Desde aqui, desde la retina de Juan puedo ver. Y hasta sentir. Y desde su estómago también… desde cada poro de su piel. Aunque claro, NO como él. Y no, no fui yo el que llegué hasta aquí, fue él el que me trajo.
Sentado, en el suelo. Descalzo, en el suelo. Hambriento, en el suelo. Solo.
Una tela de luz apenas ilumina la estancia. Jirones testigo de la encarnizada, de la injusta lucha entre Luz y Oscuridad. Ventana testigo del sinsentido, de la barbárie, del río seco, del río de sangre, seco.
Sus ojos, empobrecidos por el vigor que fuera se transluce, alcanzan a mirar, sin ya ver, lo que de allí, de allí afuera ya no entiende. Se escapa incluso a su poder de niño, como todos: imaginativo. Pero como algunos, como muchos, como ninguno debiera, como demasiados: POBRE.
Juan, ya sólo mira sus manos. No diré que sucias, para qué… ya se sabe. No diré que débiles y hambrientas manos, para qué… ya se sabe. Ni diré que esperando. Para qué… ¡ya lo sabemos!
Ya no quiere salir. No puede. No quiere pedir más lo que a otros les sobra. Sólo quiere tener, o no tener, lo que todos. Quiere dar o compartir, o no dar, y quedárselo para él sino. Quiere ser. Quiere vivir. Pero sigue ahí, en su choza de papel. ¿Quién lo puso aquí?
El frío suelo le recuerda que ha llegado la noche, otra vez. No sabe si saldrá el Sol mañana. No cree ya ni una sola palabra de las que aquel atrevido maestro le dijo: que el Sol salía cada día para todos por igual. Sí, sobre todo eso, para todos… ¡por igual!. No cree tampoco aquellas que aquel hombre de blanco le dijo un día a su madre : que era un niño fuerte y listo, que ¡qué suerte!. Ni si quiera en las palabras de su Padre cree ya, ¿Dónde está? Se fué también, dejándole vestido con las alas de un Ícaro cualquiera.
Quizá montar un caballo blanco -resquicios de una imaginación pueril moribunda- como ese que tenía alas también, ese que un día el hombre del parque le dijo… Pegaso, sí sí Pegaso. Y que quizá algún día lo llevase lejos, y que quizá hasta el Olympo de las gentes de bien. De las gentes que te ven cuando te miran. De las gentes que quieres ver. De las gentes que puedes ver, hasta sin mirar.
Siguen pasando, todos los días, frente a su ventana de tela, los niños, y mayores; vecinos, y turistas… televidentes. Ricos y pobres. Vilanos, políticos y votantes… Y hasta héroes. Siguen pasando, todos los días.
Antes se paraban, giraban y asomaban, para ver si aún estaba ahí ese niño <<diferente>>. Ahora ya no. Acaso ahora la noticia esté en otra parte.
Borroso, veo
En blanco y negro.
Oscuro, pienso
Sentado, en el suelo
Descalzo, en el suelo
Hambriento en el suelo.
Solo.
Imaginativo, como todos
Sin imágenes ya
Pobre, como algunos
Como muchos
Pobre como demasiados
Una tela de luz en la ventana
Choza de papel
Ojos empobrecidos
Miran sin ya ver
No entiende
El Sol saldrá también mañana
Llega la noche
Otra vez
Miradas diarias
Ahora a otra parte
Quiero salir
Quiero escapar, yo también
Opaco el cristalino
Espeso el humor
Atrapado
Para siempre.
Quiero salir, quiero escapar a tanto dolor, mi mente intenta esquivar la realidad. Y a veces hasta lo consigue, ¡maldita sea!, lo consigue. Quiero ser feliz, me lo merezco. Quiero ayudar. ¡ Puedo! ayudar. Sí, pero ¿a costa de qué? Quiero volver con los <<míos>>, los <<no pobres>>. Quiero irme. Sí, ¡pero a costa de qué!
Puedo irme… Pero el cristalino de su ojo es ya tan opaco, y tan espeso su humor vítreo, que, me he de quedar aquí. Para siempre.
¿FIN?
Jose A. Climent Sánchez
OPINIONES Y COMENTARIOS
comments powered by Disqus