Cuando estalló la guerra civil, el 18 de julio de 1936, estaba arando en Las Horazas, en la Alcarria. Después bajé a comer al pueblo. Mi padre y mis cuatro hermanas estaban segando por el camino de Torija. Fui a buscarlos. Era un día muy raso y yo pensaba: «Hay que ver, como un día tan raso se oyen estos estruendos si no hay nubes y lo que ocurría es que había estallado la guerra.
En el camino de Torija, donde estaban segando mi padre y mis hermanas, los aviones, unos de lazona nacional y otros de la zona roja, se ametrallaban. Y nosotros íbamos a escondernos y decía mi padre: » Nada de esconderse. Quietas, quietas», a mis hermanas.
Cuando empezó la guerra, yo tenía quince años. Tenía que ir todos los dīas a Brihuega a hacer la instrucción por carretera hasta el río Tajuña. Allí estuvimos alrededor de dos meses los chicos de Fuentes de la Alcarria y los de Valdesaz. Nos preparaban para ir a la guerra.
Los milicianos dormían en la casa parroquial y guisaban en la iglesia. Hacían café y nos daban a nosotros. En el Monte Ibarra estuvieron los franquistas y cómo eran hombres bien portados, hacían baile en la plaza y las chicas jóvenes, que estaban en pleno apogeo, deseando bailar con ellos. Se peleaban por el Monte Ibarra. Tiraban robles, chaparras. Todo lo que pillaban a su paso.
En la sacristía de la iglesia estaba el comité, una asociación de los políticos. Hicieron una puerta donde está ahora el toril. La puerta que está debajo del balcón de la casa del cura. Cuando terminó la guerra lo taparon.
Por el Cermenio había ametralladoras y en la torre de la iglesia también había una ametralladora y cuando venían los aviones de los nacionales, los disparaban. Una vez acertaron a uno, sabes, y empezó a quemarse por encima de la cueva. Pensåbamos que iba a caer por El Llanillo pero fue a caer al Monte Ibarra ya quemado. Por la Amarilla estaba el frente.
Cuando tenía 17 años los carabineros me llamaron a filas. Mi hermana Fani estuvo todo el día y toda la noche llorando y mi madre estaba como loca. Nos llamaban la quinta del chupete porque éramos los más jóvenes y, a los más viejos, la quinta del sacó.
Estuve en el frente en la Laguna de Peñalara, encima de La Granja de Segovia. Allí teníamos una chabola para dormir, cuando nos tocaba descansar y otra para mudarnos. Como estábamos muco tiempo sin mudarnos, teníamos tanques orugas, o sea, piojos. Muchos y gordos.
Una vez,sabes, en Peñalara había un valenciano en el puesto y dijo: » Huy! Ya suben por ahí. Ya suben los fachas.
Estuvimos toda la noche en rueda. Los sargentos que teníamos eran los dos de Alicante. Huy! Tenían un miedo. Luego resulta que no subían los fachas, eran las sombras de los pinos que parecían hombres.
Una noche, bien me acuerdo, fuimos a relevar porque nos relevábamos cada dos horas. Hacía mucho frío. Estaba oscuro. Me caí y la cara se me llenó de sangre.
Desde Peñalara nos decían: «No bajéis a La Granja de Segoviano que como bajéis Os cortan los moros la cabeza.
Bajábamos. Llenábamos perolas de nieve y cuando se derretía, allí cocinaba el Jaime. Salían unos garbanzos como las piedras de duros.
Estuve en Miraflores de la Sierra, El Molar, Guadalix de la Sierra, Pedrezuela. Allí fuimos a segar en plena guerra. Nos dijeron: » Quien quieta ir a segar que vaya Pedrezuela «. Y estuvimos unos días segando. Luego, como la fuerza estaba en El Molar, nos llamaron antes de terminar de segar.
En Brunete, en el frente, con dirección a Naval carnero al salí a un pueblo que se llama Quijorna, me hirieron cuando tenía 17 años. Y hay otro pueblo, en el que ahora celebran corridas importantes que se llama Valdemorillo. Ese pueblo quedó deshecho, lo dejaron hundido. Nos hirieron al Jaime y a mí y nos llevaron al mismo tiempo al hospital a Madrid. Al Jaime le dieron dos balazos y yo pensaba que fue uno porque se le quedó la metralla metida en la pierna.
Cuando estaba en el frente me tiré a la trinchera para que no me hirieran y me dieron dos tiros en el glúteo. Después me enviaron a Navalafuente. Mi padre y mi tío Guillermo, padre del Jaime, fueron a vernos. Mi padre estaba muy torpe y se cayó en el tren pero no le pasó nada grave.
Cuando se terminó la guerra nos dijeron: «Todo el que no tenga las manos manchadas de sangre se puede marchar a su casa». Estábamos en El Escorial. Desde allí regresamos a Valdesaz preguntando. Fuimos a parar otra vez cerca de El Molar, pasamos cerca de Miraflores de la Sierra, Cabanellas de la Sierra y Cabanellas del Campo a parar a Guadalajara. Luego tuvimos que ir a Brihuega y, desde allí, bajar andando otra vez a Guadalajara a hacer una depuración, es decir, a ver que conducta teníamos. Si habíamos cometido crímenes.
Había un dicho que decía: » Cabanellas del Campo tiene tres torres. Por eso la llamamos engaña pobres».
Los republicanos querían conquistar Madrid pero, cuando se terminó la guerra, aunque estaba tomado por los rojos quedó a favor de los nacionales. Harían algún pacto. Yo qué sé lo que harían.
Sacaron una canción, sabes. ¿Tú sabes dónde está el Cerro de Garabita?
«Sí, en Madrid, por la Casa de Campo».
» A los del 41 les vamos a regalar el Cerro de Garabita a ver si lo pueden tomar».
El 1 de abril de 1939 acabó la guerra. Tu madre, Fani, estaba fregando en el arroyo, por El Caño. Cuando regresó, la gente estaba en la plaza cantando el » Cara al Sol» y sacaron al cura de su escondite. Lo había escondido el padre del zapatero que se llamaba Jesús.
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