Dolor , corta palabra con la que nombramos un sentimiento tan complejo como intrínsecamente unido al ser humano en su definición más emocional, tan complejo que cuando indagamos en su significado encontramos definiciones como: sentimiento de pena y congoja, sentimiento de profunda tristeza .. con sinónimos tan duros y despiadados como suplicio, tormento,calvario… Y sin embargo, hemos sido capaces de resumirlo solamente con cinco letras.
Palabra condenada a la extinción en nuestros días, no porque seamos incapaces de sentirlo o hayamos conseguido el remedio para ser inmunes al sufrimiento que nos genera, sino porque vivimos en una sociedad que nos programa para negar su existencia aunque nazca en lo más profundo de nuestro ser y solo el mero hecho de expresarlo nos convierta en seres estigmatizados o en esa definición que ahora esta tan de moda : una persona tóxica.
El dolor es un poliedro con multitud de caras y a pesar de ello solo se nos permite usar una de ellas, solo es políticamente correcto expresar nuestro dolor cuando perdemos a un ser querido, ahí si se nos permite expresar nuestro dolor sin ser juzgados, quizás porque es más fácil y más cómodo para nosotros sentir lástima del otro que empatía. Porque la lastima no duele y la empatía forma parte de una de esas caras del poliedro llamado «dolor» que queremos evitar.
Vivimos en un mundo tan alienado por el vivir en constante felicidad que prácticamente se nos ha negado experimentar dolor y si lo sentimos lo reservamos para nuestra más profunda intimidad mientras que la felicidad y alegría tenemos la imperiosa necesidad de compartirlas con el mundo, y nuestras redes sociales se convierten en un escaparate ficticio de nuestra realidad .
Pero al igual que el mar golpea la arena con sus olas la vida nos golpeará y lo que debería ser algo natural se convertirá en un proceso doblemente dramático; primero por el dolor emocional intenso que sentiremos y en segundo porque no podremos expresarlo ni demostrarlo.
Ante una persona que sufre lo primero que hacemos es diagnosticarla con depresión, sin embargo, obviamos la realidad más evidente, para que una persona que realmente sufra depresión no tiene porque existir una causa real para su sufrimiento.
Y aun así, si una persona expresa su dolor aunque exista una causa más que justificada no nos importa, damos por hecho que sufre depresión, la enviamos al psicólogo y la medicamos para evitarle algo tan natural como es la tristeza. Somos incapaces de respetar el dolor ajeno, lo menospreciamos y pretendemos que con una pastilla la persona entre en «razón» y vuelva a ser feliz.
No nos faltaran los consejos de los nuevos gurús de la resilencia, resilencia otra palabra tan de moda que no es más que un sinónimo de resignación. Pero el término resignación nos acerca al dolor , nos recuerda que el sufrimiento está ahí, es una palabra dura y la desechamos, preferimos usar una palabra que nos suene más amable, que aunque su significado sea el mismo, nos suene a entereza y felicidad, soy resilente y por eso soy feliz pase lo que pase…
Para convencernos de que el dolor no es natural que debemos de vivir en un mundo feliz nos bombardearan con frases absurdas para convencernos que tienes que adaptarte y ser feliz sea cuales sean las circunstancias.
Una de mis frases absurdas favoritas es :»Se como el junco que se dobla por el viento pero no se rompe», todo el mundo la aplaude, publica y repite esta frase hasta la saciedad sin ni siquiera detenerse a pensar que si el junco se dobla es porque lo necesita para sobrevivir. Doblarse es precisamente lo que necesita una persona que sufre, necesita expresar su dolor, llorar y desahogarse. Necesita vivir el duelo de su dolor.
Sí, el duelo del dolor, porque si para superar una pérdida necesitamos superar un duelo, porqué no aplicar ese duelo a las otras caras del poliedro, al fin y al cabo son parte de mismo elemento. Y si un duelo nos permite superar una perdida también nos ayudara a superar cualquier tipo de dolor emocional.
La pérdida de alguien querido es una de las experiencias que más dolor psicológico produce. Sin embargo, las experiencias dolorosas, son diversas, tienen miles de matices diferentes pero todas nos afectan emocional y cognitivamente y deberíamos enfrentarnos con las mismas armas con las que nos enfrentamos a una perdida, porque el dolor emocional es dolor emocional, no importa la causa, lo realmente importante, es la capacidad de reconocerlo, expresarlo y superarlo. No le demos la espalda, no seamos resilentes, no nos neguemos vivir el dolor, aprendamos a respetarlo y a entenderlo como parte de la vida porque solo comprendiendo su naturaleza y experimentándolo conseguiremos superarlo y no simplemente ocultarlo convirtiéndonos en autómatas que viven una felicidad ficticia que desemboca en una labilidad emocional constate que nos lleva a cambiar rápida y abruptamente en lo referente al estado emocional sin saber el porqué nos ocurren estos cambios a nivel anímico.
Si aplicáramos al dolor emocional, sea cual sea su origen, la teoría de las cinco etapas del duelo y nos decidiéramos a experimentar cada una de ellas, no nos haría falta adaptarnos al dolor como nos indica la resilencia o la resignación, sino que el dolor emocional pasaría a formar parte de nosotros mismos como sucede con la muerte, vivimos sabiendo que vamos a morir y eso nos impide ser felices porque lo asumimos como algo natural, que forma parte del ciclo de la vida, si lo hacemos conseguiremos vivir una vida más real y más plena y experimentaríamos una felicidad natural no forzada.
Porque nuestra existencia lo queramos o no es una autentica dualidad,: la vida y la muerte, la felicidad y la tristeza, lo físico y lo espiritual…
No olvidemos que para que exista la luz debe existir la oscuridad, por eso cuando nos negamos a padecer la tristeza nos negamos la posibilidad de disfrutar y sentir realmente la verdadera felicidad.
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