¡Hola Juan!

 No sé cómo estás, tampoco sé cómo estoy yo. Te escribo desde el aeropuerto de Johannesburgo, en vuelo hacia Maputo, tenemos dos horas de espera aquí, ni siquiera podemos salir del avión.

He decidido cambiar de escenario, buscar otros paisajes, otros problema; seguramente, mucho más importantes que los míos. Espero que todo se esclarezca en mi cabeza, dicen que una nueva perspectiva nos ayuda a ver la realidad.

Casi siempre coincidíamos. Todo auguraba un largo camino juntos, pero, aquel desgraciado domingo se torció la andadura.

Nuestra perrita, aquella viejita perrita de pelo andrajoso, siempre dispuesta a acompañarnos en nuestras largas excursiones, con la humilde alegría de estar viva y a nuestro lado, aquel día se fue; se despeñó por aquel barranco. Tu no quisiste bajar a por ella, era peligroso, dijiste, y además Maki ya estaría muerta. Nunca conocemos bastante a una persona.

Yo bajé por la difícil senda, recogí a Maki, murió en mis brazos. Más difícil fue subir con ella en brazos, con mi pena y mi decepción. Nuestro camino se bifurcó. No reconozco al hombre del que enamoré.

Sólo puedo decirte esto.

MR.

San Juan, 13

03737 Alicante , España.

 

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