Desapareció un día cualquiera, en el  que nadie hubiera  podido presagiar el negro futuro  que se cerniría sobre Teresa y su familia.

Era una niña de 5 años, bonita, amable, contenta de que su madre la mandara a comprar carbón.  -Ya soy mayor. Pensaba cuando distraída se dirigía a su destino.

Nunca se supo como se la llevó, quizás le dijo algo que la indujo a irse con él, tal vez, lo más probable, pues no le convenía nada entregarla en  Málaga llorosa y por la fuerza. O quien sabe, ella nunca lo contó, pudo emplear la fuerza y como el temido hombre del saco, la agarró y se la llevó. Así sin más, así de terrible y así de sencillo. Tan fácil como coger y llevarse a un niño, inocente, indefenso, frágil y pequeño.

Y pasó una hora y Obdulia, se da cuenta nerviosa de que la niña no ha vuelto, ansiosa, llama a Juan, – oye que la niña ha ido a por carbón y no ha vuelto, ve a buscarla, a ver si le ha pasado algo- -Tranquila, mujer, ya voy, siempre, pensando en lo peor, se habrá puesto a jugar por el camino. Juan, sale, no la ve. Llega a la carbonería, le dicen que no ha venido, empieza a llamarla y a buscar por el camino. Inquieto, se encuentra el cubo del picón vacío y tirado en la calle. -Dios, mio¡¡ Empieza a gritar llamando a su hija, salen los vecinos, los guardias del cuartel en el que viven y se organizan todos para buscarla, lo hacen por los caminos y por el bosque, la llaman una y otra vez. Pero no se encuentra ni rastro de ella. 

Obdulia desesperada entra en schok y tiene su primera crisis de angustia, de dolor,  de miedo, de histeria….durante años se convirtió en la sombra de la mujer que había sido, su fortaleza se trasformó en una fragilidad emocional que ante el menor estimulo la hacia entrar en un estado de ansiedad convulsivo y destructivo que solo paraba cuando la inmovilizaban, atándola a un somier que habían adaptado para ello. Mientras tanto Juan se dedica a buscar a su hija,  mientras su mujer se consumía de rabia y desesperación, el recorría caminos, ciudades y pueblos, acudiendo allí donde se encontrara el mas mínimo indicio, yendo incluso a  reconocimiento de niños que encontraban muertos, sin perder nunca la esperanza de encontrarla con vida.  

Teresa, aparece diez años después, padre e hija dos desconocidos a los que solo une la  desdicha.

Se les ve juntos, en la foto que publicó un periódico de la época, Juan mi abuelo,no parece muy feliz, Teresa, mi tía, ni se sabe. 

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