Eran dos bellos niños, con la inocencia de su edad, ojos brillantes , esperanzados, alegres…eran dos niños jugando con piedras, ramas y hojas secas…daba gusto mirarlos armar ese carrito que transportaría lo que habían encontrado o ganado.

Hacia la noche llegaban a la casa , lúgubre espacio con paredes rotas y pisos desnivelados.

La madre , señora joven pero con apariencia de mayor edad , ensimismada  revolvía lentamente pero con fuerza la sopa que ofrecería a su familia.

El padre , sumamente depresivo, estaba recostado en un rincón del pasillo, se tomaba la cabeza con sus manos y maldecía haber perdido su trabajo…lo habían despedido hace  dos meses. Nadie le daba una oportunidad, además su pierna lesionada por esa rama que le cayó raudamente y le dificultaba para caminar.

Los niños entraron el carro y comenzaron a bajar lo que habían cargado, hojas , frutos, y trozos de carne y huesos que un carnicero amigo les había regalado.

Miguel , el más pequeño, contó que algunos compañeros de escuela solían burlarse  por sus manos curtidas por el sol, sus zapatillas viejas y sus gastados pantalones. Suerte que una compañera de banco, Inés , una dulce niña que se destaca por su responsabilidad y la cual asiste  con prendas impecables y nuevas  se molestó…ella lo tiene todo, su familia es muy pudiente y con el agregado  de un corazón grande y generoso, tanto imposible de imaginar, reparte siempre sus lápices , cuadernos , libros  y comparte  las masitas dulces que carga en su mochila…pero sí se molestó y mucho…acercándose a los agresores les habló de los valores de las personas, de que ser rico es tener esperanza y voluntad de trabajo y que muchas veces las apariencias engañan, dijo entre sollozos «mi mamá ya no está , falleció hace dos años y siento su ausencia…a veces de noche imploro a Dios que me lleve los bienes que mi padre me brinda cada día a cambio del amor, el abrazo y la ternura que a veces ni él  por sus ocupaciones puede darme»

Los chicos que habían ofendido con palabras , sintieron que un halo de arrepentimiento les atravesaba el alma…sus rostros fueron cambiando de adustos a dulces y expresaron con voz entrecortada el ansiado perdón.

Los padres al escuchar este relato, abrazaron llorando desconsoladamente a sus  pequeños y al abrazarlos les pasaron el corazón.

Cambió el momento, ya la casa parecía más iluminada , la mamá agregó la carne y los huesos al agua, se recogió el pelo y destilando puro sentimiento los invitó al baño  de cada noche.

El padre se reincorporó con dificultad y comenzó a caminar cojeando. En ese  instante una luz brillante le salió  al encuentro, lo hace detenerse, mientras escucha las voces de sus hijos y su esposa…cierra  entonces los ojos y agradece a Dios lo que posee.

«No todo es para siempre , piensa , estoy seguro que vendrán tiempos mejores.»

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