la National Gallery en 1979“

Decidí no decir nada hasta que no termináramos los trámites del testamento. El notario fue breve y acabó pronto. A la salida me senté en un banco para hacer unas llamadas, mientras mi madre se despedía de unos familiares. Cuando levanté la vista me pareció verle, a lo lejos, casi un anciano. Me di cuenta que le había visto otras veces sin saberlo, siempre cuidando de nosotros en la distancia todos estos años. Esta vez ella lo acompañaba.

Ya podía dejar de buscar.

Fin

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