Verborrea: Pantalla grande ,pantalla pequeña.

Verborrea: Pantalla grande ,pantalla pequeña.

Qué hacer con una vida de  “como siempre”, “lo normal”, “más o menos”. Con el tiempo atajando sin consideración,  sin espacio para ver, escuchar, leer. Pasa tan rápido que arrasa. Las horas de ayer, y lo que ocurrió hace unos minutos  roza los sentidos, con  desazón por  la dificultad para  comprender  qué  hay delante de ti. Una inmensidad  de para conocer, que  provoca  insatisfacción por no poder abárcala. Porque  el tiempo ha cambiado de medida, de dimensión a veces, porque las formulas física  se están malogrando, porque ya no sirve lo de ayer, y apenas nos dejan  disfrutar con el futuro, tan efímero cómo el presente. Sólo queda el pasado,  y depende de cómo y a quién incumba rescatarlo, según los intereses de cada quien. El pasado del siglo XX donde las formulas matemáticas  se relacionaban bien con la  química de los cuerpos, con la química de las emociones  de los  hombres. Y dejó de llover, y el amarillo apareció repentinamente contrastando con el verde tibio de los árboles que ya protestaban por tanta humedad en sus raíces. Y la longitud de la sonrisa volvió a tener las dimensiones que la primavera proporciona, y los brazos al aire, con las piernas blancas por tanto encierro en pantalones invernales. Y si abres  facebuk y miras, a ves qué dicen tus amigos Si no tienes trescientos es cómo si estuvieras sólo. Me sirve para ver en el muro la página que  mi amiga” profidel”  cuelga, en la que aseguran que a Chave lo asesinó la CIA. Debajo la pagina de una compañera que comenta  cómo le gusta la publicidad de la “Los ocho días de oro del corte ingles”, debajo está la de mi amigo excomunista que ahora no sabe donde situarse pero le gustan  los artículos neoliberales, y debajo las manoletinas de Alma. Manoletinas de primavera verano, por lo menos ochenta. Debajo quince fotos de mi  adolescente, haciendo morrito o mostrando el pelo tirado por el suelo de una acera de Paris. Ella si que tiene más de trescientos amigos.  Vive en un mundo ya del siguiente siglo, del XXI, tan alterado, tan turbio, “tan sin a donde vamos a llegar ni como se han perdido tanto de lo logrado”, de  aquellos derechos que  consiguieron varias generaciones luchando. Aquellos que  ofrecieron su dolor con sus días y sus horas de sesenta minutos, horas  que  trascurrían en un tiempo real, alentados por compañías y amistades también reales y con  valores palpables y con voz escuchada  y no sólo leída en mensajes escuetos. Algunos de aquellos, aún vivos, no dan crédito a lo que pasa  cada día. Día a día ven al  abrir  los periódicos de papel, que aun  persisten porque ellos compran en quioscos reales, que aún permanecen en las aceras de algunas calles  y plazas, aguantando con papel impreso mermado. Porque la realidad ya está en las pantallas, en las pequeñas y en  las grandes. Ya no se mira alrededor, ya no se observa a  gente, se pierde el placer de ver y oír la vida que continua a tu alrededor, muda ahora. Se  vive mirando  la pantalla, la grande, la pequeña, escuchando lo  individual seleccionado, el ruido lejano, con cascos que me ajenas del murmullo de la vida y de  lo  próximo, porque lo que  interesa está de lejos. No sabemos durante cuánto tiempo podremos tocar los periódicos y envolver con ellos los plátanos  para que aguanten más en la nevera y no se pongan negros, aunque igual no queda mucho  tiempo para  poder seguir  comiéndolos y ni de que  los plátanos se pasen,  porque puede  ser que retornemos tan atrás,  a pesar de estar en un mundo tan semivirtual del ahora, que los plátanos sólo los coman aquellos que puedan pagarlos cómo a principio del siglo XX.  Porque hay es  donde nos quieren llevar aquellos que  se preguntan y se contrarían por el hecho de que  una muchedumbre puede viajar con los vuelos low cost s. “¿Que es eso?”, dicen,” Se acabó la fiesta para todos”. Llegó la vuelta a los privilegios. No,  no todos somos iguales. La globalización  además de piratas financieros nos ha traído piñas, salmón  para comer a diario y no solo en navidad. Ya es hora de poner a cada uno en su sitio,  comentaba un empresario azul,  “¿en donde se has visto un disparate semejante, que  una secretaria se valla de vacaciones al Caribe, como nosotros? Las secretarias deben irse es a su pueblo. Las cosas se van a poner en su sitio y cada uno dónde le corresponde” Y la hija  de Fabra no pudo reprimirse y dijo”¡Que se jodan los obreros”  El tiempo de la semigualdad ha concluido, siempre ha habido ricos y pobres dicen ellos, y cuanto más pobre y menos ricos existan mejor para los últimos. De nuevo el tiempo de los obispos que se horrorizan por los abortos y la subjetividad de la vida anterior a la vida  y no por la vida real de los desahuciado. De qué preocuparse, siempre tendremos las ofertas  del mercado con las que nos embaucarán para que pasemos nuestro tiempo y nuestra vida a través de  las pantallas pequeñas ó grandes con las que poder incomunicarnos mejor, con  textos cada vez más escuetos y peor expresados. Menos mal que a través de las pantallas conocemos qué es lo que no quieren mostrarnos la mayoría de los medios de comunicación.  Sí que podemos ver a personas tangibles, aquellos que  poseen tiempo lento, que  lo gastan en  luchar por lo que nos pertenece, los movimientos sociales necesarios que van  a surgir muy a su pesar a través de las pantallas grandes y pequeñas.

 Siglo contradictorio, lo que nos aísla nos une.

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