Marianne y El CD de Clapton

Marianne y El CD de Clapton

Ruben Valdovinos

10/04/2023

Hurgando entre CD´s viejos de una tienda del centro me encontré con Marianne.

-Te llamas igual que alguien que solía conocer.- Le dije.

Llevaba una gabardina con un pants y su cabello despeinado. Casi nos peleamos por comprar un disco autografiado de Clapton. ¿La firma es real?. No sé, me dijo el dueño, quizá. Al final se lo di. La odié, maldita niña malcriada y pretenciosa, yo lo vi primero.

Salí molesto y fui a caminar por le barrio chino hasta llegar a Spadaina. Ahí la volví a ver, llevaba su Scooter eléctrico. Me quedé en la otra esquina para no topármela y casi choco con una pareja hindú.

Luego entré al museo, había una exposición de Leonar Cohen pero no me alcanzó para comprar el ticket; salí y fui al bar de siempre, pedí una cerveza y de nuevo la vi salir del baño dirigiendose a la salida. En el camino se despedía de los chicos del bar como si fuera la reina Isabel. ¿La conocen?. Sí, es Marianne. Así se llamaba mi ex, le dije. Se robó mi disco, le dije. La odio, le dije.

Salí, caminé hacia el Eaton Center, para colmo la volví a encontrar. Ella estaba comprando un burrito con su bolsa «ecológica» llena de libros. Me acerqué y le dije que dejara de seguirme. Un burrito porfavor señor. No te estoy siguiendo, me dijo. El mío sin salsa. Pues te he encontrado todo el día, además el disco de Clapton lo vi primero.

Sacó el disco, me lo aventó y se fue dejando su burrito ahí. Tomé el disco y su burrito. Quédate con el cambio le dije al que atendía.

Cuando iba de regreso escucho su maldito Scooter tras de mi. Dame mi burrito. Lo dejaste y tuve que pagarlo. Sí pero yo lo pedí.

Ella intentó arrebatarme el burrito y en el forcejeo se manchó su gabardina; nos miramos y llevó el burrito hasta mi rostro ensuciarme. Luego, sin darnos cuenta comenzamos a reírnos. Te detesto, le dije. Eres insoportable, me dijo.

Mas tarde esa noche fuimos a caminar, tomamos un café y luego me invitó a la casa de unos amigos.

Bebimos algo de vino y unos cuantos cigarros. Les platicamos nuestra historia. Entonces pongan el disco, dijo su amiga.

-Bien, pongamos «mi «disco.- Dijo ella.

Me miró y le sonreí. Es tuyo, todo tuyo.

Salimos a fumar al balcón, miré sus labios y luego sus ojos. Te odio. Yo también. No te tolero. Yo tampoco. Ella dijo que tenía novio, un canadiense. Ella mira mis labios, nos acercamos lentamente, pude oler su cabello, odio a las pelirrojas. Yo también. Tú eres pelirroja. Ya sé. Vi sus ojos, tenían el azul más profundo que haya visto, parecía que se había robado todas las olas del mar. Ayden se llamaba su novio. Tomé su cuello, cerró sus ojos. Marianne, así se llamaba mi ex. La miré y besé su frente, luego un beso en su mejilla. Ella no abría los ojos. Besé su mano. No mi niña, ya no quiero deberle más al Karma. Te odio, me dijo, te detesto, le dije. Pausábamos un momento para encender de nuevo el cigarro que se apagaba con el viento. ¿Tienes frío?. Sí. Toma mi abrigo. No, estoy bien. Entonces entremos. Estoy bien.

Eran las 5:00 am, creo que por North York, no lo recuerdo. La vi dormida en el sillón con su amiga y yo estaba en el comedor platicando con uno de sus amigos. No recuerdo sus nombres. Antes de marcharme vi el disco de Calapton, lo tomé y en metí dentro de la caja una nota en una servilleta. Nunca debes regalar algo sin una nota.

Me fui y nunca volví a saber de ella. Cada viernes me gusta volver al lugar donde la conocí.

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