Me llamo Easy y a lo largo de mis 16 años de existencia he vivido grandes momentos. La mayoría de ellos, entre las cuatro paredes de este cajón. Ha sido una vida tan intensa, que a veces me pregunto si en vez de 16 han sido 100 los años que llevo en este mundo.
Todo empezó en el verano de 1998. Yo estaba expuesto en un escaparate de la Gran Vía. Era joven y barato. Y atractivo también. De un colorido amarillo pollo y con unas teclas grandes y bonitas que lucían en la oscuridad. Además, si me quedaba sin energía, era capaz de funcionar con 2 pilas de las normales. Tenía mucha competencia, pero ninguno era como yo. O eso pensaba.
Nadie me quería. Salvo un joven que todos los días pasaba por delante de la tienda. “Mamá… quiero ese teléfono” – decía Hijo.
“Hijo… si sacas buenas notas te lo regalaré para tu cumpleaños en diciembre” – respondía Mamá.
Cada mañana, la misma pregunta recibía la misma respuesta. Día tras día. A base de repetirse Madre e Hijo llegaron a tal nivel de comprensión que sus palabra se limitaban a “Mamá… teléfono”, “Hijo… diciembre”.
Estuve así casi 3 meses en el escaparate, hasta que me retiraron a una caja en un lugar olvidado al fondo de la tienda. Fueron los 30 días más angustioso de mi vida. Nadie me quería, tan solo ese jovencito persistente que no tenía dinero. Llegué a sumergirme en una profunda depresión.
Pero el 14 de diciembre todo cambió. Era lunes. Quizá, el lunes más maravilloso de todos los tiempos. Ese día vino el joven, con su madre, a la tienda y me compraron.
Desde el primer momento, Hijo y yo nos hicimos inseparables. Donde iba él, allí me presentaba yo. Juntos gritamos en decenas de conciertos. Nos tostamos al sol en las piscinas de mil pueblos y bebimos hasta caernos en nuestras primeras fiesta universitarias. Suspiramos en los miles de minutos de amor, que Hijo dedicó a su novia de Logroño.
Incluso lloramos, a moco tendido, cuando ella le dejo con un frío mensaje que leímos juntos: “Cari… te dejo por el Jonatan que es de aquí, abur”
A partir de aquí todo cambió. Cada vez que me veía se echaba a llorar. Un día apuntó los números de mi memoria y me dejó, en el cajón, entre calzoncillos y calcetines. Fueron dos años de silencios. Solo interrumpidos por algunas conversaciones entre Mama e Hijo cuando ocasionalmente el cajón se quedaba abierto.
Hasta que apareció ERIC. Eric era un muchacho de padres suecos que vino un gran día a quedarse. Nada más llegar nos hicimos muy amigos. Era lógico, porque ni los calzoncillos ni los calcetines saben comunicarse.
Desde un principio Eric y yo nos lo contamos todo. Compartimos nuestras agendas y nos intercambiamos todos los mensajes que teníamos.
Así estuvimos durante años hasta que surgió AIKO. Aiko era pequeñita y muy coqueta. Japonesa de pura cepa y con una familia tremendamente rica. Su nombre era el resultado de poner el de sus padres al revés y coger las cuatro primeras letras. En su interior guardaba más cosas que Eric y yo juntos. Y además era muy divertida. Entre juego y juego, nuestra conversaciones a tres fueron antológicas. Muy simples, pero muy intensas.
Hasta que un día Eric y Aiko desaparecieron de mi vida. En su lugar apareció MANZANO. Manzano era un americano que vino de California y que al tocarle la pantalla te respondía. Con el descubrí lo que era Internet.
Desde este pequeño cajón navegué para saber un poco más de mi familia francesa y de la vida de Aiko y Eric. Supe por ejemplo que la vida de Eric se truncó cuando alguien dijo que todos los Eric del mundo eran dañinos por no se que radiación que despendía su antena.
También descubrí, con tristeza, que la familia de Aiko estaba arruinada y que se había vendido al mejor postor.
Manzano me mostró también a los suyos. Me llamo la atención especialmente uno de sus familiares, MUCHOMÁSGRANDE, con el que se comunicaba a través de Skype, una especie de tele gratuita con la que hablaban a distancia.
Conocí la alegría con los triunfos de Alonso, Nadal y La Roja. Pero también viví horrorizado la crisis que engullía España.
Pero todo esto de lo que hablo ha dejado de tener importancia desde hace 30 minutos. Justo cuando se ha abierto el cajón y he visto como la mano de Hijo me arrancaba de mi hogar y me enchufaba, probablemente, para encenderme por última vez.
No me arrepiento de lo que he vivido, ni de los amigos que me he rodeado. Tan solo me da rabia no entender las palabras del epitafio que Hijo parece haber dicho delante de su madre.
“Mamá por dios, ¿por qué te compras un Iphone 5S. “
“Pero Hijo, el de la tienda me dijo que es lo mejor que hay en el mercado”
“¡Calla calla!.Si no sabes ni como desbloquearlo. Trae pacá que ya me lo quedo. Tú lo que necesitas es un móvil sencillo y con las teclas grandes. Por cierto, ¿te gusta el color amarillo?”
Los protagonistas de El Cajón (por orden de aparición)
EASY: Alcatel One Touch Easy.
EL CAJÓN: Mi hogar. Un lugar coqueto y agradable donde he sido muy feliz.
HIJO: Mi dueño y además hijo de la madre que me compró.
MAMA: Una mujer deliciosa que me compro para su hijo y que espero conocer algún día.
ERIC: Ericsson T28
AIKO: Nokia 8260
MANZANO: IPhone 2
MUCHOMÁSGRANDE: IPad
IPHONE 5S: haciendo de sí mismo.
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