Pensamientos profundos en la era de la web 2.0Vuestra sociedad es una basura. Es un hecho objetivo. No hay más que hablar. Una sociedad donde creerse el más listo, donde un retweet se convierte en un certificado para ser considerado el más elocuente del mundo, incluso algo que poner en un currículo, no puede ser otra cosa que una sociedad enferma. Los likes y rettwet son los tics nervioso de la nueva sociedad. Que haya llegado a tener importancia dice mucho de vuestra sociedad, y poco bueno. Estoy hablando de vosotros. Ya lo habéis captado. Sois perezosos, pero no tan tontos como para no haberos dado cuenta.

Lo que funciona para mí individualmente, como ciudadano liberal, sin prejuicios, no funciona para vosotros como sociedad. Aún así, os tragáis todo lo que os decimos los de mi especie. Allá vosotros. Cada uno es libre en este mundo que habéis creado. Que un engaño hiperbólico, propagado a la velocidad de la luz gracias a la herramienta maravillosa, se haya convertido en un dogma cancerígeno para vuestra sociedad a mí ya me viene bien. Por si no lo habéis pillado, esa herramienta maravillosa se llama Internet.

La primera idea que os han colado, es esa que dice que en las redes sociales estáis siendo comunicativos. Es mentira. Estáis atrincherados. Compartís trinchera con los vuestros y no aceptáis enmiendas de ningún tipo a vuestra visión. Individualmente tenéis vuestra propia atalaya de sapiencia, la que os ofrecen Facebook y Twitter. Es algo muy cómodo, que engrandece vuestro ego. ¿Qué utilidad tiene eso? Mucha. Así no os pondréis de acuerdo más de cuatro para cualquier cosa. A pesar de los grupos de los followers y toda esa mandanga, así sois mucho más manipulables.

Desde vuestras atalayas podéis ser cuasi inmortales. Vuestras opciones para comportaros de forma vil son variadas. Tenéis muchas formas para interactuar con el que no pertenece a vuestra trinchera, para insultarlo. Unas posibilidades comunicativas que estáis aprovechando. Pero nosotros más.

Junto a esto que ofrecen las redes sociales, que yo llamaría comunicación de combate, va anexa la idea de que cualquiera puede ganarse la vida en Internet. Es falso. Pocos pueden hacerlo. No sólo porque estemos atravesando una crisis económica, sino una simple cuestión de espacio. Es paradójico que, por muy infinito que consideremos la red, aquí no entremos todos.

Los productos y servicios susceptibles de ofrecerse por la red no son muchos, y los más rentables los estamos copando los que sabemos de qué va este invento. No aceptamos advenedizos. El que quiera que venda aplicaciones chorras para móviles. También pueden creer que el tiempo que pasen en Facebook será significativo para los beneficios de su negocio, más allá del impacto novedoso de los primeros meses. Ya nos viene bien. Eso hace aumentar la gran mentira, dilatándola en el tiempo. Cuando se acabe, encontraremos otro. Pertenezco a la simpática especie de los emprendedores, de lo ajeno. Los demás son otra cosa.

Ya es hora que me defina y presente. Sé subirme a los carros que intuyo que pueden ofrecerme provecho económico. Lo llevo haciendo desde que el mundo era oscuro y tenebroso y nadie tenía perfil en Twitter. El mundo offline. En ese mundo había que convencer a la gente cara a cara. n engorro, lo sé, pero así era. Pásmense si quieren todos los nativos digitales, esos que creen que sin Twitter no hubiera merecido vivir.

Debo aclararles que, cuando hablo de expertos, no me estoy refiriendo a alguien que dice ser un experto, de lo que sea: de redes sociales, de marketing digital, de reputación online… Un verdadero experto no es el competente, sino el que lo parece.

En este negocio, si no sabes desplegar todo un discurso incontestable, edificado sobre las medias verdades que convierten a una gran mentira en un dogma, no puedes sobrevivir en sectores donde la ley de la selva está por delante de cualquier otra consideración. Son ustedes como sociedad los que lo han querido así ¿eh? Yo y los míos tan sólo aprovechamos la coyuntura sin plantearnos dilemas morales. A los nuestros la moralidad siempre nos la ha dejado más bien blandita.

Si quieres convencer a alguien para que contrate tus servicios como aseso o experto, debes obviar decirle que nunca podrá hacer lo mismo que usted, porque no estaba en el momento adecuando en el lugar adecuado, para empezar, o porque tiene escrúpulos, simplemente. Son silencios piadosos que harán que tus clientes crean que un experto sabe lo que se trae entre manos.

Pero no olvidar, sobre todo, mi primer mandamiento. Si algo no ha funcionado al cliente, es evidente que algo ha hecho mal él, que es un inútil, un incompetente. No hay que escatimar en este tipo de improperios, desgranándolos de manera indirecta en nuestra justificación, porque lo que no queremos es que nos partan la cara. Todo sea para escurrir el bulto y la responsabilidad. Los problemas de autoestima, financieros, incluso psiquiátricos, que puedan derivarse de esta técnica, ya los solucionará quien los tenga que solucionar.

Todas estas técnicas han existido siempre. La diferencia es que ahora tienes que hacerlo con las herramientas que tecnológicas del momento. Antes era todo más artesanal, y ahora mucho más sencillo, ni siquiera tienes que tener un sistema, tan sólo seguir los pasos básico. Eso y reconocer el olor la sangre.

A mí no me importa que la sociedad en la que vivo esté enferma de banalidad. Son ustedes los que deberían empezar a preocuparse, los que no saben cómo arreglárselas en un mundo en el que nos devoramos los unos a los otros.

Los nativos digitales han sido nuestras primeras víctimas, las que se han tragado toda la mentira, por lo que creen poder vivir de esto y se suben al carro. Lo único que hacen es servirnos de altavoces a cambio de unos céntimos. Su particular sueño online es convertirse en uno de nosotros. Como en EEUU, pocos los consiguen. La gran mentira del capitalismo en versión online. Ahí la tienen.

Con una fan page, o unos cuantos followers, cualquiera se cree capacitado para ser un verdadero profesional. No es así. A los verdaderos expertos, emprendedores de lo que haga falta, no nos importa, nos interesa que haya imitadores. Sirven de voceros a la buena nueva, para que los incautos vengan a nosotros y podamos desplumarlos. El marketing digital, la asesoría online, el coaching, expertos de cualquier cosa a la que pueda ponérsele el apellido virtual u online….

Todo acabará algún día. La gente terminará por darse cuenta de que le están engañando vilmente. Eso suele ocurrir bastante tarde. Los humanos como sociedad no tenemos la capacidad para calar al impostor a la primera. Somos algo torpes para eso. Por poner un ejemplo, a algún colega cachondo se le ha ocurrió algo llamado marketing emocional y se lo han tragado hasta el fondo. Estamos en la época dulce, es evidente, cuando un oxímoron equiparable al de capitalismo humano pueda calar.

Cuando caigan en la cuenta de que, a pesar de todos los discursos grandilocuentes y prometedores siguen viviendo de forma precaria, que sigue habiendo cifras que contradicen todo el andamiaje del que vivimos unos pocos, empezarán a caer en la cuenta de que existe alguna posibilidad de que lo online no sea la solución, ni siquiera una de las soluciones. O que, como sociedad, a lo mejor les hace falta algo más que retuits y likes para mejorar sus condiciones de vida. La lección del día es que los likes sólo alimentan el ego, no el estómago. Pueden usar esa frase, es lo único que les daré como limosna.

Cuando eso ocurra yo ya no estaré allí, porque habrá otro lugar mejor. Eso es lo que nos diferencia a los expertos de verdad de los que dicen serlo pero no lo son, saber abandonar el barco justo antes de que choque contra el iceberg. Al poco tiempo apareceremos con la misma cara, la piel mudada, eso sí, y ustedes no recordarán nada. Nadie nos reconocerá, pero seremos los mismos. Seguro que hay algún cuento infantil con alguna moraleja para esto, pero como nadie lee, todo volverá a suceder exactamente del mismo modo. Una vez más.

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