Aquí, postrado en el interior de una tienda; bajo un insoportable vendaval nocturno que cubre de arena el cielo estrellado y anega el oasis que me da vida. Yo, el enviado, me presto, con ayuda de mi memoria y mi pluma, a cumplir lo designios que me han sido encomendados para que, tanto las criaturas presentes como las venideras, conozcan su historia pretérita.

Admito que mis hijos, y los hijos de mis hijos, pensaran que todo cuanto relato no son mas que meras invenciones. Creerán que su antepasado vivo, mas longevo y sabio, abandonó el sentido real de la consciencia. Pero yo, el enviado, les hago saber que todo cuanto expreso, con la humildad de mis letras plasmadas en el pergamino, es tan veraz como la estrella que nos ilumina y, a la vez, nos abriga.

Yo se, porque así me consta, que existió una civilización perdida en el tiempo. También es sabido, y referido por nuestros antecesores, que hubo unos juglares, los cuales expresaban con la belleza de su canto, la musicalidad de sus versos y la precisión retórica de su oratoria, historias tan inverosímiles como que este desierto fue un vergel. También cantaban batallas épicas de dragones voladores cubiertos de metal y narraban, con su verbo sublime que, bajo estos extensos, infinitos y diminutos granos de arena, se encuentra la verdad. Si cuando poseáis el escrito continuáis con vuestro escepticismo, ahondar con vuestras propias manos hasta tierra compacta; allí encontraréis los restos solidificados de tan extraordinaria civilización. Yo, el elegido, ya la encontré.

Os describiré mi descubrimiento, tal vez casual o tal vez conducido por alguna fuerza invisible que ignoro. La verdad es que aún busco respuestas.

Bajo las pieles que cubren el suelo arenoso de mi modesta tienda existe, mejor dicho, existía un pasadizo enrevesado y laberíntico. Os cuento que, no hace más de cuatro fases lunares, conseguí penetrar en lo más recóndito. Guiado por luces dormidas, adosadas en el interior de las paredes, y después del interminable laberinto, me introduje en una caverna, de diez por diez codos, de sólido metal y espejos de pizarra.

Un sobresalto, envuelto en escalofrío temeroso, se instaló en mi cuerpo cuando observé imágenes en los espejos. En un principio todo mi ser permaneció anclado pero el verdor de los valles, las blancas montañas, las interminables aguas, el dulzor de la música y el placer de observar a los enamorados, tranquilizaron mi espíritu. Reconozco, y vosotros lo sabéis, que me vanaglorio de ser hombre estudioso, erudito y buscador de sabiduría. Así que, durante no se cuantas lunas, absorto en mis pensamientos intenté descifrar el jeroglífico que mis cansados ojos percibían.

Y os trasmito que yo, el elegido, he observado congéneres nuestros comunicarse, a muchas leguas de distancia, con artilugios tan diminutos como la mano de un infante. He contemplado el interior del cuerpo humano y la exactitud de sus órganos. He visto desde los confines del universo una esfera azul y enormes pájaros, metálicos, surcar los cielos. He observado torres infinitas, cubiertas por nubes e iluminadas en la noche y he descubierto tanta belleza en ese mundo que ni en otra vida podría describirlo. Pero, todo eso se volatilizó, como gota de agua, porque llegó la hecatombe.

Ignoro en que fase lunar aconteció el desamor. Tantas jornadas enclaustrado en esa cueva anuló mi percepción cíclica del astro, pero no mi sentido de la atención cuando, de repente, se iluminaron los espejos. Un ser oscuro, vestido con dibujos diabólicos, se adueñó del espacio. Retrocedí, asustado. Al instante, desapareció.

Un sonido ensordecedor, como truenos de tormenta, acompañaron a los dragones de fuego que surgieron de la nada destruyendo las majestuosas torres. Gigantescos entes que se movían con torpeza lanzaban rayos destructores. Gritos agonizantes, de guerreros a doquier, resonaban en el campo de batalla. Muerte insensata, plagada de fuegos endemoniados, se confundía entre luchas encarnizadas de humanos contra máquinas. También percibí, en el fragor de la lucha, el deterioro continuo de amores perpetuos y suplicas sordas. Deseé, mediante mis oraciones y ruegos al todopoderoso, que todo terminara pero el exterminio se prolongó varias jornadas. Luego silencio, destrucción y tierra yerma.

Petrificado, y sin articular gesto que delatara mi angustia, observé el desértico páramo. Al fondo atisbé mi oasis y mi vetusta tienda y, en el interior, mi semblante amargo. Abandoné despavorido la caverna hasta alcanzar mi refugio y, una vez sosegado, pensé que se trataba de un sueño…

ALEX M. Diseñador. Guionista. Programador de I.A 5 :00 A:M

Despertó sudoroso, agitado, falto de aire. Abandonó la cama, precipitadamente, alcanzando sus vaqueros y su inseparable sudadera, con estampaciones del “Eddie” de Iron Maiden. Su esposa, en un duermevela, se incorporó apática.

-¿Qué te pasa?-

-El protagonista del proyecto se ha introducido, una vez más, en mi sueño. ¡Todo esto se está convirtiendo en una pesadilla !-

-Ah, es eso. Siempre pensé que éramos tres, tanto en la cama, como en nuestras vidas. Evidentemente, ésto me lo confirma.- Dijo con ironía.

-Tengo que bajar al estudio y modificar el final, o me volveré loco.-

– ¿Bajar al estudio? Pero si vives allí. Ese proyecto es tu propia existencia…el único sentido que tiene tu vida.- Le espetó, con un mordaz sarcasmo. Luego añadió. -¿ Y que vas hacer para cambiar el final.?-

-No sé. Algo se me ocurrirá-

-Haz lo que creas conveniente pero…¿Una pregunta, Alex ?-

-Dime-

-¿No te has puesto a pensar por un instante que, el protagonista de tu video juego, te envía señales para salvar nuestro matrimonio?-

-No digas tonterías. Tu nunca entenderás de inteligencia artificial por lo tanto no te preocupes y sigue durmiendo.-

Abandonó el dormitorio y descendió por una escalera de caracol, iluminada con pilotos amarillos, hasta un sótano. Cuando puso en funcionamiento su equipo apareció, en el monitor, un interminable y desolador desierto. Al fondo, la soledad del enviado y, en la pantalla contigua, su propio reflejo.

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