A los tres, aquella mañana les mandaron a la puta calle. Habían regresado de madrugada al Centro borrachos y ninguno se levantó para ir a clase. El profesorado sabía de las dificultades que habían padecido los chicos, pero proyectar un poco de disciplina era fundamental para trabajar con ellos. Ardua tarea fue primero dar con la familia y explicarles el porqué sus hijos volvían a casa por una semana. Uno, no recordaba ni siquiera que su hijo estaba en un internado de menores. Cuando le dijeron que se trataba de Márquez; Diego Márquez Trevijano, afirmó al cabo de unos minutos que si se trataba del “ Trevijano”, era sin lugar a dudas el menor de sus cuatro hijos. La madre de Laura Morón ni siquiera se hallaba en casa. Un niño pequeño, con voz quejumbrosa contestó que llevaba unos días fuera y que un señor estaba dormido en el sofá. Con la familia de Marcos Raposo hablaron con la hermana mayor, una mujer muy temperamental a tenor de las argumentaciones ofrecidas a la dirección. Solo se acordó de él varias veces y otras tantas en Dios, pero brutalmente manaba a la superficie un amor inquebrantable por él, no objetando razón alguna para no acogerle. Una vez escuchadas las soflamas de rigor de los tutores y antes de abandonar el Centro,  les recordaron con insistencia que no olvidasen presentar el trabajo que estaban haciendo con el grupo estos últimos días. Se trataba de un proyecto, donde los chicos debían buscar y evocar un lugar en el espacio, que reconociesen cercano, donde edificar un proyecto de vida y encontrar una ocupación que pudieran tener satisfacción en llevar a cabo. Tenían algunas exclusiones: No valía quedarse en el barrio, tampoco ganarse la vida vendiendo jaco ni esperar a que les tocará el Euromillón.

Les introducían las asignaturas obligatorias como buenamente podían. Edulcoraban la Historia Moderna y Antigua a modo de fábula para que tuvieran posibilidad de engarzar las distintas cronologías y colocar a Abderramán III en el Califato de Córdoba y apartarlo del Californicatión de los Peppers. Con las Ciencias se apoyaban a menudo en diversos documentales de calidad, normalmente de la web de Radio Televisión Española o de la BBC y en ocasiones visitaban algunos Museos donde pudieran ver, tocar y oler todo lo que no soportaban en los libros. Como decía el “Niky Lauda”, uno de los fijos y que solo con catorce cosió a navajazos los pechos de una niña, – “A follar se aprende follando, que luego con esos libros de sexo, y todo lleno de tías en pelotas acaba uno cascándosela…”

Uno de los de seguridad del Metro, les ordeno levantarse de las escaleras. Había mucha gente y algún viandante podría caerse con los pies de alguno. Se incorporaron con desgana mientras el tipo se encaraba con los brazos en jarra. Volvieron a sentarse cuando sus grilletes dejaron de brillar abajo, tras el recodo del agujero. Diego se levanto de un salto, echó hacia adelante la cadera y se toco los huevos con toda la mano –¡ Para tú puta madre cabrón…!, gritó desencajado;  espabilando y a punto de hacer caer a una pareja de viejos que bajaban muy despacito agarrados a la barandilla.

Laura y Marcos se miraron, éste le hizo una mueca con la mano y ella saco del bolsillo una cajetilla muy arrugada, sacando un cigarro con falta de erección. Sobándolo tres veces desde la boquilla hasta el extremo logró enderezarlo, mientras Diego y su calcetín se peleaban por encontrar la última china que les quedaba de la farra pasada.  Al cabo de un rato, y sin más visión delante que el humo denso del canuto, Diego farfullo:

– ¿ Qué vais a hacer a partir de ahora …?,  creo que no voy a ir kely y lo mismo tampoco vuelvo al Centro la próxima semana. Mi viejo y los nanos no me quieren ver el careto. No olvidan lo del aguarrás…

-¿ Qué pasó con ello ?, -dijo Diego mientras acariciaba la espalda de Laura con la uña larga del meñique

-Le puse aguarrás por aguardiente al viejo después de la comida. El “ Gato” me dijo que era la última solución para que dejará de emborracharse. Lo que pasa…

-¡ Pasa de qué…!, -gritó desafiante Laura dándole un golpe con el codo

-Pasa que no se murió el pedazo de cabrón. O le mataba o él me tiraría por el balcón. Una vez llegó a casa muy quemado. Estaba yo solo y no había nada para cenar. Como le planté cara, me cogió del cuello y me empujo sobre la barandilla.  Me quedé colgado de dos barrotes…

-Yo tampoco pienso volver, quiero irme a la playa y trabajar en lo que sea. Nunca he visto el mar. Una vecina nos trajo un día un frasco lleno de arena de Benidorm. Me acuerdo que puse una toalla en suelo y la desparramé por el piso, como si estuviese tomando el sol, -dijo Laura sonriendo

-¡Menuda gilipollez !, argumentó Marcos, aplastándose su nariz sin tabique

-¡ Era una cría imbécil!.., al rato entró la vieja y me soltó una hostia . Después me tiró la toalla por la ventana.

– Siempre la recuerdo chillándome y diciéndome lo mal que lo hacía todo. Un día me harté de llorar y me fui a la comisaria. Les pispé todo y hasta ahora. Creo que ahora vive con un tío, me dijo hace tiempo el “Fausti”…

-Mi hermana me hará volver al puto Centro;  si no me iría contigo Lauri,  dijo Marcos dándola un lametazo en su lóbulo, ametrallado de aceros.

– ¡Contigo, ni para jugar a las cartas gilipollas de mierda !, vete con tú hermana a comerla lo negro, que a ella seguro que le gusta…

– Ya sé que mi hermana es una puta, pero muy profesional, una puta de Champions.  Con la familia, respeto y seriedad ante todo. Eso es lo que siempre nos ha dicho. Te digo, que gracias  a ella, los viejos se han podido ir a la vendimia a currar. Les ha pagado los billetes de tren hasta un pueblo francés.

– ¿ Y tú no tenías otra hermana capullo ?, le lanzaron al alimón la pregunta…

-Sí, pero no la llegué casi a tratar. Se fue de casa hace unos diez años y la encontraron  fiambre en un pueblo de Canarias. Era una tía cañón, decía mi vieja, la gustaba mucho la moda y el diseño. Una vez la sacaron sobre una pasarela en un pub del barrio. Los viejos aún guardan la foto de aquella noche…

Un pelotón sin estructura castrense subía y bajaba por las escaleras de manera frenética. Muchos ojos enfocaban  a los chicos, que gesticulando groseramente conformaban para ellos una burbuja lejana, negra e irreverente, críos que no poseían vocación ni espíritu de lucha para levantarse a diario y configurar una estructura sólida para seguir alimentando la cohesión de la llamada “Sociedad Democrática”. No eran hermanos, como auguran los buenos, no eran ciudadanos como imperan los malos;  no eran nada. Para el señor de la corbata de color negro y larga como la de Luis Aguilé, el tipo que pasó dándoles una patada al aire no eran más que gentuza de mal vivir que tenían que estar vigilados por autoridades competentes y con alto nivel de preparación y  que no llegasen a una insurrección que pudiera ponerles en peligro a él o a su familia. Una familia, la suya, con otra burbuja, no de color negro, sino marrón verdoso, con trozos de bilis semidigeridas en su interior, que a la larga acabaría por explotarle algún día, no muy lejos sobre su calota.

Cuando el día, ya implacable ponía un cierto orden en sus psiques revueltas, decidieron despedirse no sin antes, desearse mucha mierda, como decían los actores ante el comienzo de su función. Laura rechazó el beso que Marco quiso darla en la boca, con lo cual , como Diego no esperaba el desplante, se fundieron los tres en un abrazo largo, que duró lo que duran los buenos instantes, los paréntesis perfectos que merecen que la vida tenga cierto sentido.

En tres meses el color de una fachada de un Centro de Menores no cambia así por así. Su alzada presenta el mismo aspecto, pero su tonalidad muestra un matiz más grisáceo y lampiño que antes. Las hojas de los arbolillos están pendientes de un suspiro, más que de un hilo para caer al suelo. Esto hace posiblemente que la fisionomía del edificio acompañe a esta pequeña transformación, amén de que el día se presenta algo encapotado. Dentro de clase A de las cinco que constituyen la planta, se encuentran dos profesores junto a diez alumnos. Don Faustino, el Director está de pie junto a la tutora de Matemáticas, una mujer con cara gatuna que mira con gesto grave a la mesa, donde reposan unas carpetas. El Director, pone los nudillos sobre la mesa y hace despertar a uno que ya dormita sobre una mano.

-Simplemente darles una noticia al respecto de sus tres compañeros que estuvieron con ustedes. Se trata de Laura, Diego y Marcos. Como se acordarán, hace un tiempo fueron expulsados temporalmente y ninguno de ellos volvió al Centro. Hemos de decirles que una vez sabidos sus paraderos, les tenemos que dar una explicación.

Con una voz más perruna y seca , impropia de su aspecto felino, la maestra abre la boca diciendo…

– Su compañera Laura, actualmente se encuentra en Málaga, donde ha encontrado un camino que puede permitirla más adelante tener una profesión digna. Está haciendo un curso de peluquería. Gracias a una ayuda de la Junta de Andalucía podrá terminar sus estudios y si tiene suerte y constancia podrá empezar las prácticas remuneradas en algunas de las empresas locales…

– ¿Qué coño es remunerada?, comentó desde atrás un chico rubio

– ¡Calle Expósito, al finalizar se lo cuento !,  dictó con el ceño fruncido Don Faustino

-Por otra parte, de Marcos hemos sabido que estuvo con sus padres en la vendimia y que en unos días se incorporará con ustedes de nuevo a clase. Quiere terminar sus estudios básicos y ayudar a sus padres en un nueva empresa..

-Y para terminar, lamentar profundamente lo que nunca queríamos haberles contado. Diego ha sido encontrado muerto ayer en circunstancias aún por esclarecer. Al parecer nunca se presentó por su casa y nadie ha podido confirmar dónde se encontró todo este tiempo.

Con Diego, ya son tres los compañeros que nos han dejado en los últimos dos años. Sólo decirles una cosa: Ustedes no han tenido fácil su camino y no lo tendrán, pero podemos asegurarles de todo corazón que haremos todo lo que esté en nuestra mano para darles una salida lo más digna posible.

– Y ahora acérquese Expósito, que le aclaro el significado del término…

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus