Está detrás de mí, ¿verdad? La siento.

No diré que es un espectro, significaría que no es real, que no está en este mundo; cuando te aseguro que mi percepción de su presencia es tan acertada como la de los objetos que me rodean.

Sigue ahí, impasible, no le importa que toda la vida de una persona se haya ido a la ruina por su culpa.

Nunca he sido capaz de imaginármela, pero conozco muy bien su carácter. Es de un frío insondable. Como el vacío incrustado en tu ser al contemplar la vuelta a la calma del agua, tras tirar aquello que ansiabas perder. La barca siquiera se mueve, por respeto a ese vacío; es el elemento más admirado y temido de la historia. Nada ni nadie osa contradecirlo, una vez lo ha conocido. Pues bien. De esa clase de frío estoy hablando. El frío que ni el silencio supera, ni el tiempo consuela.

Sé que está detrás. No es que la escuche respirar. No noto una masa de carne invadiendo mi espacio. Pero absorbe activamente mi oxígeno, como estar en un sótano asfixiante, inundado de plantas en plena fotosíntesis.

Si tú la puedes ver, dímelo, por favor. No porque necesite que corrobores mi certeza, sé que no soy una perturbada. Lo tengo demasiado claro como para que puedas venir tú a disuadirme con tus ideas de persona corriente de una vida al uso. Pero agradecería saber a qué me enfrento. Cada vez que me giro, está detrás, un eterna acosadora de mi sombra.

Una vez se lo conté a mi hermano, hace ya bastantes años. Me preguntó qué pensaba yo que querría. Y me di cuenta de la horrible realidad. Esta criatura no quiere nada de mí. Nada en absoluto. Mi hermano, que no la llegó a ver nunca, no quedó satisfecho y se alejó. Apenas hemos hablado desde entonces. Un muro de vacío se alza entre nosotros, como mera consecuencia de mencionar a la criatura.

Ahora acabo de perder el resto, por el rabillo del ojo se asoma mi habitación destruida, y no me atrevo a avanzar; tampoco a seguir un segundo más aquí. Hoy fue ese día. He decidido encararla. He arrasado con todas y cada una de mis pertenencias, esperando encontrar un mensaje, una señal, un trozo de su alma arropada entre mis papeles, camuflada entre los montones de ropa.

Hoy era el día de la verdad. Lo había marcado con varios subrayadores, edings, takers, tipex… a lo largo de muchos inviernos en cada uno de los calendarios y agendas y cuadernos que hayan pasado por mis manos.

Y la verdad que he descubierto no es otra que una Anti-revelación. La verdad es sólo un anhelo. Quizá sea este el significado de la existencia, que la respuesta que tanto ansías no sea más que una del montón. Cualquiera. Cualquier verdad es lícita ante unos ojos cualesquiera (¿por qué los míos iban a ser distintos? ¿Por qué iba yo a alcanzar a ver lo que cualquiera puede no ver…?)

No me animo a traspasar el umbral de mi puerta. Cuando salga de aquí, tendré que asegurarme de que la verdad queda sepultada bajo los escombros de mi identidad. Es la única forma que encuentro para olvidar que lo averigüé todo y retomar mi búsqueda sin fin. Pero la voluntad no llega todavía.

Tal vez me quede escuchando la melodía del sepelio.

¡…Chhhk!…

La voluntad no termina de llegar…

La cerilla prende sobre los papeles.

Por el rabillo del ojo, contemplo una llama extender su beso por los recuerdos de una vida.

Tal vez me quede admirándola un ratito más.

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