Toda la vida hablando de Dios…toda la vida, esperando un milagro, que por supuesto, nunca llegaba. Fanáticos de la esperanza, se burlan de todo aquello que prometen, y nada esperan ellos. Son hipócritas, que nada se creen, y hablan de Dios como si les perteneciera, como si fuera de su propiedad. Pero ya me cansé de escuchar memeces, ahora ya no necesito nada, porque he encontrado el paraíso en la tierra.

  Me crié en la fe verdadera, en aquella que siempre dijeron que era la única, pero en el fondo recé, oré a Dios insistentemente para sentirme libre. Y Dios escuchó mis oraciones y aunque tarde llegó a mi vida la tecnología, por fin renació como la primavera cada año, como la luz del sol después de la noche oscura, así penetró en mis sentidos y me hizo suya.  No estoy delirando, sólo agradeciendo la luz que aporta a mi vida esa nueva diosa. Me gustan sus sonidos, sus imágenes, sus pitidos, sus llamadas de atención, todo, me gusta absolutamente todo, y no concibo ya ni un solo momento la vida sin ellos. Son parte de mí. Nunca pensé que llegara a la iluminación por algo tan pequeño y tan cotidiano. Con ella, las deidades son tangibles y hermosas, “enchufables” y sonoras, únicas en su grandeza.

  Después de ver la luz en mi vida, mi diosa tecnológica me mantiene sumisa y ordenada a sus mandatos, no pierdo el ritmo de sus tonos, alegres y graciosos, toques de atención que me atan a la vida. Nunca olvido el cargador, tan negro, tan largo, hilo conductor de mi respiración. Si no estás al otro lado, si no hay nadie en la pantalla, yo muero de desolación. Ahora entiendo la soledad, el mundo se me revela en su luminosidad y cuando se apaga mi corazón se para, los latidos se congelan y la vida se aleja como las aves emigran, hasta lo más oscuro, camino del averno.

  En el principio era la electricidad y ella se manifestó, con sus múltiples aparatos, de todos los tamaños, para goce de la humanidad. Textos sagrados escritos en varios idiomas, donde se revela el manejo y los caminos que abren las puertas del mismo cielo.

  Y dijo la diosa tecnología: “Creced y multiplicaros. Llenad la tierra entera y dominadla.”   

  Así pues se cumplió lo esperado desde los siglos como una profecía prefecta, con el don sobrenatural de gobernar nuestras mentes. Nadie puede vivir fuera de su conexión, nadie osa jamás buscar la absoluta oscuridad del infierno. Y en todo su esplendor, vamos recibiendo los nuevos salvadores, nuevos mesías “último modelo” cada vez más sofisticados y caros, que hacen las delicias de los más poderosos y adinerados. Después de un tiempo, gracias a su bondad, la diosa tecnología hace que el resto de mortales disfruten sus novedades y renace de nuevo la vida en este hostil mundo.

  Mi voluntad se desvanece ante ella, es como un helado en una tarde de agosto, al sol y con cuarenta grados, como cuarenta años pasó Israel en el desierto. No puedo soportar la distancia de mis nuevas deidades ni para ir al baño. Mis necesidades me obligan, pero no puedo concentrarme pues sus pequeños sonidos me llaman anunciándome una nueva comunicación, de seguro interesante y oportuna, que viene de alguno de mis contactos, mejor dicho, de la infinidad de amigos que tengo. Y me apresuro a terminar, en contra de mis fuerzas para volver a sentirla en mis manos, vacías sin su frío roce.

  Adoro los contactos, nunca sentí más placer que mirándolos uno a uno, con sus fotos y comentarios, me excitan sus imágenes. No hay placer más grande que verse involucrado en este mundo eléctrico, no hay morbo más inmenso que tocar la pantalla y deslizar mi dedo buscando la infinidad de oportunidades que me ofrecen. Ya no hace falta el sexo, ya no hay que tener cuidado con las enfermedades de trasmisión sexual, ni el sida, ni la sífilis me puede ya afectar. Con un dedo y mis ojos consigo los orgasmos necesarios, unos buenos y otros sublimes para alcanzar el cielo. Mi diosa me cuida bien, no me abandona a mi suerte, sino que vela porque nunca me falte la chispa de la vida, el coqueteo y el sexo. Donde este un móvil, un ipod o una tablet, que se quiten los hombres. Nunca vi nada más limpio. Y además es completo pues toma mi físico, pero penetra en mi mente como el virus de la gripe y lo recorre entero en mi sangre.

  “Madre tecnología que estás en el mundo entero, te adoro con mis palabras y mis hechos, pues no hay acción que realice en la cual no estés presente. Venga a nosotros cada vez más y más novedades y extras; te entrego mi voluntad todos los días de mi vida y las veinticuatro horas, sin interrupción. Danos tu electricidad, perdona nuestros despistes, roturas y malos usos de tus pequeñas deidades; que nunca se nos pierda el cargador y líbranos de la falta de cobertura. Amén.”

  Cada noche la rezo mientras miro mis correos, y gracias a ella, no escucho el mundo exterior, que me habla de esfuerzo y trabajo, o falta de empleo. Ella en cambio, me protege de todo, me mantiene informada, pero con precaución, porque al momento me busco un juego, un ajuste u otro entretenimiento con mis redes sociales.

  “Y vio la tecnología que era bueno todo aquello que nos da.” Por eso, tiene enviados que nos estudian a los humanos para que no prescindamos jamás de ella. Son como los líderes de las sectas, nos atrapan en sus redes, embaucando nuestros sentimientos, encaminándonos a sus preceptos, y soltamos nuestro dinero alegremente ante su inspiración, y perdemos hasta la dignidad si hacer falta por conseguir el último prototipo de teléfono, ordenador o ipad.

  Aunque este mundo sigue siendo injusto con aquellos que no logran tener ninguna de estas deidades de la diosa. Hay personas que no tienen un simple móvil, no pueden chatear, ni mirar videos, y lo que es peor, están desconectados de las redes sociales. No me imagino vivir así, no podría resistirlo, aunque lo intentara, me dejaría morir antes de no estar conectada, nadando entre mis contactos y todos sus comentarios.

  Me siento bien, ya no necesito creer en un dios fuera de mi casa. No necesito a alguien grande y absoluto, ya no espero nada, pues dentro de mi cuarto, en la cocina o en el baño, mi nueva diosa me envuelve, cuidando mi conexión, día y noche, sin descanso. Ella es la única esperanza de mi vida, el camino y la verdad que da sentido a mi vida. Mis labios ya descansan, pues sólo mis dedos trabajan para sentirme viva. Mis ojos son las ventanas y los oídos la puerta por donde entra la gracia del sonido que me da la salvación.

  Solo pido y suplico que no me falten las manos, los ojos ni los oídos, pues sin ellos el diablo me arrastrará al infierno de la perdida de conexión y ya,  sin cobertura, sin contactos ni amigos, mi vida se perderá en el silencio eterno.

  Y así cada día se cumple el mandato divino: “Dominad la tierra” y ella, la diosa Tecnología, la dominó con su magia luminosa, nos cegó con su hermosura y el hombre y la mujer, de todas las edades, pequeños, grandes, ancianos, jóvenes o jubilados, se rindieron a sus pies.

  ¿Qué nos depara el futuro? ¡Qué más da! Ahora solo importa que nos podamos conectar.

 

  FIN

           

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