Febrero 2001

– Estas cortinas necesitan un cambio. Mañana mismo voy a buscar algo más moderno y de diseño.

– Mamá, ¿Tiraremos estas a la basura?

– No, las utilizaremos para tu cumpleaños.

– Pero si mi cumpleaños es en verano, Todavía falta mucho. ¿Qué harás con las cortinas?

– Ya lo verás, ahora sigue jugando que como bien has dicho todavía faltan unos meses.

Julio 2001

Lejos había quedado aquella conversación. Aunque el día de la fiesta era en fin de semana tocaba madrugar. A ningún miembro de la familia parecía importarle que se les hubiera despertado muy pronto. Todos estaban ocupados en la casa organizando el espacio interior, la mesa de los comensales y el espacio exterior. Éste último era el preferido de los niños pues es donde pasaban prácticamente todo el día jugando y bañándose en la piscina colocada para este evento.

La zona de la piscina era el escenario principal donde se realizaba la actuación familiar. Anualmente con motivo del cumpleaños del benjamín de la familia todos los invitados adquirían un papel a representar. Por esta razón: cuñados, cuñadas, tíos, tías, abuelos, abuelas y algún que otro amigo o amiga íntimo de la familia días antes al evento estaban convocados a aprender una coreografía inventada con baile y cantando para hacer reír a los asistentes. Se trataba de esmerarse e impactar entre el público familiar pero altamente exigente.

El escenario se adornaba con manualidades infantiles y la música salía de un viejo reproductor el cual a veces exigía su minuto de gloria porque en el momento de empezar decidía que no funcionaba.

Los preparativos se empezaban a primera hora para poder dedicar tiempo a los invitados que iban llegando. Saludos, besos y abrazos llenaban la jornada de emoción. Unos más acostumbrados que otros a reencontrarse y algunos de los invitados al principio se mantenían distantes porque no acostumbraban a participar activamente de las reuniones familiares. Todos acudían con detalles y regalos para el rey de la fiesta.

La temática de este año era un grupo de música muy especial. Os haréis una idea con la fotografía siguiente:

La_peluca11.jpg

Los trajes se realizaron con retales de ropa, de mis antiguas cortinas, y para amenizar y divertir los músicos, en este caso, añadían gafas, pelucas a lo “afro”, collares o cualquier otro complemento divertido para que en el momento de salir ante el público, fuera posible vencer la timidez a cantar y no resultara tan duro.

La_peluca2.jpg

En la fotografía siguiente podemos apreciar cómo eran los grupos  músico-familiares de principio de siglo XXI.

Uno de nuestros mejores amigos este año decidió participar activamente como miembro del grupo, prometió cantar y tocar. Todo un lujo viniendo de alguien muy tímido. Él fue quien se ocupó de buscar sus propios artículos para caracterizarse. La falta de práctica en la preparación de una gira musical hizo que no reservara o comprara con tiempo su atrezzo y se quedó sin peluca. Afortunadamente para él una persona conocida se había disfrazado en Carnaval y tenía una peluca.  Chema, nuestro amigo, le pidió que se la dejase y a pesar de las dificultades iniciales todo parecía en orden.

Empezó la actuación y con la primera aparición de los cantantes bajando por la escalera ya se oían las risas de los asistentes. Cámaras de video, fotografías y algún que otro golpe al querer estar en primerísima fila para verlos actuar en público. Hasta el momento todo iba bien. El grupo cantaba y tocaba como si fueran profesionales de toda la vida y el público estaba entregado a sus demandas y acompañaban tocando las palmas.

 De pronto algo pasó con Chema. Se estaba comportando como si no fuera él. La actuación había conseguido que se desinhibiera, pero sus movimientos ya no correspondían a los de una persona en su sano juicio. Al principio nadie quiso alterar la escena ya que se pensó que era algo que había ensayado para impresionar. ¿Qué podíamos hacer? Disimuladamente el guitarrista se acercó a Chema y  le preguntó entre sonrisas qué estaba haciendo y si todo iba bien. Chema comentó que él no hacía nada por su voluntad. Era la peluca.

– ¿Cómo que la peluca?- Preguntó el guitarrista parándose en seco. La música cesó y el silencio fue el protagonista. Chema no bebía, así que su comportamiento extraño no se debía a un exceso de alcohol.

– Sí la peluca ha tomado vida propia. Me dirige y no puedo dejar de bailar. Dice…

– ¿También habla? – Preguntó alguien del público con cara de sorpresa –

– Sí habla, bueno… me habla a mí.

– Dice que en la actuación de Carnaval yo tenía más gracia.

– ¿En Carnaval te disfrazaste? Creía que esta era la primera vez.

– Así es. Es la primera vez.

– ¿Por qué la peluca va a decir esto, entonces?

– Porque la peluca es de una amiga. Se la pedí prestada. Cuando quise comprar una ya se habían agotado… Vete a saber en qué fiesta estuvo bailando mi amiga….

– Pues quítatela

– Eso estoy intentando – Dijo Chema algo molesto –

– ¡Quítate la peluca!

La peluca, la peluca, la…peluca,…la… peluc…

Iba a estallarle la cabeza cuando de pronto Chema soltó el micrófono y con las dos manos en la cabeza empezó a estirarse de los pelos… Un grito resonó en todo el habitáculo.

– ¿Qué estoy haciendo? – Se preguntó sobresaltado y sudoroso – Uff qué pesadilla. Ha sido un sueño. Tengo que superar este miedo escénico que se apodera de mi persona porque no me deja ni vivir ni dormir.  Suerte que los sueños, sueños son. ¿Verdad?

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