Nordkapp. Acabamos de llegar en moto, después de cinco días cruzando Europa, hemos encontrado sol, lluvia, viento y nieve pero hemos cumplido nuestro sueño. Estamos apartados del grupo, depositando las cenizas de un motero amigo, Gabi, sobre unas piedras de la gran explanada, junto a la escultura de la esfera; el resto de las cenizas -y la cajita y bolsa de terciopelo rojo que las contenían- las hemos lanzado al mar desde el acantilado en el que vemos el sol de medianoche entre nubes que amenazan lluvia. El capitán de ruta nos llama y nos hace sentar en un banco a los pies del monumento del fin del mundo. Nos rodean todos los moteros. Mi compañero me mira, aterrado, ¿qué norma habremos infringido esta vez? El capitán abre un libro y nos habla de compañerismo, amistad, amor y rutas en común hasta el fin de nuestros días; mi compañero acepta, con los ojos llenos de lágrimas, yo también, emocionada, -aunque yo sí lo sabía-; nos pone los anillos, ato al manillar de la moto dos lazos blancos y vuelan a nuestro lado durante todo el camino de vuelta a casa. ¡Felices! Besos
Laura
Destinataria: Mamá
Calle del Amor
Mallorca
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