Bullerengue el alma

Bullerengue el alma

Georgie DeLarge

09/05/2023


En una tierra aislada de la civilización, en la selva más hermosa surgió una pequeña comunidad de esclavos africanos que habían alcanzado la libertad, Tito Bioho nació con su tambor llamador bajo el brazo cerca al canal del dique en esta tierra negra, hijo de cimarrones, un negro completo y a mucho honor palenquero, desde siempre la tierra sin cadenas.

Los habitantes de Palenque eran hijos de esclavos del Congo que habían sido traídos por la corona española al Caribe, pero en un instinto de tambora lucharon contra la fuerza del destino, vencieron y escaparon a una tierra salvaje,  fundaron Palenque.

Tito Bioho heredero de esta tradición quería ser Bullanguero y tocar su tambor llamador hasta que las cantadoras y bailadoras festejaran con él la libertad. En pocas palabras quería ser músico para tener dinero y conseguir 3 esposas como era la tradición en la tierra palenquera.

Su madre doña Petrona Martínez apoyaba la iniciativa del joven Tito, pero mientras llegaba el día en que su hijo se volviera un bullanguero de renombre doña Petrona seguía con su ponchera en la cabeza calle arriba y calle abajo vendiendo “el alegría” un dulce palanquero, también vendía el caballito, el coco con leche y el coco con piña. No le iba nada mal y es que Palenque es la única tierra del mundo donde se comen la alegría.

Don José de los Santos Reyes Miranda quería que su hijo fuera boxeador, no veía con buenos ojos eso del Bullerengue y andar por la vida con un tambor llamador buscando esposas, pero don José ya tenía 4 esposas y el pobre de Tito no había tenido siquiera su primera novia y ya con 22 años…

Un día la pregonera del pueblo acompañada por los tambores de la montaña anuncio las malas nuevas, había muerto Don Jacinto García, un viejo rancio que vendía ron y aguardiente a los borrachos del pueblo en una tienda de barro, entonces se convocó a toda la comunidad para oficiar el “Lumbalu” una ceremonia de 9 dias para que el muerto vaya en paz al otro lado.                      

En esos días de aburrimiento para el pobre Tito, sucedió un encuentro fortuito que cambiaría su vida para siempre, conoció a la señorita Eva Consuelo Echenique, una palenquera de ensueño que tejía trenzas como caminos de libertad, una tejedora de amores, hija de una negra raizal de la isla de providencia que por alguna razón del destino termino viviendo en esta tierra de dulces de coco.

—Te quieres casar conmigo negra —pregunto el torpe de Tito sin siquiera saludar.

—Mira negro, cuando tu casa no sea de barro, lata y estiércol de vaca solo entonces me casaré contigo —respondió la hermosa negra con un aire burlón.

Tito nunca se había sentido tan humillado en la vida y prometió a sus ancestros del Congo volverse el bullanguero más famoso de todo Palenque y conquistar a la hija raizal, desde ese día el tambor llamador se volvió su aliento y corazón.

Meses después intentó nuevamente seducir a Eva Consuelo Echenique, se llenó de valentía y acompañado de un cerdo fue a visitar a la negra a su propia casa, golpeó la puerta y abrió doña Fátima la madre.

—Señora mi nombre es Tito y vengo a regalarle este cerdo a su hija para que se decida de una vez a casarse conmigo.

Doña Fátima estupefacta trato de mantener la compostura, pero las carcajadas no las pudo sostener, toda la familia incluida la propia Eva Consuelo estaban en la sala y al ver a Tito con un tambor llamador en el brazo izquierdo y un cerdo en el otro brazo no pudieron más que reír hasta que se quedaron sin aire.

Tito Bioho no era un don Juan Tenorio y su único consuelo era su tambor llamador.

Un buen día caminando por el canal del Dique se encontró con un joven, era Antonio Cervantes músico ferviente y bien conocido del tambor alegre, estaba tocando su alegre que alentaba a su mujer con pollerona a realizar un baile hermoso, eran una pareja envidiable.

—Te saludo kombilésa, soy Antonio Cervantes de Cartagena de Indias y esta es mi mujer Guillermina.

—Mucho gusto, yo soy Tito Bioho de Palenque.

—Está muy bonito tu tambor macho, es un llamador y entonces ya debes tener muchas mujeres —dijo Antonio.

—No señor este tambor llamador no sirve pa nada, no joda… ya no tengo ni cerdos en casa.

—Vamos a ver si es que no sirve, dale duro a ese tambor y pongamos a bailar a Guillermina no joda.



Tito empezó a tocar su tambor llamador y Antonio le siguió con su tambor alegre. Guillermina empezó a bailar con esa pollera colorada y fueron todos imbuidos por los cantos versos y la magia del Bullerengue.

“Señore cosa más buena que el golpe de mi tambó, cuando mi tambó se acabe seguro me acabo yo…”

Antonio Cervantes se convirtió en su mejor amigo y pronto empezaron a tocar no solo en Palenque sino también en el Limón, otra comunidad distante de cimarrones. En el Limón Tito conoció a Teresita Gómez, una bailadora magistral e inigualable de bullerengue, era un poco robusta y no tan bella como Eva Consuelo Echenique, pero tenía una gracia única.

Teresita le dio su primer beso y Tito sintió que su tambor llamador por fin le había traído una mujer…

La popularidad de Antonio, Guillermina, Tito y Teresita fue creciendo y pronto los llamaron de Cartagena de Indias para grabar, el tambor de Tito llego a sonar hasta Panamá.

En las fiestas de Octubre Tito observó en la plaza de Palenque a su eterna enamorada la negra Eva Consuelo que se estaba acercando hacia él.

—Hola Tito, te acuerdas de mí, ahora si nos podemos casar.

—Cuando aprendas a bailar como mi Teresita ese día me caso contigo, no joda —respondió Tito.

“Señore cosa más buena que el golpe de mi tambó, cuando mi tambó se acabe seguro me acabo yo…”

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