Una gota de sudor se deslizaba lentamente por la frente de Sara. No es que hiciera calor, el viento nocturno y helado de enero soplaba tan fuerte que invitaba a la gente a quedarse en casa, preferiblemente al lado de una buena estufa.
-¡Vamos, no hay nadie, hazlo!- La voz de su amiga sonaba como un eco lejano, las palabras parecían venir de todas partes.
El viento que seguía soplando sin disminuir su intensidad daba de lleno contra la cara de Sara. Pese a ello, la gota no parecía querer rendirse y avanzaba despacio aunque decidida, a la vez que otras gotas se unían en aquella improvisada carrera.
Sonó un leve pitido que fue acompañado de un destello blanco e intenso, que inundó todo el lugar cegándola por un instante. La amiga acababa de encender la luz de su móvil mientras se dedicaba a mirar por la pantalla, donde un círculo rojo indicaba que estaba grabando.
Algo temblorosa, Sara alzó un brazo. En su mano sujetaba una botella de cerveza de un litro.
Comenzaba a estar nerviosa y a arrepentirse de las ideas geniales de su amiga.
Apartando la vista de aquella luz tan molesta miró fijamente la botella. No tenía tapón, ya había conseguido abrirla, aunque habría tardado menos si no fuera ya bastante ebria.
Sentía ganas de vomitar.
-¡Bien!-gritó la amiga muy animada al tiempo que encuadraba y le hacia un zoom a la botella.-¿Estás preparada?
-¡Claro que sí!- grito Sara, aunque por dentro no se sentía preparada en absoluto. Su cabeza era una noria descontrolada, sentía su pecho latir con furia y respiraba de forma entrecortada.
Con la vista clavada en la cerveza aunque sin verla ya, sumida en sus propios pensamientos, se preguntaba cómo había acabado allí. Entonces los recuerdos se apelotonaron de golpe en su mente cocida en alcohol y comenzó a recordar vagamente que estaba con su amiga cenando unas horas atrás, y que había más gente allí con ellas, estaban… estaban… no terminaba de recordar quien había, lo cierto es que se pasó toda la cena con el móvil en las manos. De echo todos cenaron con el móvil cogido como si la vida les fuera en ello. Uno de los que se encontraban sentados rompió aquel autismo digital para reírse de un video que luego compartió con el resto.
Sara no lo recordaba muy bien, aunque todos los que había visto de ese tipo eran parecidos.
El tema era grabarse bebiendo y enviarlo a alguien retándole a hacer lo mismo. En un par de meses se había convertido en una moda que mucha gente seguía por todo el mundo.
Sin embargo, la gente no se conformaba solo con el peligro de sufrir un coma etílico, tenía que beber en medio de una vía de tren o colgado de una ventana. Claro que eso solo pasaba con los chicos. Ellas hacían otro tipo de retos, como entrar en un supermercado en ropa interior y beberse una botella de alcohol en medio de algún pasillo. De echo algo similar le había enviado una amiga unos días antes, solo que ella iba luciéndose descarada por medio de la ciudad mientras la gente la miraba. Lo compartió con el grupo, aunque cuando los chicos comenzaron a reírse y a hacer bromas utilizando toda clase de gestos y ruidos propios de un zoológico, supo que no había sido buena decisión. Uno de ellos, no recordaba quien, planteó que si se lo habían enviado a ella significaba que la retaba directamente, y riendo entre dientes la animaba a hacer lo mismo. Los demás, inspirados por la sugerencia, comenzaron a proponer maneras de superar el reto. En cada nueva idea se precisaba menos ropa que en la anterior.
La amiga de Sara tuvo que cerrar el tema lanzando toda clase de improperios y amenazas. A partir de ahí la cena siguió tan calmada y silenciosa como de costumbre, cada uno perdido en las profundidades de su smartphone.
Del resto de la noche solo conservaba algún fragmento. Sabía que había estado en una discoteca. Solki, suki…¿Saiko? No estaba segura de como se llamaba ni dónde estaba. Ni siquiera recordaba cuanto había bebido, aunque calculaba que bastante.
-¡Venga!- Chilló la amiga, sacando a Sara del embelesamiento.
Aún tenía la mano levantada, sujetando la botella, aunque el pulso comenzaba a fallarle. Cada vez se sentía más pesada, la cabeza era un torbellino de pensamientos y sensaciones que la mareaban por momentos.
Con la mano libre se aferró a la baranda, situada a la altura de su cintura. Lo hizo acercando el cuerpo a ella todo lo que pudo. Entonces, sin saber muy bien por qué, miró detrás de ella. Comprobó que no había nada, solo la oscuridad de la noche que lo envolvía todo. Inmediatamente miró hacia abajo, hasta sus pies descalzos, helados por el contacto con el frio metal, y luego desvió la mirada un poco, centrándose en ver lo que había más abajo. La misma oscuridad que había a sus espaldas también se encontraba debajo suyo.
Apretó la baranda todo lo fuerte que pudo, hasta sentir que estaba haciéndose daño.
¿En qué demonios estaba pensando?
La amiga alejó el zoom del móvil, mostrando una panoramica del lugar.
Se encontraban en lo que parecía un viejo puente metalico, oxidado en algunas partes.
Sara se encontraba en el filo de uno de los laterales, detrás de lo que parecía una baranda de seguridad, aferrada a ella con una de las manos. Detrás, la negrura engullía todo el paisaje.
Su móvil también captaba perfectamente los nervios reflejados en el rostro de Sara, mientras que su frente lanzaba destellos con el reflejo de la luz.
-¡Ya casi lo tienes, verás que caras se les queda a estos mañana!
Sara notaba la presión que ejercian aquellas palabras y gritos de animo. Consideraba todo eso de los retos una grandisima chorrada, y a los que utilizaban internet para hacerlo los veia como unos idiotas que solo buscaban llamar la atención cinco segundos. Pero ahora se había metido en toda esa locura sin saber como había aceptado tan deprisa, sin haber pensado un poco antes de quitarse los zapatos y saltar por encima de la baranda de seguridad de ese puente, que seguramente no parecía ya seguro ni cuando se construyó.
Claro que, la alternativa de desnudarse en mitad de algún sitio y grabarlo para ir enseñándolo le revolvía el estómago. Se preguntó si seria ella la rara.
-Mejor estar en un puente borracha.- Dijo en un tono que solo ella pudo escuchar, al tiempo que alzaba la botella con un gesto decidido, aunque algo errático, y comenzaba a beber sin parar.
El viento que seguía aullando chocaba sin miramientos contra ella, que con la postura que había adoptado oponía más resistencia, balanceándose ligeramente en todas direcciones. Pero Sara no era consciente del viento, ni de que se movía de un lado a otro, no era consciente de nada. Solo podía imaginarse a través de la cámara, la imagen que estaría dando para la posteridad.
Tras un rato paró, no podía seguir sin respirar. Mientras bajaba la botella medio vacía esta se resbaló súbitamente entre sus dedos y cayó para ser engullida por la noche. Solo un ruido seco, distante, fue capaz de atravesar el viento ensordecedor.
Ya está, concluyó, ya he superado el reto, ya puedo…
La sangre comenzó a golpearle frenéticamente las sienes. El desahogo le provocó un panico repentino cuando la despejó lo suficiente. Comenzó a ponerse histérica, solo pensaba en salir de ahí cuanto antes, pero sus pies entumecidos por el frio no se ponían de acuerdo para dar el primer paso, temblaban descontroladamente.
Con la mano que había aguantado la botella sujetó la baranda y, apoyándose en ella, intentó dar un pequeño impulso para pasar un pie por encima. Estaba tan nerviosa que no se dio cuenta de que apenas sentía el frio o el tacto. Su mano estaba empapada.
De lo que si fue consciente fue de la expresión en la cara de su amiga, que vio perpleja a través de la pantalla como la mano de Sara resbalaba y caía, arrastrando su cuerpo entero con ella hacia esa oscuridad absoluta, sin que ella hubiera podido mover un solo musculo.
No se escuchó nada, ningún ruido pudo sobreponerse al vendaval que azotaba furioso el puente. Solo se escuchó un pitido que procedía del móvil, indicando que no le quedaba memoria para seguir grabando.
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