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Querido Nacho: Recibí tu postal, te escribo desde mi tranquilidad y aun así no me es fácil describir lo que siento. Empiezo diciéndote que vivo con alguien que me ama incondicionalmente y que soy feliz. Estoy en Churín, aquel pueblito de aguas medicinales incrustado en la Sierra peruana, donde nunca me quisiste llevar y ya sé el por qué, esas aguas tienen azufre y fierro como lo tenías tú, pero en una composición más sensata. Qué felicidad compartimos, tú, la llamaste paz con sabor a brisa marina y gritabas que amarías por siempre los veranos en Lima. Yo que aún ignoraba  tu cruel  egoísmo, camuflado en lo que tú llamabas pasión, que sería la espina que nos separaría. Te fuiste sin caricias de despedida, una tarde sin sol, por eso sé que no suscribirás ni este texto ni mis palabras. Te debía esta postal, escrita desde nueva vida sin heridas.

 Lucía.

Destinatario:

Nacho de mis mañanas alegres
C/Altivez y orgullo, 100
Madrid (también)

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