No tenía mas de trece años Martín cuando comenzó a juntar cartones, diarios, caja, papeles para ayudar a su mamá con los gastos de la casa. Todos los atardeceres recorría las calles con su carro juntando lo que encontraba que después vendía por unas pocas monedas. Unas de las primeras personas que conoció fue a Luis. Tenía todas las características de un linyera, barba larga, gorro de lana, guantes con los dedos cortados….su imagen era como la tira cómica de un conocido diario. No pasó mucho tiempo para que se formara una amistad entre ellos. Siempre estaba parado en la misma esquina, se lo podía ver saludando y conversando con todo el mundo mientras tomaba algo caliente para matar el frío. El primer día del encuentro su curiosidad lo llevó a preguntarle de donde había venido. Su cara se iluminó con una sonrisa como diciendo-¿ cuantas veces me han preguntado y cuantas contestado!! Llegó a Buenos Aires cuando tenía 18 años, su padre había fallecido, con lo puesto y los bolsillos vacíos pero la cabeza llena de sueños, le había prometido a su madre buscar trabajo para poder enviarle dinero todos los meses. Calló un instante y siguió su relato. Había salido del Chaco sin conocer nada mas que la pobreza de su pueblo. Tan grande fue su asombro al llegar a la estación que todo le parecía un sueño, las luces, los semáforos, los autos, las cientos de personas caminado por la calle y que hablar del Obelisco con la calle más ancha del mundo, que ya no pensó más el volver a su lugar natal. No volvería a ver mas a su mamá y hermanos, las cosas no cambiarían si volvía hacia atrás. Martín vio la tristeza en sus ojos que nunca más preguntó por su pasado. Pasaron los días, los años y los dos seguían en la calle sin cambiar sus historias, Luis estaba siempre en la misma esquina y Martín recogiendo cartones. Una tarde fría de invierno pasó por allí como siempre, pero la esquina estaba vacía, preguntó en el kiosco, recorrió los lugares que solía frecuentar pero nadie supo decirle donde estaba. Se quedo muy triste sentado en aquel lugar. Pasado un instante siente que una mano se posa en su hombro… era una persona de Asistencia Social, solía traerle comida caliente todas las noches, cuando lo miró vio lágrimas en sus ojos….lo siento le dijo, sabía que era como tu papá para ti. Salio caminando con mucho dolor, lo hizo toda la noche, sin poder caer en la realidad…tratando de escapar de ella. Tenía unos cincuenta años, sin documentos, dejó su familia, lo único que había ganado era el cariño de la gente, nunca estuvo solo, muchos chicos escucharon su historia y sus consejos.

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Acurrucados, tristes y solitarios,

tienen solo a las estrellas como abrigo.

En noches heladas con hambre y frío.

Sin pan sin nada sin amparo.

¿Quien les quitó las sonrisas a estos niños

que viven con su corazón herido?

Sin proyectos sin sueños, ni esperanzas

condenados a no poder salir de este abismo.

¿No merecen cuidados estos chicos

que la gente pasa apurada y nos los ve?

Los mayores se hacen los desentendidos 

están sembrando futuros hombres tristes, desprotegidos.

Queremos que puedan recuperar su sonrisa,

ayudándolos a conseguir sus derechos.

Derechos que tienen todos los niños,

una casa una familia un estudio.

Duele el alma por ciertas injusticias en este mundo,

que aplastan sin piedad a los humildes.

  

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