Retratos

                                                                      

                                                                  Concha Martín

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El abuelo

Hace ya muchos años mi marido encontró en un armario de su abuelo unas cajas que guardaban unos oscuros vidrios de cristal; vistos al trasluz aquellos cristalitos descubrían un mundo retenido en las sombras, un mundo que nos pertenecía y queríamos conocer.

El revelado de aquellas placas fotográficas nos trasladaba al tiempo de nuestros antepasados y nos preguntábamos quiénes serían aquellos personajes que nos miraban desde su presente. Esos retratos nos hablaban de una ciudad, de una época, de un hombre, de aquel abuelo, que quiso conservar esos breves fragmentos de su vida para seguir viviendo en el recuerdo de sus hijos, y de sus nietos.

¿Quién era ese abuelo?

Una persona amante del progreso y de la naturaleza, que trabajó por modernizar su ciudad. Sabemos que nació en Ávila, en el seno de una familia burquesa, que estudió y supo ganarse la vida con su carrera, también sabemos que se quedó viudo muy joven con seis hijos.

Nos lo imaginamos visitando la catedral y los palacios, observando las nuevas obras que se construyen.

En sus paseos se cruzará con algún viajero que viene de Europa para conocer la ciudad.

Ávila, atrae a esos viajeros que no acaban de curarse del Romanticismo, es una ciudad que aún vive en el pasado. A pesar de que ya hace años se inauguró el ferrocarril, los tañidos de las campanas siguen marcando las horas, luego llegará el silencio, interrumpido de cuando en cuando por el estruendo de los carros de la academia militar.

Sonidos, silencios, formas, luz componen estos primeros retratos:

El recogimiento de la ciudad protegida por la eterna muralla.

El pastor con el rebaño fundidos en una misma luz, en un único afán de sobrevivir en esta tierra árida.

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Un claustro, una iglesia, un espejo

Esa misma luz protectora alumbra el patio de este claustro con los dos frailes, los seglares y el niño.

Una escena que el fotógrafo compone con igual esmero. Subido al muro el niño aparece en primer plano, detrás, en el claroscuro, asoma un hombre elegantemente vestido; bajo el arco un fraile está leyendo, su mano izquierda se apoya en la piedra; detrás un hombre con las manos en los bolsillos acompaña al otro fraile.

¿Quiénes son estos personajes? ¿Amigos? ¿Parientes del abuelo?

La luz nos sigue descubriendo recónditas imágenes, el encaje de arcos y sombras que dibujan los contrafuertes, el elegante salón con el lavabo.

¿Quién es el personaje que se refleja en el fondo del espejo?

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Retratos familiares

¿Cómo trascurriría un día cualquiera en la vida del abuelo? ¿Quién le cuidaría a los hijos? ¿Qué familiares le visitarían? ¿Quiénes serían sus amigos? ¿De qué se hablaría en las tertulias?

Bajo la pérgola se reúne un grupo de aldeanos vestidos con sus mejores galas, parece un día festivo y luce el sol.

Sentada en el suelo una hermosa muchacha de blanco sonríe con la cabeza inclinada, a la derecha una mujer la observa… ¿Quiénes son?

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La misma pregunta nos hacemos frente al grupo de mujeres que posan en el patio de esta casa; las imaginamos hablando entre ellas, llamando a los niños, observando esa caja misteriosa donde van a quedar guardados para siempre sus rostros, sus cuerpos…

Sentada en el suelo una muchacha sonríe sin mirar a la cámara, parece como si le divirtiera el momento; frente a ella, otra muchacha mira de reojo, como si no creyera en el prodigio de ese cajoncito secreto.

A la derecha está la mujer de mayor edad, tiene el rostro renegrido, entorna los ojos e intenta sonreír, sujeta con su brazo un hato quizás de ropa, al tiempo que sostiene con su mano un cubo metálico, probablemente le hayan sacado de su tarea para posar en la foto y probablemente vuelva al trabajo después de la obligada quietud. Sí. El tiempo se ha detenido un momento para estas mujeres, que luego volverán a su actividad, a sus conversaciones, a sus afanes…

Hay también un muchacho y una niña de corta edad. La niña luce unos hermosos lazos blancos, el muchacho podría ser el hijo de una de las criadas; en la foto se ve cómo la madre le pone la mano sobre el hombro como si quisiera retenerlo, o simplemente mostrarnos que ese ser es lo más importante que posee en su vida.

En el centro del retrato, nos sonríe una mujer joven, lleva el pelo recogido y una delicada toquilla sobre los hombros, ¿será ella la señora de esa casa?

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Esta mujer vuelve a aparecer en otro escenario, subida en un banco de piedra, con su hijo en brazos.

El retrato guarda la belleza de ese niño, la mirada tierna y complacida de la madre, ¿será su primer hijo?

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El tiempo y la luz

Cada casa esconde en sus rincones pequeñas obras de arte, ese dibujo que pintó un niño en su primer día de colegio, una carta de amor que un marido escribe a su mujer en sus bodas de oro, unas cajas con placas fotográficas que un nieto rescata y revela.

El tiempo y la luz se detienen en esas imágenes que observamos con detenimiento y recordamos al abuelo entrañable que guardó aquellas placas y a su nieto que continuó su trabajo revelándolas.

Ese nieto se fue una tarde sombría guiado por la misma luz que protegió al abuelo en su último viaje. Ambos nos dejaron entre sus recuerdos esta galería de retratos,

Viejos y humildes retratos que guardan anhelos, sonrisas, miradas, sencillas escenas que nos emocionan y nos ayudan a seguir a quienes aún permanecemos a este otro lado del tiempo.

Enero 2015

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