EN UN RINCÓN DE MI MEMORIA

EN UN RINCÓN DE MI MEMORIA

Despierto y me veo entre sábanas blancas, ¿Qué lugar es este? ¿Qué hago aquí? No tuve que averiguar mucho, a juzgar por los pacientes y sus actitudes. ¿Quién me habrá traído? No recuerdo nada. Nadie me acompaña.

— ¡Enfermera!

Me da unas pastillas y me vuelvo a dormir, pero los sueños son recuerdos, desordenados en el tiempo:

Una vez que la vi por primera vez y sabiendo lo bien que le fue a la madre, fui a casa, teníamos el aliñado preparado, me tomé un vaso, otro y no sé cuántos más, desperté varias horas después. No me recriminé nada, era día de celebración, había nacido mi hija.

Lo de ayer si lo recuerdo con nitidez, sus palabras ofensivas:

— Todo lo haces mal. Eres un estúpido, un pujón.

Estas palabras de mi hija, resuenan en mis oídos como si me estuvieran martillando uno de esos días de intenso dolor de cabeza.

En cada reproche siempre hay algo de verdad: reconozco que olvido muchas cosas y no termino las tareas. Quizás sea una secuela de la pandemia o simplemente la vejez. Estoy perdiendo progresivamente la memoria, pero en un rinconcito quedan recuerdos imborrables como este:

Estamos en el parque, con la niña en su coche, esperamos a Polo Montañés, un artista famoso, ya llega en su ómnibus azul oscuro, no va a cantar, viene a saludar a su público. Nos pasa por el lado, se detiene y bendice a nuestra niña.

Vuelvo a despertar, si es que dormí, miro para el pasillo, nadie que yo conozca, sigo solo. Me viro de lado, me acomodo en la almohada y sigo pensando en cosas del pasado que no tengo muy claras:

Viví en algún lugar, no se cual, recuerdo la tierra roja, pantanos y mucho fango, estoy en una escuela, están dando un matutino, entregan premios de un concurso de dibujos, se me acerca una niña:

Papá, no digas nada.

¡Que injusticia!, con lo bello que está el dibujo y ella tan pequeñita, pudieron hacerle una mención.

— ¡Enfermera! ¿No tengo visita?

— Descanse y no se preocupe tanto por su familia. Míreme a mí trabajando con mi hijo aquí.

A mi mente viene un ómnibus repleto, estoy con mi hija de la mano, vamos camino de la escuela. Más tarde, pido permiso en el trabajo y le busco dulce. A la hora del receso estoy en la puerta de la escuela. ¿Dónde estará la madre que no viene a mis recuerdos?

De nuevo me quedo dormido, esas pastillas deben ser muy fuertes, al rato o quizás enseguida, despierto sobresaltado.

Estoy peleando con un militar, está hablando mal de mi hija. ¿Por qué está vestida con ese uniforme verde? Se me va el recuerdo y vuelve como un televisor con defectos. Estoy pidiendo la baja de mi hija de esta escuela militar. Nadie más la va a maltratar.

— ¡Señor, señor! ¿Se siente bien? Le veo los ojos fijos.

— Estoy recordando, pero me pierdo, ahora mismo veo a una joven en una situación de peligro, desde aquí no puedo ayudarla, pero además, ¡Qué triste Enfermera! , no acepta mi ayuda.

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