Era frío y soledad lo que aquella noche de domingo proyectaba
Fuera de la urdimbre sonora que ataba la caída de las gotas
Asomaba la presencia de un joven arropado por una manta
Hijo, estudiante, novio, colega, padre, empleado, ciudadano, hombre y amigo
Eran los títulos que en aquella tela habían bordado los mortales
Mientras que el choque de los prismas callaba la mente del soñoliento
El cuerpo no podía evitar percibir la humedad que filtraba la cobija
La huida y la evasión de la tormenta resultaba inútil frente al ímpetu del aguacero
Paso a paso la ansiedad por estiaje y calidez ascendía de los pies a la cabeza
Y tratando de arropar la desnudez sobrante, la cobija se hacía insuficiente
Abrazar las piernas agachadas se tornaba una inminente decisión
Inevitable para el muchacho era, el quedar en tan desfavorable situación
Junto al ascenso de los temblores, la caída de los grados se hacía terminante
Y la perturbación de un mundo entero, en primera fila, la vastedad del vacío observaría
Solo así por fin, frente a sus ojos, revelada una pequeña figura quedaría
Bailando y cantando, mientras con un balón se entretenía
Aparecería un bienaventurado y pequeño «jinete», el chiquillo apuntaría
Con una voz similar a la del desafortunado y miserable
Aproximándose, él pequeño campeón haría la siguiente interrogante:
«¿Quieres jugar a los gladiadores?»
«¿A los gladiadores?» el joven desesperado interrogó
y siguiendo la charla al pequeño, esta frase de su boca escapó
«Déjate de juegos o la tormenta te arrasará, usa rápido esa capa y protégete o sufrirás»
«No eres divertido» el pequeño respondió
Y con «mi capa es para volar» la charla continuó
Mientras el chiquillo giraba y jugaba a su alrededor
Solo asombrado podía quedar aquel joven con pudor
«¿Cómo era posible?» Para sus adentros preguntó
Que tal pequeña criatura, inmune al frío y sufrimiento frente a él, apareció
Mientras que el joven temblaba, el chico alegre y vigoroso saltaba
Y un brillo incandescente en la oscuridad de la noche, sus ojos reflejaban
Era imposible esta posibilidad, ser tan brillante no podía existir en tal oscuridad
Estupefacto, esperando de tan fría pesadilla despertar
Rompía la cobija en sus asimientos desesperados por seguridad
Cuenta él miserable no se daba, que con su propia protección él terminaba
Tal era su pesar, que de este círculo vicioso le era improbable despertar
Y siendo testigo de tan horrible indefensión
Valiente aquel pequeño frente al abismo se afirmó
«Quédate atrás que yo te salvaré», fueron las palabras que de su boca salieron, yo diré
Con una espada de arandú y una armadura de papel
El pequeño aventurero frente al universo entero, postró su pie
Una lucha, una tormenta, una posibilidad imposible se presentaba
Pues así fue como la proyección de la noche del domingo, errónea se quedaba
Si, frío hubo desmedido y por montón
Pero la soledad por su ausencia, aquella luna iluminó
Así fue como el bordado de la capa, el joven desplomado finalmente vislumbró
Los temblores, opuestos al ascenso de los grados se encontraban
Cuando de la inutilidad de su manta rota, cuenta el joven agarraba
El frío de los prismas la frescura remplazaría
E imponente el momento de su ascenso, al abismo acobardaría
El joven y el niño, dos caras de un hecho humano se mostrarían
Mientras el cobarde levantándose ascendía, su mundo entero examinaría
Vio un inicio en donde creía, un cosmos terminaría
Solo un vistazo bastaba para que su visión completa se volteara
Pues al ver sus manos y su ropa, arandú y papel su vigor naciente evidenciaba
El terminar la noche del domingo, el amanecer del lunes presenciaba
Pues «Yo» el título de su capa, se mostraba.
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