solidaridad1.jpgsolidaridad2.jpgsolidaridad3.jpg                                 Esto no es España… Ocurre aquí, en la ciudad de Mar del Plata, Argentina, Sud América.

Una metrópoli balnearia, turística, malamente apodada “La feliz”,que esconde tras un muro de vergüenza sus miserias humanas.

Son apenas fragmentos de mi experiencia de casi tres años colaborando en un comedor comunitario, primero de la mano de Red Solidaria, y luego en forma particular. Lugar al que dejé de asistir cuando fue tomado por La Campora, movimiento juvenil de militantes políticos, algo similar a las juventudes maoÍstas, y patrocinado por el actual régimen de gobierno.

No aspiro a través de estas líneas a ninguna mención, solo compartir mas allá de los mares y las fronteras, una de las tristes realidades de mi (ay!) pobre país…

LOS HIJOS DE LA OSCURIDAD

CASAS MÁS, CASAS MENOS…
Allí donde la periferia de la ciudad se amalgama con la pampa y el cielo, donde alguna vez florecieron las quintas y los sembrados, entre la civilización y la barbarie transita sus últimas cuadras la avenida Mario Bravo.
A esa altura ya ha perdido todo vestigio de urbanismo, y devenida apenas en un camino vecinal con rastros de algo que alguna vez fue asfalto, divide en teoría lo legal de lo clandestino, el purgatorio del infierno…
A un lado la barriada de Las Heras, al otro lo que eufemísticamente se denomina “asentamiento precario”, conocido popularmente como “Las Retamas” o el Bajo de Las Heras.

A los efectos prácticos ambos arrabales son iguales, y albergan la misma población: cartoneros, recicladores, algunos modestos jornaleros, y parte de la gente que trabaja en el cercano “predio de disposición de residuos” municipal, pomposa denominación usada para designar el vergonzoso y denigrante basural de 40 m. de altura adonde diariamente se proveen de materiales y sustento decenas de personas de todas las edades.

Abandono y desidia del Estado, ignorancia, pobreza, hambre, drogas, insalubridad, desesperación, bronca…
En medio de todo eso, a apenas veinte minutos del próspero centro de Mar del Plata, seres humanos en condiciones extremas luchan por sobrevivir.

JORGITO
Lo llamaban Jorgito…Es un decir, porque no tenía identidad, ni papeles, casi se podría afirmar que ni sombra poseía.
Hace dos meses aproximadamente Jorgito, ocho años, cruzaba con sus amigos la Mario Bravo rumbo a un potrero para el cotidiano picado futbolero. Último del grupo, cuando estaba por abandonar la calzada fué atropellado por un auto que se dió a la fuga. No hay testigos. O sí, pero no hablan… En este lugar otros son los códigos.

Jorgito muere instantáneamente, el cráneo destrozado. Deja atrás seis hermanos, padre y madre analfabetos, y la policía demora varios días en entregarles el cuerpito porque el pequeño jamás había sido anotado en el Registro Civil. A los efectos legales, no existía… Como si hubieran atropellado a un perro.
A la fecha, no habiendo pruebas ni testimonio alguno que incrimine al culpable, la causa está archivada.
Ésto sucedió a veinte minutos del centro de la populosa, luminosa, “feliz” ciudad de Mar del Plata…

LOS ÁNGELES DE “LAS RETAMAS”
El sábado llegué antes que mis compañeras al comedor comunitario, ellas demoradas por un percance mecánico-automovilístico.
La primavera los hace volver. Como si fueran golondrinas, cada semana van apareciendo más, y más…
Hoy son como veinte: Ulises, Brandon, Estefanía, Kevin, Luna… Cruel ironía, compensan sus miserias portando nombres de héroes mitológicos, de dioses, de princesas o de estrellas de cine; son los ángeles de Las Retamas.
Caras de barro, ojitos desconcertados, algunos se esmeran en el lavado de sus rostros, se peinan, y hasta se ven cabecitas con el cabello prolijamente cortado, todo en el afán de complacer a las “seño”.
Me reciben al grito de “¡Viene la seño, viene la seño!”. Ulises, al que alguna vez conocí hosco y caprichoso, viene corriendo y me abraza… Es la primera vez que lo hace, y el impacto me conmueve y me paraliza, esa demostración y esa necesidad de afecto son un impacto directo al corazón!
Son desordenados, hiperactivos, curiosos, desenfadados, ansiosos de aprender, los hay muy inteligentes… Algunos no conocen lo que es ir a una escuela, la indiferencia paterna, la desidia y la indigencia extrema conspiran cruelmente contra ellos. Otros, como Jorgito, jamás pasaron por el Registro Civil; nacen y mueren sin haber existido, sufren una muerte civil desde el momento mismo de su concepción.
Y sin embargo, todos tienen algo en común. son capaces de sonreír, y hasta de reír. En medio del infierno, baten sus alas de ángeles de barro para apagar el fuego que los rodea, y cultivan una increíble inocencia que desgraciadamente tarde o temprano será anulada por las miserias de una existencia sin futuro posible.
Allí están, a las puertas de un paraíso que no se abre para ellos…Angeles caídos, mis ángelitos de Las Retamas.

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