Despertó sobresaltada, sentía que había dormido años, sin embargo la estridente alarma de su móvil no daba lugar a errores, sonaba de lunes a domingo siempre a la misma hora con la misma persistencia, siempre y cuando no descuidara la batería, un importunio que pronto, dicen, será solventado, aunque ya nada puede salvar a su viejo portátil, que vive enganchado al cargador.

Una vez desactivada la alarma de su eterno compañero, el móvil, caminó lentamente hasta el cuarto de baño, donde realizó los menesteres matinales mientras se informaba de las primeras noticias de la jornada en la tablet que le regaló su hijo Guillermo, glorioso símbolo de decadencia para los prehistóricos periódicos de papel, hoy visibles en museos y hogares de ancianos.

Con su parsimonia habitual recorrió el oscuro pasillo y entró a lo que un día fue el estudio de su padre, más conocido como la salita. Se acercó a la vieja máquina escribir de su progenitor y en su recurrente ritual acarició lentamente todas y cada una de las teclas. Levantó la mirada y contempló con satisfacción los sólidos estantes repletos de libros de todos los géneros y colores. Hoy en día nadie comprende por qué guarda tantos libros de «formato anterior», como los llaman ahora. Son pesados, ocupan espacio y son más susceptibles de ser dañados que sus sucedáneos. En el trabajo hay quien dice que el gobierno va a eliminar las subvenciones a los museos del libro y va a cerrar las últimas bibliotecas públicas. Esto, a sus ojos, no hacía más que convertir su pequeña colección privada en un tesoro íntimo, de valor incalculable, y ni siquiera había tenido tiempo de leerlos todos. Absorta en sus recuerdos de 

niñez desayunó un café solo y se fue a trabajar. 

«De la nube descienden los fantasmas, al tiempo que las sombras se proyectan en la tierra. Los ancianos temen que si esta situación se prolonga demasiado en el tiempo, las gentes olviden cómo era la luz, y el mundo bañado por ella. Trata de cambiar el mundo, hija mía.»

-Qué postal tan extraña- dijo Guillermo a su marido -¿en qué estaría pensando mi abuelo cuando la envió a mi madre desde Montevideo? Además, en aquellos años debió tardar por lo menos un mes en llegar a España, ¡todo un mes!-

-Supongo que el correo de antes era otra historia, me cuesta imaginarme un mensaje que no sea instantáneo… Las personas tendrían que concertar una cita física para poder mantener una simple conversación, menudo agobio- contestó suavemente Mario.

-Yo no habría visto a mi madre en seis meses de no ser por Skype. A decir verdad cariño, dependemos por completo de la informática, ¿cómo sino podría ver tus preciosos ojos verdes estando todos los días en el laboratorio? Ahora tengo que dejarte, me conectaré de nuevo esta noche, tengo mucho trabajo por aquí. Te quiero.-

A los pocos minutos, la fatalidad se materializó en su móvil, que vibró al recibir un mensaje de la diputación provincial de Madrid. Guillermo abrió el mensaje y se activó automáticamente una voz adusta, con el tacto propio de la burocracia que dijo: Señor Martínez, su madre ha fallecido, sus restos se encuentran en el Hospital Universitario La Paz. Antes de realizar cualquier trámite administrativo póngase en contacto con una funeraria.

Dos días después Guillermo aún no se lo puede explicar. Al parecer su madre caminaba tan absorta atendiendo a las decenas de mensajes instantáneos que cada minuto llegaban a su móvil, que no vio que el semáforo de la avenida había cambiado, con tan mala pata que ella y el tranvía se encontraron, pintando el suelo de tragedia y dibujando horror en las caras de los viandantes.

Él ha estudiado biomecánica con el objetivo de mejorar el mundo y la vida de las personas, de hecho, su generación ha logrado acabar con los antígenos causantes de las principales enfermedades en el primer mundo, desde el cáncer hasta la gripe común. Sin embargo, en una época donde mortandad ha sido reducida a niveles mínimos, se ha suprimido el dolor y el desarrollo de las comunicaciones ha degradado los valores tradicionales, se extiende otro mal: la tragedia de la felicidad, es el vacío que se genera cuando todas las necesidades básicas han sido cubiertas, y el objetivo de vida del ciudadano medio se convierte en la búsqueda de la felicidad mediante el bienestar, una carrera sin fin.

Ahora, justo ahora, en la segunda mitad del siglo XXI, la muerte de su madre derrumba su inestimable confianza en el progreso de la humanidad. La esperanza de vida media supera los cien años en Europa Occidental y a pesar de ello… Todos hemos de morir. Cansado de pensar, Guillermo va a casa de su madre. Hace años que no va a ese lugar. No se lo dice a nadie, ni lo hará nunca.

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