El yeye, el tato, nuestro hermano mayor

El yeye, el tato, nuestro hermano mayor

Estamos celebrando tu cincuenta cumpleaños, has reunido a todos los que querías que estuvieran, y seguro que han venido todos los que querían venir. Puede que hubieras invitado a alguna persona más, y puede que hubieran venido, o puede que no. Si faltan personas, bien porque no hayas querido invitarlas,  bien porque no hayan querido venir, será porque este no es su sitio; por lo tanto, esos, los que no están,  no importan: importamos los que estamos hoy, ahora, aquí. Tan solo echaremos de menos a aquellos que la muerte nos arrebató, a algunos antes de tiempo, otros, por ley de vida y los lloraremos el tiempo justo que requiere el recuerdo, pues hoy no es día de lágrimas, ni de penas, hoy es día de celebración, celebramos la vida, la mitad de una vida, ¡la tuya!

 ¡Cómo ha pasado el tiempo, José Manuel, cincuenta años ya!,  ¡Cuánto hemos vivido juntos! ¿Verdad? Cuánto hemos jugado y cuánto nos hemos reído, cuánto hemos llorado y  cuánto hemos sufrido, cuánto hemos discutido y  cuánto nos hemos peleado,  ¡cuánto hemos callado! y ¡cuánto nos hemos querido!

¿Cómo olvidar esas tardes en el cuarto de juego? Ese cuarto que, tras pasar a ser el cuarto de Mª Antonia y más tarde un trastero, seguimos llamándolo el cuarto de juego, porque nos es imposible verlo de otra manera. Esas carreras en el pasillo, con los coches, con las chapas… ¡con los patines!… ¿recuerdas?… ¿Recuerdas cuando nos inventábamos obras de teatro que representábamos en el garaje del campo? ¿Y cuando jugábamos a espacio 1999? Con trozos de yeso, dibujábamos los mandos de la nave espacial en una pila de ladrillos y nos pasábamos horas navegando por el espacio.

La de túneles que hemos escavado en los montones de tierra para jugar con los “clics” (por aquel entonces de Famobil). Eran auténticas minas que recorrían toda la montaña de arena. Luego, buscábamos trozos de ladrillos y los utilizábamos como coches, montábamos a los “clics” y ¡hala!, a recorrer todas las galerías. ¡Madre mía!,  las broncas que nos echaba papá porque le extendíamos toda la tierra.

Pero llegó la muerte de papá y tiñó de negro nuestras vidas, ¿cómo entender eso?, éramos tan pequeños, debíamos tener padre y madre como todos los niños ¿qué era eso de no volver a ver a papá? ¡Eso no podía ser!  ¿De verdad podían pasar esas cosas en la vida?… pues sí… pasaban, y jamás hubo una vuelta atrás, jamás volvió a ser lo mismo para ninguno de nosotros.

Hubo un respiro, una pequeña luz que hizo que la vida pasara, de estar teñida de negro a teñirse de gris: nació Mª Antonia y con ella, otro cambio en nuestras vidas. No digo que siempre fuera un cambio para bien, no ¡qué va! Por muy emocionante que fuera la llegada un hermanita nueva, por mucho que fuera ese rayito de luz en medio de tinieblas, también hubo momentos malos, celos, envidias, algún que otro mal rollo y responsabilidades, muchas responsabilidades…

Vida dura aquella de los que aun siendo niños se vieron obligados a ser adultos, creciendo más deprisa de lo que los años marcaban. Buenos momentos, malos también, infancia truncada, adolescencia dura, la tuya y la nuestra. Aun así ¡qué bien nos lo hemos pasado! Lo que hemos jugado en la calle al potro, a churro, media manga, manga entera, al beisbol… sí señores: jugábamos al béisbol en la calle, usando como bate nuestro propio brazo y la pelota solía ser de tenis e incluso, a veces, un balón de reglamento, ¡la de moratones que teníamos! ¡La de golpes que nos dábamos! ¡La de brazos que nos rompimos!… no, espera… sólo se rompió el codo uno… ¿no?

¿Recordáis la serie Tres en la carretera? Pues nosotros éramos tres en la bici, como lo oís, montábamos los tres en la misma bici y al mismo tiempo, aunque teníamos una cada uno, no os creáis, pero es que éramos un poco gansos. Que Dios nos ayudara como pilláramos una piedra en el camino, que entonces nuestro destino estaba muy claro: primero volábamos y luego aterrizábamos y ¡hala! El resto del verano, marcados con mercromina por todo el cuerpo. ¿Y las noches de verano jugando al escondite por toda la urbanización? y con la bici, otra vez la bici, sí. La bicicleta era nuestro coche, nuestro medio de transporte, lo que nos daba autonomía para movernos por donde nos diera la gana… ¡Joder! ¡Éramos los putos amos de la bici!

¿Veis? También lo hemos pasado de P.M.

Pero crecimos y nos hicimos adultos también físicamente, hombres y mujeres, y nos hemos convertido en lo que la vida ha hecho de nosotros, somos el fruto de más cosas malas que buenas ¡tú lo sabes!  ¡y nosotros lo sabemos! Y pese a ello, y contra todo pronóstico, no sé muy bien por qué, creo que nos convertimos en muy buena gente, pequeñas personas en un mundo enorme, pero con un gran corazón. Y tú, José Manuel, de los cuatro… eres el más generoso, con mamá, con nosotros, con tus amigos y con tus sobrinos, que casi son como los hijos que no has tenido, y a los que no dudaríamos en dejar a tu cargo si algo nos ocurriera, por lo menos yo,  tú lo sabes. Esos pequeños y no tan pequeños que a veces saben cómo comerte la moral para sacarte cosas, porque en el fondo, los jodíos, saben que son tu debilidad.

Pues bien, José Manuel, pese a tus defectos, que también los tienes, ¡vaya que si los tienes! Pero como los tenemos todos,  cada uno los nuestros, y todos distintos, pese a ellos… tú… José Manuel… eres… nuestrohermano mayor.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus