Pienso, me ensimismo; y reflexiones e imágenes me invaden.
Llevo algún tiempo en este mundo. Lleno de conflictos, de sueños, de interrelaciones.
¿Nuestro paso por aquí es efímero?
¿Dejamos alguna huella?
La muerte, ¿es el mayor límite de todos?
Hace poco leí Siddhartha, que plantea que somos parte de un río, donde el agua corre, pero siempre está.
Donde nada se pierde, todo vuelve a formar parte del ciclo.
Hay nombres que marcan la Historia. Hombres que ganaron la inmortalidad. Homero, Platón, Shakespear, Descartes, Hegel, Marx, Los Beatles, el “Che”, Godard.
¿Es por su mérito? ¿o es gracias a un mérito colectivo y el hombre busca rendir culto a una figura individualizada?
Pasiones
Uno de los sueños más placenteros que tenemos hombres y mujeres es el de volar.
El hombre, movido por sus ansias, lo ha conseguido, sacrificando incluso su vida.
Las mismas ansias que llevan a los hombres a luchar por su libertad, por sus principios. Por hacer de su vida algo individual, y colectivo.
Pulsión de vida y pulsión de muerte.
El hombre también se autodestruye individual, y colectivamente.
La historia también está marcada por guerras.
Una de las primeras y mayores obras literarias, cuenta la tragedia de una.
Y el siglo XX, así como fue testigo del viejo sueño de volar, ha sido testigo de las más violentas guerras. La primera, la segunda guerra mundial, y la guerra fría.
El mundo estaba al pie del cañon. Así como se globalizó para intercambiar bienes, cultura y comunicarse; tenía diferencias que parecían no poder superarse.
Hoy vivimos una vida vertiginosa. Productos de una tecnología que quizás era imprevisible, se mezclan en la TV con imágenes de muerte, catástrofes y pobreza. A pesar de los avances de la ciencia, la salud, la educación; a pesar del incremento del turismo, a pesar del fortalecimiento de las democracias, la gente está disconforme.
¿Cuántos se plantean vivir una vida auténtica? ¿Qué es vivir una vida auténtica?
Parece que hay patrones ya marcados en la vida moderna: Hacer el primario y el secundario donde te amoldan, mientras tus padres trabajan tanto que no tienen tiempo para dedicarte y lo suplantan con cosas materiales. Salir del colegio y sin perder tiempo buscar una carrera, y trabajar al mismo tiempo. Comprarte la última novedad, conseguirte una pareja con un cuerpo también amoldado. Ahorrar, comprarte un auto, formar familia, ser la autoridad del hogar. Subir puestos en el trabajo. Consumir cada vez más. Llegar a viejo y morir sin dejar nada.
No todo eso está mal, pero la vida moderna te pide ser todo el tiempo productivo o consumidor. Ya no te aliena solo en el horario laboral sino también en el horario de ocio. Y las preguntas por saber quién es realmente uno parecen no tener lugar.
¿Qué precio pagamos al adaptarnos? ¿Sacrificamos parte de nuestro ser, de nuestros deseos, de nuestros sueños? ¿Qué opción nos queda si no?
No tengo la respuesta, solo son preguntas que me formulo, y eso ya es algo.
También es parte de la modernidad romper con los viejos esquemas.
El pueblo ha abandonado la vida en el campo y ha emigrado en masa a las ciudades.
Y en un extremadamente corto período de tiempo la humanidad ha visto un cambio más drástico en su forma de vida como nunca antes.
También estuvo el marxismo, y con él, la crítica de raíz de este sistema. Lo que pasó entonces no logro comprenderlo. La experiencia en Rusia, el mundo dividido en dos. La Guerra Fría, las persecusiones y torturas de uno y otro lado. La caída del muro de Berlín…
También están los que plantean que el cambio está en uno mismo. Ser el cambio que queremos ver en el mundo. Volver a acercarnos a la naturaleza, al amor entre nosotros, a buscar una forma de vida en el arte. Pero esto, ¿se puede hacer realmente? ¿Podemos vivir contra los patrones de la sociedad sin sacrificar nada? Esto, ¿es solo la suerte de algunos que ya nacieron en un hogar algo privilegiado?
Y también hay otros, que prefieren evitar estas cuestiones y las grandes preguntas, por una vida de confort. Sacrificar su individualidad y seguir el rebaño. Consumiendo la última novedad, siendo la tele su Dios, que le dicta su forma de vida. Un reflejo de lo que debe ser.
Preguntas.
Tampoco se si existe la verdadera respuesta. Está en uno hacerse o no sus propias preguntas, y esta en uno y su experiencia las respuestas a las que llegue. Capaz lo que debemos es el respeto. El respeto a que cada uno recorra su propio camino, y si dos de estos se cruzan, ayudarnos en lo que podamos.
Es la única respuesta que encuentro ahora.
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