El sol ha empezado a salir y como todos los amaneceres trae frío envuelto en escarcha. El parque aparece desierto a esa hora y sólo se percibe el rumor de la falsa cascada que desemboca en el lago artificial.

Un rayo de sol acaricia el rostro del hombre que duerme en uno de los bancos ocultos por los matorrales, de manera que con las sombras de la noche el vigilante no le vea y expulse. El sol y el frío que comienza a calarle los huesos le despiertan y con ademán cansado se levanta mientras se frota los ojos con las manos.

_ Otro día… – murmura doblando el periódico usado como improvisada sábana y que tirará en la primera papelera que encuentre.

Sí, otro día en el que verá pasar la vida desde cualquier banco de ese parque.

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