MAMA Y SU ALZHEIMER

MAMA Y SU ALZHEIMER

Su concepto de la vida, de lo real y lo irreal, cambió totalmente, su vida quedó cobijada en un rincón de su mente donde todo lo que llega se olvida, a ese rincón solo llegan cosas que no debía de olvidar.  Veo a mi madre en su día a día y percibo que no es capaz de restablecer lo que ella fue y dio por los demás. Solo ve, y a veces intuye, que hay extraños a su alrededor de los que desconfía. Sufre, sé que sufre, cuando entra en su mente un rayo de luz que le hace ver, por unos instantes, la realidad que le envuelve. Su casa ha pasado a ser el dominio de muchos que la cuidan y a los que no reconoce, su ropa está clasificada en armarios que hemos señalado para invierno y verano. Sus zapatos actuales sin tacón son redondos y feos para ella. Sus ojos  se miran en el espejo y  no se reconocen.Todo eso lo comparto con ella en un día a día que se interrumpe cuando salgo a mi vida, mi trabajo, mi entorno. Mi luz se apaga cuando no puedo liberarme de la tristeza que a ella la anula  y a mí me hace envejecer.

Le cuido, le mimo, le reprendo, le aseo, le leo historias, dejo que las lea, le hago la cena, le acompaño a pasear, le compro ropa……., La observo y veo cómo se deteriora en el tiempo, cómo pierde, por momentos, la cordura, cómo en su enfermedad de Alzheimer ella entra y sale de su cabeza, ese rincón donde van a parar todas las cosas que se olvidan sin querer, todos los recuerdos que son su VIDA.

 Recuerdos. Una palabra que permanece oculta entre los vacíos rincones de la mente, huecos que se han creado con el tiempo invadiendo sin piedad el espacio que separa la vida de la muerte, pero una muerte lenta y desoladora. Entre ese espacio se encuentra el sueño, un momento de descanso con el que poco a poco desaparece el tiempo vivido. Le llaman Alzheimer, una perdida inmediata de la memoria y de otras capacidades mentales, muerte de las neuronas que poco a poco atrofian partes del cerebro. Una enfermedad que no te mata, solo borra  tu existencia en vida.

 

SU CUMPLEAÑOS

Ella sabe que cumple 89 años, lo sabe, no tiene que ser consciente, ni recordarlo…. lo sabe. Cierra los ojos mientras se acomoda en su sillón, aparenta dormir, pero nos escucha. Le cojo la mano, se la acaricio y noto cómo en la comisura de sus labios se dibuja una leve sonrisa…. lo sabe que cumple años, no importa cuántos, solo importa que hay alborozo a su alrededor, atenciones hacia ella, risas y tintineo de vasos y platos. Una tortada en el centro de la mesa, adornada de un merengue blanco que cubre una base de bizcocho bañado en almíbar. Ella abre los ojos para identificar el sonido tintineante del menaje que se prepara para repartir el dulce sabor de la tortada, pero antes esas velas que ocupan los lugares más próximos a las decenas, centenas y unidades, un ocho y un nueve rojos, velas con buena mecha, grandes para que ella pueda percibirlos, y así lo hace, mira fijamente el fuego que prende las velas y recordando que debe acercarse se incorpora de ese sillón que la cobija largas horas durante el día, me busca con la mirada, busca una indicación, una actitud sin palabras que no conoce…. los presentes en la fiesta le dicen,-sopla- y ella sigue buscándome con la mirada y yo me sitúo frente a ella y soplo, ella sonríe y me imita, le susurro- más cerca mama, así, más cerca de la luz de la vela- y una leve brisa se arrastra entre la posición de la lengua y sus labios hasta llegar tímidamente a la llama que prende las velas dibujando tiernas curvas sin terminar de apagarse, y le ayudo soplando junto a ella sus 89 años que dejan paso a la petición de un deseo. Ella no sé cuál pidió, ni tan siquiera si lo hizo, quizás sus recuerdos ya eran deseos pedidos, pero yo si pedí uno, un deseo que vive en mi corazón: “por favor que no sufra, cuando deje el recuerdo aquí y se marche sin hacer ruido, por favor que no sufra”.

Le aplaudimos, le cantamos, y saboreando ese trozo de manjar dulce y blanco ella se queda apaciblemente dormida o al menos eso nos quiere hacer creer, mientras disfruta de su día, el día de su cumpleaños.

 ADIÓS DE ETERNIDAD DESCANSE EN PAZ 

 Mama se fue, mi gran madre, mi columna de apoyo, quien por mi sufrió y vivió, quien a mi lado me dio felicidad, compañía, ayuda, discusiones, incomprensiones, llantos, alegrías….. y todo aquello que nos demuestra que estamos vivas. Hoy ya no está y solo me quedan recuerdos, fotografías, huecos vacíos de su presencia, me quedan lágrimas que brotarán en muchos momentos, me queda su última voluntad, me queda una herida que debo cerrar.

 Ella fue olvidando parte de sus recuerdos pero no quién era, no perdió su genio, ni su humor, mantuvo su bondad, su educación, su altanería, su poder y todo aquello que formó parte de su vida……. Pero no lo recordaba y cada fase del Alzheimer la transformaba en aquello que ella no podía dominar y que la demencia incrementaba. A pesar de todo hubo momentos entrañables y otros de dolor.

Lo más importante que he aprendido de mi fallecida madre es que lo que siembras recoges.  Recuerdo la calidez de sus manos y sus besos, me entran ganas de llorar pero de emoción, y quisiera que quienes pasan por estar junto a sus familiares dependientes recuerden que aquello que no vivan junto a sus mayores no podrán contarlo y sentirlo. No desaprovechéis esa ocasión.

 

FIN

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