El príncipe en el calabozo

El príncipe en el calabozo

El príncipe en el calabozo

Parecía ser una noche interesante llena de luces, música y algunas bebidas. El príncipe había planeado tanto ese día. El día en que se acercaría alguna plebeya del reino para formalizar su compromiso y tomar el lugar que le correspondía en el reino. Su padre ya insistía en que iniciara sus labores como rey, para tener suficiente tiempo para instruirle. Él ya era un poco viejo.

En el palacio del príncipe preparaban la gran fiesta. El príncipe había ideado una forma en la que ninguna de las doncellas del pueblo se diera cuenta de que él buscaría a su futura esposa.

Que decía que dicha fiesta sería en honor al maravilloso día del “shabot”. Nombro ese día como el día de descanso obligatorio en reconocimiento por esfuerzo de todos los campesinos durante el periodo de riego.

Todos sabían que el palacio ofrecería comida, bebidas y música. Las arpas, violines y guitarras del reino se ofrecieron a ser usados por los mejores músicos.

Y así, el día del shabot llegó. El rey abrió las puertas del palacio.

La fiesta empezó y a las pocas horas el príncipe llego en un caballo negro con vestimenta de plebeyo. Paso desapercibido y se sentó en una mesa cerca de la fuente principal de palacio. Todos agradecían ente murmullos al rey por la fiesta y el otorgamiento del “shabot”; día de descanso.

Pero después de unas copas la fiesta empezó a tener más tono cotidiano y los campesinos, doncellas y plebeyos actuaron como en casas y cantinas del pueblo.

El príncipe espero un poco y se acercó a una mesa frente a la de él. Donde estaban dos hermosas plebeyas. Una de ellas deslumbro con sus ojos al príncipe y la otra paso solo como un destello sobre la mirada del príncipe.

Las palabras empezaron a ser fluidas entre el príncipe y las doncellas y él se ilusiono al escuchar la hermosa voz de la doncella de ojos lindos, entonces cuando el príncipe decidió invitarla a salir del palacio para declararle su propuesta de amor.

Él ya estaba casi seguro del encanto que parecía haber entre ellos. Esperando esa magia que sabía que existía en esta vida maravillosa. La invito a que lo acompañara. Pero ella se negó.

Al poco tiempo cambio miradas con un campesino frente a su mesa. Ella se paró de su lugar y siguió la seña del campesino para invitarla disfrutar de sus labios.

El príncipe sintió la desilusión de conocer “el valor real de las perlas cuando no se encuentran en su tesoro” Sentir que deseas a alguien por lo que crees que vale sin entender que el valor se lo darás tú.

El hecho de que el príncipe se haya quitado su túnica y su corona lo convertía en un campesino más del pueblo. Para poder agradar a alguna doncella, él debía acercarse un poco más, conocerle y valorar sí en realidad era ella la doncella que deseaba para él.

Parecía que el príncipe había tomado una mala decisión, estaba en el lugar equivocado. Era casi imposible encontrar en la fiesta a la perla que buscaba.

El príncipe sintió el aire de aroma a rosas que dejo la plebeya equivocada. El aroma a la doncella de ojos lindos.

Por un momento olvido que en ese panorama estaba otra doncella amiga, cuando se percató, noto que un plebeyo se acercó a molestarla en repetidas ocasiones.

El príncipe era muy cortes, valiente y justo se enfurecía cuando alguna persona se aprovechaba de la situación o del poder que creían tener para amedrentar o abusar de otros.

Fue por eso que enfrento al plebeyo, pero se percató en ese instante. que él no era nadie diferente a un campesino, pues había decidido deshacerse de su espada para perderse entre la fiesta.

El plebeyo desconociendo la identidad del príncipe insistió en molestar y derramo su bebida sobre la mesa, con la intensión de mostrar su interés por la doncella y su furia por no amedrentarla, ni haber podido obligarla a irse con él. El príncipe se encendió de coraje, se paró tumbando la mesa y asustando a los invitados. Un aire de ira soplo desde el ventanal del palacio hasta la mesa en el suelo.

El plebeyo se fue contra el príncipe a golpes. El príncipe respondió y empezó un drama de golpes, gritos y sangre. Los guardias del palacio corrieron a calmar la pelea y se llevaron a ambos al calabozo.

Perdido entre su falta y lamentando sus actos el príncipe paso ahí una noche hasta que pudo avisarle al rey para que lo sacara de ahí.

La mañana siguiente, después de pasados los tragos de alcohol. Abrió sus ojos al sentir unas manos acariciando su rostro golpeado. Era una sirviente del reino quien se había colado a su habitación al enterarse de tal desgracia. Preocupada por su salud y por su corazón, calentó un poco de compresas de agua para bajar la hinchazón y el dolor de los golpes que recibió el príncipe.

El príncipe había cometido el peor de sus errores. Disfrazar su identidad real intentando encontrar una princesa entre plebeyos, música, luces y alcohol. Cuando en realidad la princesa que el buscaba; era una doncella sirviente del palacio, que le había amado toda su vida en silencio. Quien amanecía cada ocasión sobre su cama limpiando su cara de golpes o lágrimas. Recogiendo los pedazos de su corazón como vidrios bajo el tapete del gran palacio. Ordenando sus fiestas para que el príncipe fuera feliz al ver su capricho realizado y así terminaba siempre limpiando los destrozos hechos.

Y así una vez más sin que el príncipe lo notara, la doncella sirviente recogía pedazo a pedazo el corazón y la ilusión rota del príncipe, tras el día del shabot…

Agradezco al joven que compartió su historia conmigo y me disculpo por publicarla. Espero que esta versión le parezca más linda que la real.

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