La Caja

Cuando mi padre volvió, yo tenía ocho años y una imagen creada de él, a través de los recuerdos de mamá. Todas las noches, cuando iba a acostarme, ella me seguía para comprobar que cumplía los ritos diarios, lavarme los dientes, dejar la ropa recogida, rezar mis oraciones. Después de la comprobación, se sentaba al lado de la cama y me iba enseñando el álbum de fotos, y comentándome dónde se habían hecho y lo que estaban haciendo en aquel preciso momento. Yo no salía más que en unas pocas, casi todas eran de ellos dos, antes de mi llegada a este mundo. pareja.jpg

Así me aprendí de memoria todas las descripciones de mamá, y sabía por ellas, que papá era un muchacho apuesto que la enamoró cantando canciones de Elvis. Que era muy trabajador, dulce y cariñoso con nosotros, y muy amable con el resto del mundo. 
Por eso cuando él regresó con nosotros, pensé que mamá me había mentido a lo largo de esos años, porque el hombre que conocí, era totalmente distinto al de sus recuerdos. 
Lo primero que hizo al llegar a nuestra casa, fue prohibirnos abrir una pequeña caja de madera lacada, que llevaba grabado un dibujo, que a mí me pareció un monstruo, y que años más tarde y gracias a Bruce Lee, comprobé que era un dragón. 

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Mamá vivió algunos meses, aferrada al convencimiento de que todo volvería a ser como antes. Que papá se levantaría de la cama, en un día no muy lejano, y se acercaría a ella para abrazarla y volver a decirle, te quiero. Yo también lo esperaba, aunque no lo echaba de menos. Mi relación con él no existía. Procuraba no estar cerca suyo cuando volvía de la escuela, y en consecuencia, tampoco tenía con mi madre la complicidad de antes, y eso, si que lo echaba de menos. 
Las esperanzas de mi madre se rompieron cuando una noche, papá volvió con unas cuantas copas de más, y cuando ella se lo reprochó, él contestó con un bofetón. 
Dos meses más tarde, papá abandonó la casa, con el petate de soldado colgado del hombro, y la caja tallada en el bolsillo del gabán. Y no volvimos a tener noticias suya hasta hace unos meses, cuando llegó una carta de servicios sociales, notificándonos su muerte. 
Tuve que ir hasta Baltimore para reconocer su cuerpo, y recoger sus efectos personales. Entre ellos, estaba la cajita del dragón. 
Cuando llegué a casa, mi madre esperaba la confirmación, sólo le abracé y ella rompió a llorar. Me sentí incómodo porque no sabía cómo consolarla, así que la dejé en el sofá, y fui a mi habitación. 
Allí abrí la caja, y encontré varios documentos, una medalla al valor, y la fotografía de una mujer y una niña, ambas de rasgos asiáticos.madrehija.jpg

Y una carta, para mí. 
En ella descubrí a mi verdadero padre, ese muchacho dulce y cariñoso, ese muchacho que nos amaba, pero que también amaba a su otra familia. En ella, me contaba que la caja que ahora tenía entre sus manos, se la había hecho aquella mujer, y que en ella había metido el retrato para que, con su amor le protegiera de todo mal. 
En la carta también me pedía que buscara a su hija, mi hermana, y le entregara otra carta que había para ella, y el amuleto de su madre, para que también la protegiera a ella. 
Con la bendición de mi madre partí de mi país hace unas semanas, rumbo a Hanoi. Ayer, por fin, conseguí localizar a Thi, y hoy la he conocido. Hablamos de ese padre, que ninguno de los dos tuvimos, y le entregué la caja con el dragón tallado. A cambio ella me regaló otra caja lacada con una mariposa grabada, y dentro de ella una fotografía de una mujer con un bebé en brazos, ambos norteamericanos.yankis.jpg

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