Fue en una mañana de sábado de hace tres años. Mientras Pedro dormía en su habitación, en la carretera Madrid- Ávila perdían la vida sus padres. Hacía unos 25 años, Antonio y Carmen y su aún bebé Pedro, decidieron dejar su aldea natal en Ávila y trasladarse a la capital. Buscaban una vida mejor. Lo lograron, hasta el día del accidente.

Actualmente, y siendo Pedro hijo único, vive solo en su piso en Madrid, paliando la soledad con la ayuda de Ribo, su perro. Huérfano y solo, desde hace dos años Pedro también está sin trabajo. Trabajaba como vendedor en una tienda de coches y le despidieron sin siquiera le pagar indemnización, alegando justa causa.  

Pedro es huérfano, vive solo y no tiene trabajo. Pero lo cierto… nada de eso le preocupa en demasía. Cuatro pisos y tres locales heredados y alquilados, y sus respectivos 3620€ de ingresos mensuales, permiten a Pedro  preocuparse con nada más que no sea: pasear su pitbull Ribo, ir al gimnasio, divertirse con sus amigos, ligar, vestir bien, tener el coche siempre a punto…

Ayer, cuando marcaba el reloj las 9:56, se levantó Pedro. Y, como todos los días bajó al parque con Ribo. Ahí se encuentro con Juan que también paseaba su perro.

-Eh, tío, ¿Qué pasa? ¿Y al final cómo fue la cita de ayer con la tía? –preguntó Juan curioso, pues sabía que por fin la chica de la tienda de móviles había aceptado la invitación de Pedro.

-Calla, calla, joder… -contestó Pedro enojado-. Bueno, con la tía bien, la movida fue en el restaurante.

-¿Qué pasó?

-Pues mira, invité la tía al Brazas, un de esos restaurantes buffet libre. Y todo muy bien, estábamos ya terminando, cuando me viene a la mesa un empleado atontado y me dice: que puedo comer de todo y repetir las veces que me apetezca, lo que no puedo es traer los platos llenos y no comer casi nada. Me dijo el tonto que me iba a cobrar por ellos.

-¿Qué dices? En un Buffet libre, coges la comida que te apetezca –razonó Juan.

-¡Claro! Me vino el tonto diciendo que no se puede tirar la comida y esas chorradas. Yo le dije que se dejaba los platos llenos, era porque la comida de ellos era una mierda y que no volvería jamás.

-Pues vaya con el puto camarero ese –añadió Juan riendo-. Bueno, voy a subir el perro y prepararme para el gimnasio, ¿nos vemos ahí, no?

-Que va, hoy no puedo –contestó Pedro disgustado-, es que he quedado a las 11:00 en mi casa con los colegas, por lo del juicio del moro.

-¿Pero qué hablas? ¿Qué juicio? –preguntó Juan sorprendido.

-Joder, ¿no sabes? Del moro del cajero. De la paliza.

-¿Qué paliza?

-Joder tío, si hasta en el periódico salió… -contestó Pedro-. Pues te cuento: hace como un año y medio, en enero, yo y mis colegas Sergio y Pablo, los que ahora vienen a mi casa, salimos de fiesta. A eso de las cuatro de la madrugada, tuvimos que ir a un cajero para sacar dinero. Ahí fue la movida. Entramos y estaba un moro durmiendo. ¡Putos emigrantes! Nos roban el trabajo, ¡y ahora también duermen en nuestros cajeros!

-Así está España, ¡que vergüenza! –comentó Juan.

-Pues eso. Nos mosqueamos con el tío, lo despertamos, y ya que tenía frío, le hemos dejado bien “caliente”… -dijo Pedro, sonriendo-. Al final nos hemos pasado un poco, que el mendigo tuvo que estar tres días en la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos). Y a nosotros nos pillaron por eso de las cámaras de vigilancia.

-Joder, qué marrón ahora tienes, ¿no?

-Pues sí, ya te digo. Es en estos momentos que hecho de menos a mi padre. No sé cómo lo hacía, pero cuando me metía en movidas, mi padre siempre lo arreglaba. Después, venía el sermón, pero con el lío ya solucionado –sonrió Pedro, y continuó-, por eso vienen ahora Sergio y Pablo a mi casa. El juicio es la semana que viene. No podemos “meter la pata”, ya sabes, decir todos lo mismo: que pensábamos que el moro nos iba a atracar y que actuamos en defensa propia, y que lo dejamos ahí tirado, porque tuvimos mucho miedo.

-Pues, ¡suerte! –concluyó Juan.

Eran las 10:44 cuando Pedro y Ribo entraron en casa. A los pocos minutos llegaron Sergio y Pablo. Los tres, cómodos y sentados en el salón, con sus respectivos botellines de cerveza en mano, empezaron a repetir lo que tenían que decir en el juicio. A las 11:00 en punto y con su propia llave, entró Marta en la casa. Observó que Pedro estaba acompañado de dos amigos, mas no se importó. Marta empezó su trabajo. Al poco tiempo, Pedro no aguantó más: el ruido de la aspiradora no les dejaba concentrar. Pedro había olvidado que Marta, la empleada de hogar, y aunque lo hacía todos los días, venía a las 11:00 trabajar dos horas. Enojados, terminaron de beber sus cervezas, y decidieron bajar al parque y continuar ahí la reunión. Mientras bajaban, comentó Sergio:

-¡Joder con la vieja esta! ¿Pedro, por qué no contratas antes una tía que esté buena? Una colombiana, o brasileña…

-Calla, calla, Sergio, ¿no crees tú, que yo ya lo había pensado antes? Pero, joder con la que se lió… Os cuento: antes de Marta, tenía a una brasileña, ¡madre mía, que buena estaba para echarle un polvazo!  –suspiró Pedro-. Pero continuando: ya llevaba aquí unos meses, y un día yo… me insinué. Pues, ¡la que se lió! Empezó a decir que era casada y que tenía que respetarla, y que si yo no tenía vergüenza… Pasado algunos días, me pedió la cuenta y se fue.

-Pues sí que tuviste azar, creo que te tocó la única brasileña fiel –soltó Sergio, acompañado de una sonora risa.

Esta mañana a las 7:25 Marta se levantó, preparó, desayunó y salió de casa. A las 8:30 empezó su jornada laboral en la primera casa hasta las 10:30. Después tocaba la casa de Pedro, pero antes, y como todos los días, Marta hizo una parada en el bar Avenida. Ahí repozo fuerzas con un café con leche, a la vez que aprovechó para dar una mirada en el periódico. Pero hoy se sorprendió, quedó estupefacta cuando lió la noticia:

  “Joven sufre feroz ataque de perro pitbull”

Un joven de 26 años de edad sufrió una veintena de heridas al ser atacado por su propio perro de raza pitbull y se encuentra hospitalizado fuera de peligro. El ataque ocurrió en el parque Alameda. Según testigos oculares, las consecuencias solo no fueron peores debido a la rápida intervención de dos «sin techo» de origen magrebí, que no dudaron en auxiliar al joven, resultando también ellos heridos de levedad…”

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