La vi sentada.
Con corsette tan arriba, que parecía casi estar desnuda por completo, y por momentos daba la impresión de no tener calzón, algo que me parecía sorprendente, para una mujer tan bella, y con una prenda extremadamente escotada, pero muy elegante.
Allí, sobre aquella banca de la Famosa Alameda Central, permanecía sentada viendo a la gente pasar.
Su vestir tan atrevido, casi diabólico, dirían muchos, era atractivo en extremo, tremendamente erótico. Podría parecer una mujer muy coqueta, libre y muy sensual; o una prostituta de muy alta categoría y liberalidad.
Casi podía sentir el aroma de su fragante vagina desnuda, y el perfume a begonias que envolvía a su cuerpo, y hasta a mí llegaba; me deleitaba, me erotisaba y me hacía sentir sensaciones indescriptibles. Sentí la fuerte erección entre mis piernas, mientras la contemplaba, y teniendo puesto yo un delgado mallón, mi pene sobre saltó como una gruesa flecha apuntando al cielo, la cual, era enormemente notoria. Preocupado por estar en un lugar de mucho tránsito de personas, busqué rápido ocultar aquella enorme erección que me dominaba, y que gota a gota, empezaba a formar una mancha húmeda, que inevitablemente se extendía. Busque con qué cubrirme, pero salvo que me quitara la playera que llevaba puesta, no había forma de ocultar lo que me ocurría. Lo único que pude hacer, fue poner mis brazos cruzados sobre mis piernas y ocultar algo de aquella enorme erección que parecía querer perforar el mallón.
Aquella hermosa rubia, calzaba tacones tan altos y tan espigados, que imaginé que al caminar, parecía un ángel flotar por la acera de aquella hermosa arboleda. Sus pies desnudos, mostraban una piel tan tersa y suave, que parecía algo casi irreal, como una piel hecha de porcelana y oropel, algo mágico en el paisaje urbano de la gran ciudad. El rojo naranja con que pintaba los dedos de sus uñas, les daban a sus pies, un maravilloso toque de alta elegancia, femenidad, y erotismo.
Sus ojos azules, eran de un azul profundo, cristalino y bello. El arco de sus bellas cejas, era perfecto, delicado, muy estilizado, enmarcando sus largas y teñidas pestañas de un azul marino fuerte. Sus mejillas eran sonrosadas, de una forma natural, delicada y perfecta. Sus ojos lucían una fresca combinación de tonos verdes, sobre los párpados, que para los cálidos días de primavera era algo perfecto. Su pelo largo, sedoso, como una cascada de sol cayendo sobre sus delicados y desnudos hombros de piel muy blanca y aterciopelada, parecía un bello hechizo luminoso irradiando destellos claros y dorados, como mostrando una bella Diosa materializandose en el mundo profano.
Sus senos prominentes, eran del tamaño perfecto, bellos, y tersos, producían un trance hipnótico envolvente, e indescriptible. Su bella figura, se modelaba con finas y sensuales curvas, que regalaban a la Madre Tierra, una bella cintura, un ombligo hermoso, perfecto y sensual. Sus finas y suaves líneas, continuaban hasta formar sus caderas, amplias, pero al tamaño ideal, para después bajar y darle forma a sus piernas, esculpidas como un poema en el mármol de una perfecta escultura griega.
Su belleza y su desnudez, parecían algo irreal en el paisaje, y por momentos me pregunté si aquella mujer era algo real, o realmente estaba allí, sentada, mirando a la gente pasar, y a, algún perro ocasional que pasaba.
Parecía no esperar a nadie, y nadie la buscaba. Solo allí estaba, como una bella flor radiante sobre aquella verde banca metalica, y casi completamente desnuda.
Portaba un bolso azul que tenía a un lado, sobre la banca.
No dejaba de mirar su seductora belleza. La humedad en mi entrepierna, parecía una hoguera encendida, mientras deseando poderosamente a tan hermosa mujer, mi erotismo estalló, y un río blanco y caudaloso brotó de mi pene y bañó por completo desde mi ombligo hasta mis piernas. Sentí el semen fluir hasta mi rodillas y bajar por ellas.
La gente pasaba, mientras yo me elevaba en un enorme y maravilloso clímax, que no creí jamás sentir.
Solo me deje llevar…
El viento llegaba fresco, suave, y como fragante brisa me traía el exótico aroma de aquella mujer que me envolvía. Llenaba cada parte de mi cuerpo, y producía un embriago mágico. Me llevaba en un viaje por las nubes, por el cielo…. Hacia el arcoiris… Donde atravesaba un puente mágico hacia una dimensión paralela, donde el tiempo, el espacio, y la realidad conocida, no existían.
Volví al mundo y no supe en qué momento fue.
Miré hacia ella…
Sonreí…
En ese momento tuve la dichosa fortuna de que me viera y me sonriera.
Nos vimos sonriendo, sintiendo la enorme emoción de vivir un momento maravilloso y único en la creación.
Ella cambió su sonrisa. De sus ojos salieron varias lágrimas.
Miró su bolso Azul como el cielo, que tenía a su lado. Sus finas manos mostraban largas y finas uñas de color verde claro, que hacía juego perfecto con el tono en el párpado de sus ojos.
Sus manos buscaron en el bolso, y sacaron un arma de fuego. Me sorprendí al ver aquella arma en tan bellas manos.
Se paró. Camino hacia la avenida transitada de autos. Luego miró hacia el parque.
Mirando a los árboles, dirigió su mirada al cielo. Sonrió feliz, con gracia y dicha. En ese momento, parecía contemplar a Dios en el azul del cielo, de aquella hermosa y radiante tarde, cuando acomodó la pistola sobre su estómago.
Creí que solo jugaba, pero me espanté al creer que no era ningún juego lo que hacía.
No medio tiempo de gritarle que se detuviera y correr hacia ella, cuando un potente sonido se oyó. Tan potente, que pareció envolver a toda la Alameda. El tiempo se agitó por completo. Quedé convertido en una estática escultura, sin posibilidad de movimiento.
El tiempo se detuvo…
El mundo se detuvo…
Su cuerpo yacía en suelo y se desvanecía. Volaba convertido en hojas que en el viento volaban, y hacia el cielo con el infinito se fundían.
Me moví…
Caminé mirando al cielo…
Un poema se escribió en el infinito…
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