La vida conocida hasta ese 18 de marzo, no significó nada para Camilo. Lo que comenzó a vivir desde aquella tarde, cuando se graduó del colegio; bueno o malo, es algo que nunca supo reconocer. Después de media semana, nada en Camilo fue como lo recordaban en casa.
Entre los regalos que recibió esa tarde –el primero y más importante– fue el Iphone con quien fundaría su conexión con los chips; además el PlayStation, la Tablet, una cámara digital y un Notebook, fueron partícipes del cambio que tuvo Camilo…pues estos se convirtieron en su nueva familia.
Para empezar, los videojuegos de su PlayStation despertaron más emociones en Camilo que las conversaciones que antaño sostenía con su padre; congelar cada instante de su vida con la cámara digital se le salió de las manos y publicarlo saturó su perfil en Facebook. Expresar lo que sentía con tan solo 140 caracteres o menos, se convirtió en su adicción cuando se enamoró de Twitter.
Posteriormente, escuchar la música de moda, esa que tanto incomodaba a mamá, lo logró a través de su Tablet donde compraba todo tipo de álbumes musicales. Andar con los audífonos enchufados en sus oídos de arriba para bajo fue un hábito imposible de desarraigar de este joven, aun cuando compartía la mesa con su familia –ya fuera el desayuno, almuerzo o cena– no se quitaba los audífonos que retumbaban en sus tímpanos. Si alguna vez lo hizo, fue para leer en su Iphone los últimos tweets que publicaban sus seguidores.
Aunque su familia, los Rodríguez Zamora, continuó celebrando con bastante alegría cada cumpleaños, vacaciones o navidad; ellos observaban que era el cuerpo de Camilo quien los acompañaba, pues el que en realidad era él, andaba hipnotizado por su Iphone. Este aspecto en particular les disgustaba a sus padres, quienes notaron que la tecnología mal empleada por Camilo empezó, como cualquier virus troyano dentro de un computador, a desestabilizarlo.
En menos de seis meses sus padres, Miguel y Adela, se fueron desconectando de su vida. Lo mismo pasó con sus hermanos: María Teresa, Inés, Violeta y Darío; con quienes en una época fueron inseparables. Ellos se convirtieron en cuadros que adornaban las paredes de la casa; para Camilo pasar desapercibido junto a ellos se hizo común.
El afán por estar en las redes sociales fue apagando el interruptor humano y provocó un bajonazo de energía familiar. Últimamente, les era más fácil encontrar a Camilo en Youtube que en la propia casa; sus cuatro hermanos –en especial Violeta– echaban de menos el sonido grave de su voz, esa que se fue perdiendo y reemplazando por cada vocal y consonante que él enviaba por el chat. Reinstalar el amor hacia la familia en el corazón de su hermano, fue el deseo de Inés durante los primeros meses. El tiempo pasó tan rápido como lo que tardaba Camilo en subir una nueva foto a Facebook.
Para el año siguiente, cuando todos recordaron ese 18 de marzo, la familia quiso hablar seriamente con él de la situación. Aunque lo habían intentado en otras ocasiones, siempre les resultaba imposible porque él no los escuchaba. Ese día muy de mañana lo buscaron por todos los rincones de la casa, pero no apareció. Decidieron entonces esperar sentados en el sofá, con los ojos clavados en la puerta hasta altas horas de la noche anhelando ver entrar a Camilo con su Iphone en la mano…mas esa entrada nunca llegó.
El vacío que provocó su ausencia en el corazón de la familia, no seco el mar de alegría que experimentaba él esa misma noche mientras viajaba en compañía de su Iphone, cámara digital y Notebook a otra ciudad donde esperaba encontrarse con Diosadri_cerecita19, la chica que desde hacía once meses seguía en Twitter y Facebook.
Los días que transcurrieron en casa desde entonces, estuvieron enmarcados por sentimientos vanos que nada hicieron por resolver la situación de la familia Rodríguez Zamora. Fue inútil buscar culpables cuando papá y mamá conocían con exactitud el génesis de todo este escenario; sus hermanas buscaron algunas pistas de él, pero ya ni su perfil en Facebook hablaba de él. Lo único que mantuvo vivo la presencia de Camilo era unos pocos objetos en su cuarto: su ropa, el PlayStation y la Tablet que por cuestiones desconocidas se habían quedado para no irse con él. Ante esta desaparición, todos llegaron a la conclusión de olvidarlo. María Teresa no estuvo de acuerdo al principio mas al ver que nada se resolvía, agachó la cabeza y consintió en el hecho.
A principios de junio las nuevas andanzas de Camilo se notificaron por fin en las redes sociales: ahí estaba él, intacto en una fotografía, acompañado de una mujer hermosísima; en el rostro de ambos resplandecía una sonrisa que, fingida o no, resultaba muy original.
Cuando toda la familia se congregó junto al monitor del computador, Darío y Julieta quisieron hablarle por el chat, pero a los cinco segundos de iniciar la conversación él se desconectó de la misma forma que cuando se marchó: sin decir ni pío. Lo que más los sobresalto no fue su actitud, ni el hecho de ver a Camilo con una mujer desconocida para todos; sino que junto a ellos dos, como modelos, estaban el Iphone, su Notebook y la famosa cámara digital. Toda esta imagen se resumió en el título del álbum: “C@milo en familia”. ¡Hasta dónde hemos llegado! gritó Adela y, cubriéndose su rostro con ambas manos, no habló más.
Incómodos por el silencio que se generó, Darío intercambió un par de miradas con su papá y sus hermanas; se aclaró la voz, y cortando el silencio pronunció: tengamos la esperanza de que esto cambiará…
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