Mi abuela, que ya cumplió 91 años, tiene 8 nietos. A su vez nosotros le dimos 14 bisnietos. A todos ellos hay que sumarle las respectivas parejas, a su hijo y a algunas amigas que aún viven. Son más de 30 nombres y fechas para recordar. El día antes, y a veces el mismo día de nuestros cumpleaños, recibimos el llamado de la abuela. Es infaltable. Estemos donde estemos, ya sea en Londres o en Madrid estudiando, en Washington o en Buenos Aires trabajando, el llamado siempre te alcanza. Son de esos instantes únicos que por tan reiterados ya ni siquiera le prestamos atención. Instantes y gestos que me gustaría que mis hijos atesoren y sepan valorar en esta época de inmediatez y de sobrada superficialidad afectiva.

Mi abuela recién el año pasado comenzó a usar un teléfono celular. Lo compró en caso de alguna inesperada emergencia. Dice que se siente más segura. Ella no tiene computadora, o mejor dicho tiene una vieja laptop pero no la usa. Por consiguiente no tiene dirección de email o su Facebook. Es que la abuela no tiene ninguna tecnología que la ayude con sus 91 años a recordar los cumpleaños de sus nietos, de sus parejas o de sus 14 bisnietos. Pero igualmente consigue recordarnos a todos y llamarnos en cada conmemoración de nuestros natalicios. Usa una tecnología casera que se alimenta de voluntad y cariño.

Guarda en una vieja agenda de papel amarillento las fechas de cada uno de nosotros. Es sabido que los viejos tienen sus propias rutinas y la edad impone las propias. La abuela se levanta bien temprano para aprovechar lo mejor posible el tiempo que queda y porque la vejez y las noches necesitan de menos horas. En esas madrugadas hace lo de siempre, se lava los dientes, se prepara su mate, enciende la radio con las noticias, recoge el periódico, si se encuentra de ánimo vuelve a un libro, le pone la leche a su gato y revisa su agenda de cumpleaños. Todos los días le dedica unos segundos al calendario de los afectos. Con la meticulosidad de un alto ejecutivo que ordena sus citas se asegura que en ese y en los días por venir pueda cumplir con sus seres queridos.

Los lunes son buenos para escudriñar a posibles cumpleaños para la semana que se inicia. Es así como descubre que el sábado de esa misma semana será el cumpleaños de la esposa de Pablo. 40 años no es cualquier aniversario, llamará el día anterior. A la fecha que se aproxima la volverá a ver posiblemente el martes, el miércoles, el jueves y hasta el mismo viernes. Como queriendo vencerle a dispositivos móviles que nos recuerdan que hay que cumplir con los afectos, la abuela nos llama un día antes. Desafía nuestra modernidad afectiva. A sus 91 años es capaz de adelantarse al progreso mismo, y nos hace notar que los afectos no requieren recordatorios.

La esposa de Pablo se pregunta cómo hace la “bisa”, así le decimos, para acordarse de todos nosotros, incluso para adelantarse unas horas a nuestros respectivos cumpleaños. En mi caso no tengo ni cerca la cantidad de buenos amigos que tiene mi abuela en nietos y bisnietos. Sin embargo soy incapaz de darle seguimiento a sus cumpleaños sin la ayuda de Facebook o de cualquier otro software desarrollado para tales propósitos. En mi teléfono inteligente me bajé hace ya un tiempo una aplicación para que en la fecha de nacimiento de algunos amigos o parientes, me suene una alarma y me aparezca un cartel que me recuerde que ese día tengo que cumplir con ellos. Demostraciones de afectos tercerizados. La aplicación incluso me permite programar los saludos, automáticamente se envían afectos digitalizados. 

Con la tecnología justa y bien empleada hasta podría parecerme a mi abuelita. Voy a hacer eso!!! Programaré mi aplicación para que el día antes a los cumpleaños de todos mis amigos, el de mi padre, mis hermanos, tíos, y sobrinos, les llegue un mensaje con mis más sinceras y afectuosas felicitaciones. Programaré mis afectos para que una vez por semana mis hijos reciban en sus casillas de correo electrónico un apretado abrazo digital y les recuerde cuanto los quiere papá. Para Paula emplearé un diario te amo. Me quitaré esas responsabilidades de encima. Tendré un recordatorio semestral para hacerle saber a mi padre que lo admiro y que lo quiero. Y lo mismo haré con mis hermanos y seleccionaré a los mejores amigos para esto. Aprovecharé los sábados para que me recuerde llamar a mi abuelita, suene una alarma con música clásica y así la asociación será inmediata, un recordatorio para recordarle a la abuela cuanto la quiero y recuerdo.

¿A cuánto estamos de programar los  afectos?

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