Cierro los ojos y consigo verte de nuevo. Aprieto los labios y el sonido metálico de la trompeta brota desde mis pulmones. Es de noche y no recuerdo cuando se ha ido la última luz del día. Sigo en esta plaza húmeda, resguardado bajo los soportales esperando que pases por aquí. Mientras, empiezo de nuevo Autumn Leaves, con los ojos cerrados veo la luz mortecina del club de Nueva York, el piano me deja descansar y posar mi mirada un instante sobre tu sonrisa, espero mi entrada, un gesto que me devuelva a la música y me arranque de ti.
Entro de nuevo y mientras marco las notas cierro los ojos y pienso que cuando vuelva a abrirlos quizá ya no estés. Acabo el solo y me refugio en tu mirada tal y como llevo haciendo desde que cruzaste la puerta aquella tarde. Sigo tocando, buscando en la melodía un sueño que temo se escape, que quizá nunca fue. Porque no sé si fuiste real, y si lo fuiste ¿en qué momento te perdí? ¿En qué solo te diste la vuelta y te fuiste?
Pero un día abrí los ojos ¿me oyes? los abrí y salí corriendo tras de ti, sin importarme si ya era tarde, si ya era inútil. Crucé el mar con la trompeta bajo el brazo y una melodía en la mirada, autumn leaves, autumn leaves. Te busqué entre otros acordes, en músicas extrañas en las que nunca cerraba los ojos, ansioso por encontrarte entre el público. Anduve persiguiendo el rastro que dejaste en el apartamento, las señales en mi espalda. Todas señalaban aquí, hacia esta plaza y hacia este otoño templado, donde las gotas de lluvia caen al ritmo marcado por las escobillas sobre un plato, chas cha-chas, chas cha-chas, chas cha-chas.
Abro los ojos y termino la canción. La noche es oscura y apenas pasa nadie, solo hay unos céntimos, pero da igual, mañana pasearé perdido por esta ciudad que tantas veces me describiste, volveré de nuevo a esos sitios en los que sonaba música en tu cabeza cuando te acercabas: Boccherini frente al palacio gigantón colgado hacia el atardecer, la Oda a la Alegría sentada frente al estanque del Retiro en tardes decadentes de principios de primavera, el Moldava en las riveras del Manzanares o el Réquiem de Mozart justo entre los dos leones del congreso. Cuando llegué y pude recorrer estas calles cada rincón tenía su banda sonora, sus notas adheridas a las piedras pero quise apropiarme de un rincón, hacerlo mio, nuestro; por eso tras cada paseo, después de detenerme a escuchar cada una de las melodías en cada una de las esquinas vuelvo aquí, bajo estos soportales, me llevo la trompeta a los labios y te beso de nuevo, Autumn leaves, Autumn leaves, Autumn leaves.
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