-¿Un cafetito? Lo ofreció mientras amontonaba los deshechos del recién celebrado banquete, apilando los platos y dando por finalizada la comida, pero no la ceremonia, abriendo camino a nuevas divagaciones.
– ¿Con dulce de acompañamiento? Sonreía pícaramente siguiendo la mirada de Diana.
– Desde luego… –respondió ella desde la cocina-, toda la comida dándome la tabarra y resulta que eres como ellos.
-¿Cómo quién dices que soy? Interpeló Antía despistada, sin prestar demasiada atención a las persuasivas intenciones de su compañera, acomodándose para las largas sobremesas que solía compartir con ella, deshaciéndose del sostén y cambiándose el vaquero por un pijama.
-Cómo quién va a ser, como los gallegos… Te pregunto si quieres café y me contestas con otra pregunta.
-¡Ahí tienes tu ejemplo! Antía pensaba que no era una buena oradora, le costaba enormes esfuerzos, ya no hacerse entender por los demás a la hora de desdibujar ideas complejas, sino comprenderse dentro de su propia cabeza. Sin embargo, su verdadero problema era su impulsividad, algo que en ocasiones Antía tomaba como la más bella virtud del animal de sangre caliente y en otras, le costaba extensos valles de lágrimas. Los gallegos – dijo Antía en uno de sus intentos-, deberían ser los mejores filósofos de este país: siempre dan la vuelta a cada pregunta y nunca paran de hacerlas, ergo, galeguiños sum. Puros existencialistas, finalizó con expresión de victoria.
-Ya…a eso lo llaman retranca, ¿no? Retranca gallega. Contestó Diana sin perder de vista la nota de humor.
-Qué retranca ni qué niño muerto… ¡método socrático! Eres demasiado académica. Deberías ser más flexible y dejar de lado esa manía racional de poner etiquetas a todo. En la diferencia está la verdad y esas malditas “esencias” tienen alas, no todo responde a un sí o un no. Eres una negacionista. Acuérdate del tostón aquél de las definiciones por negación: “Si no llevas un estampado de flores, no vas a la moda”. Es decir, que estás fuera de todo aquello que se considere moda, sociedad -dijo Antía a sabiendas de que ese no sería el ejemplo más adecuado-.
– ¿Negacionista, yo? Já, respondió Diana algo dolida por los supuestos consejos de su amiga. ¿Y me lo dice la misma persona que encierra un tópico dentro de una metodología?
-Bueno…todo tópico arroja alguna verdad, asumió Antía algo avergonzada y acongojada ante la actitud de su amiga.
-También son igual de reduccionistas que las metodologías, algo de lo que tú me acusas… No hay nada más elemental en los escasos planes de estudio que el concepto académico de “método socrático”. Mi intención al compararte ese tópico con la retranca, que no deja de ser otro tópico, era precisamente el de darte la razón. Según tengo entendido, o según entiende Google, la retranca gallega se basa en el sarcasmo y el disimulo, es decir, método socrático puro, pero expresado en forma humorística. Si quieres achacarselo a Sócrates, tampoco estamos tan distanciadas… eso de contestar a una pregunta con otra tiene algo de sospechoso también, excepto en que a pesar de la ironía que caracteriza el método socrático, quizá el mismo Sócrates carecía de comedia. Y, ¿sabes lo que eso significa?
-¿Que Sócrates no era gallego? Dijo Antía con una mueca como de bufón, tratando de quitarle hierro al asunto y asumiendo su precipitada acusación.
– No como tú, que a estas alturas no dejas de contestarme con preguntas. Significa que eres autoridad, te cedo el bastón de mando –dijo mientras extendía a su amiga una porción de tarta-. Y veo que vas preparada para la ocasión con ese estampado de flores de tu pijama… eres tendencia, pero has caído en tu propia trampa. Significa, además, que a pesar de que has tratado de dar un rodeo, has seguido jugando con las cartas que ya había sobre la mesa. Y te recuerdo, querida mía, que también dicen de los gallegos que nunca saben si suben o si bajan…
Antía se quedó anonadada por unos segundos, lidiando entre el juicio y el olfato. Sabía que el discurso de su amiga era impecable, pero ¡cuán difícil se le hace al ser humano tener que dar la razón al otro y encontrar férreas palabras para expresarse sin tratar de seguir sobreponiéndose al otro! Tan distinto a dar la razón como a los tontos…
-Sinceramente –continuó Diana- seré yo quien te aconseje ahora: esas criaturas a las que te vas a enfrentar en los próximos meses estarán más interesadas en que a Minie le hayan crecido las tetas, o en el último y polémico Twitter del futbolista más forrado o en cómo combinarán el próximo fin de semana…Háblales de la retranca, Antía. Cáptales, hazles ver que es algo mucho más cercano y palpable que un señor que vivió hace siglos.Llámalo cómo quieras, pero hazles ver lo eterno…
– Lo sé, Diana, lo sé. Antía interrumpió el fantasmagórico y burlón tono con que su amiga pronunciaba aquello de lo eterno. Lo sé, tienes razón, lo haré. Eso pretendía al hablar de tópicos, dar otro enfoque. Pero ya sabes que yo… al final siempre acabas convenciéndome.
-No te convenzo Antía, simplemente llegamos a ello juntas, hablándolo.
-Está bien, siempre acabas aclarándome las ideas. Contigo las conversaciones son como esa foto tan graciosa que anda por Facebook de lo que supongo será alguna taberna vasca, la del gym y ñam. Antía comenzó a reír ante la cara de estupefacción de su amiga, excombatiente de las redes sociales. Las fuerzas opuestas-siguió diciendo- lo duro de la gym-nástica de esta dialéctica, por el dulce ñam de tu tarta de queso.
-¿También vas a meter a los vascos en todo este embrollo…?
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