LLUVIA DE IDEAS SOBRE JARDINES DE ASFALTO

LLUVIA DE IDEAS SOBRE JARDINES DE ASFALTO

Vicen Garcia

16/05/2017

Sucumbí a un embriagador éxtasis como aquel que provoca el primer trago de un refresco en una calurosa tarde de verano al contemplar la posibilidad de participar en un sugerente y evocador concurso de relato filosófico. En mis años del Bachillerato, había aprendido a amar la filosofía por su influencia en el desarrollo del criterio propio a través de la reflexión que parte del pensamiento crítico, a mi modo de ver indispensable para entender la vida. Y aún desconociendo como desarrollar un tema concreto, una incesante lluvia de ideas divagaba entre multitud de espontáneas inspiraciones a lo largo del día que tras provocar una explosión eufórica se desvanecían tan rápidamente y con la misma intensidad con que habían surgido.

Atenta a cualquier estímulo interno o bien externo en que pudiera inspirarme para desarrollar el relato, recorría las calles de la gran ciudad. Escuchaba inspiradores fragmentos de conversaciones en el autobús, en el parque, en la cola del supermercado…
Observaba la vida.
Y aún a pesar de que cada historia merecía el comienzo de un relato, ninguna merecía ser excluida porque no hay mayor relato filosófico que la observación de la vida misma.
Y tomando como inspiración la vida cotidiana pongo mi atención en las personas, en los sucesos, en las reacciones, en los malentendidos y en la dificultad de sobrevivir en una sociedad dominada por la confusión, donde la palabra, que es nuestro medio de comunicación, se vuelve en nuestra contra, convirtiéndose en una fuente de malentendidos porque hemos perdido el don de la observación dejando que se interponga el juicio entre lo observado y una multiplicidad de interpretaciones que están sujetas a la percepción del mundo de cada individuo, a su estado interior, sus criterios, valores, vivencias y momento existencial.
Se habla pero no se escucha. Se escucha pero no se entiende. Percepciones erróneas de uno pasan mediante la expresión verbal a la mente de otro como afirmaciones de sus propias convicciones equívocas, ajenas a la observación objetiva del mucho más inequívoco lenguaje no verbal. Y en este punto es en el que nos percatamos de la dicotomía entre el verbo y el acto. Sorprendidos. Por la inutilidad del primero. Y he aquí el momento en el que iniciamos la búsqueda de explicaciones extraordinarias para tratar de entender algo tan sencillo como lo es la futilidad del verbo. Y buscamos explicaciones extraordinarias porque lo desconocido nos envuelve en una sugerente y abrumadora fascinación frente al hastío de lo conocido y obviamos el detalle de que también se convertirá en conocido y cercano.
Y de repente un día nos percatamos de que:
Todas las personas “son raras” miradas de cerca.
Ningún tiempo anterior fue mejor, a pesar de los esfuerzos de la memoria por desvirtuar nuestros recuerdos.
Para entender el mundo primero debes mirar dentro de ti.
Y es en este instante cuando intuimos que las personas actúan más por ignorancia que por maldad, que en el control de nuestras tendencias reside la verdadera libertad sobre nuestros actos; que es el origen, la repercusión y la finalidad de nuestras acciones lo que determina su valor moral, que nada es para siempre y que el mañana empieza hoy.
Porque: “NO SOY TODO LO QUE VES PERO TAMPOCO VES TODO LO QUE SOY” (Atribuida a Mahatma Gandhi)
Y ahora es cuando te veo, y me veo, sentada, leyendo esto, cabizbaja y taciturna,
levantas la vista y me sonríes, sin embargo tus ojos lloran en silencio. Tu mirada es limpia como la de aquel que ha comprendido las verdades más profundas de la vida.
¿Y quién soy yo para juzgar tu dolor y tu forma de encauzarlo? Si no he presenciado tus batallas y aunque me haya alegrado con tus victorias y entristecido con tus derrotas, no he sufrido tus heridas y apenas puedo vislumbrar tus cicatrices…
Y entonces me pregunto si ser más consciente te hace más feliz.
Tan solo puedo intuir que forma parte del camino.

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