Yo también soñé sin cerrar los ojos
a la sombra del drago que planté en mi pecho,
recogí los frutos de un pasado aún caliente
que llegó a mi huerto, huérfano
de unas manos que al fin lo recibieran.

Yo también anduve los caminos
con una mueca en mi boca.
Reí como los niños a la espera de un juguete
que sabía mío amen del tiempo,
a pesar de la espera improductiva,
de la burla altiva de la otra que pude ser
de no haber hallado el camino de otras.

Yo también lloré al final del canto.
Al cambiar la endecha, a la par magua
que esperanza acorralada,
por arrorró compás
en que dormir los designios.

Yo también hallé, en mi tierra proscrita
el camino para ser sin ser la hora
que acabara por dar,
en el minuto en punto de un reloj
descordado de no andarse
.

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