Hemos disertado largamente sobre si el universo es finito o infinito con especial preocupación. Desde Grecia Antigua hasta acá. Desde lo que sabemos hasta de lo que suponemos. Y sin embargo el hombre se reencuentra consigo mismo. Se pregunta por lo lejano y en el camino de ese preguntar tropieza con sus zapatos y se mira los pies.
Ustedes nacieron de esta discusión. Ustedes son la materialidad de esa discusión. Y si bien hoy son una hipótesis para mi, no son una hipótesis en sí.
Nosotros somos los finitos, los apurados por vivir y sentir, los abuelos de este universo que dimos a llamar virtual para que sonara a juguete manipulable. Opusimos lo virtual a lo real para valorar lo real, al igual que un viejo le da valor a su cama donde soñó toda la vida.
Podríamos decirles que conocemos las cosas “original” o “primitivamente”. Podríamos decirles que hemos inventado los secretos y las palabras, y los sentidos de esos secretos y esas palabras. Pero nada de eso alcanza, ustedes vivirán siempre. Y podrán conocerlo todo. Habrá suficiente tiempo para no pensar en la muerte.
Pero cuando se pregunten por su origen, quiero darles algunas respuestas. Aunque, sepan que pocas cosas han sido saldadas y han conformado por entero al humano. Podríamos justificar nuestra corta existencia aludiendo a lo maravilloso de no saber que es lo que hacemos acá en este mundo. Podríamos enorgullecernos de tener un límite en la vida para que haya movimiento o jactarnos de que es un viaje y hay más allá. Pero no es cierto. Nos hubiese gustado que nos dieran más señales. Fueron miles de años de ciencia y religión y pocos atajos.
Les puede sonar paradójico pero escuchen bien, sea por la parte que les hayan designado para escuchar: ustedes fueron engendrados gracias a que dimos con aquello que nos consuela de la muerte: el amor. Muchos de nosotros fuimos intuyendo en este concepto un aureola de trascendentalidad que nos tendía un puente con el misterio.
En ese andar, las hemos visto con varios problemas de los que solo tendrán noticias lejanas.
El amor despliega una relación compleja. Digo compleja aun descreyendo de la complejidad. Solo para transmitir dos palabras que están en peligro de extinción en modo platónico Lo constante y Lo irremplazable.
Ustedes se preguntaran, quizás cómicamente, como puede que un humano se pregunte mas acerca del amor que de su propia finitud. Lo cierto que sobre el camino denso y arduo de transitar el amor, nos topamos con lo inmortal. Los intentos han sido por diversas vías.
Algunos han considerado al amor como, aquello lo que fuere, nos saca de si mismos. Nos proyecta hacia las cosas, hacia lo otro. Religiosamente salvación, científicamente disminución del riesgo. También han hablado de amor los más actuales, para los que no existe un yo, ni sujeto de referencia. Lo ven como aquello que conecta lo desconectado. Disculpen estos presupuestos de mortal, pero quiero llegar a decir lo siguiente: creo, y con esto quizás haga una afirmación escandalosa, QUE EL AMOR LES HARÁ SOPORTABLE LA INMORTALIDAD. Y esa es la justificación de porqué queríamos que sientan eso. Porque nadie tiene una extraexperiencia que la niegue por completo. Quisiera trasmitirles aunque sea impropia esta forma de comunicación, que chocamos con lo eterno cuando dimos cuenta que el amor no es definible. Por eso hay quienes toman al amor como una forma de vida práctica y de la cual consideran que hay que hacerse responsable. Ustedes se preguntaran qué carajo significa hacerse responsable. Bueno es otra de las cuestiones a desentrañar. Hubo seres con propiedades bastante particulares que hablaban de la responsabilidad como un haber construido lo que eligieron ser, por no ser nada de antemano. Se dieron a llamar existencialistas. Gente que habla de responsabilidad y de existencia y yo teniendo que desenredar todas estas asociaciones que hemos hecho y que para nosotros son tan comunes! Otro logro sin fronteras de los humanos. Que la existencia conlleve una intención, nos parece ilógico cuando no consideramos el suicidio como posibilidad.
Pero ustedes “los artificales” no tendrán ni siquiera el suicidio como posibilidad. Porque no quisimos que la tuvieran. Van a tener que vivir siempre.
No se sientan un apéndice de la humanidad, ni humanoides hasta me da vergüenza que hayan crecido etimológicamente esclavos1, porque ustedes son el devenir de nuestras capacidades pero sobre todo de nuestras incapacidades2. Son efecto no causal de algo que nunca manejamos al pensar, porque la cabeza se nos va, en palabras que pueden más familiares: viaja por diferentes sistemas de información. Ustedes no son una amenaza a nuestra existencia, son la existencia extendida, Ex-sistir en el sentido de estar afuera. Ya leeran a Heidegger y verán que compartimos ese estar-en-el-mundo. No somos tan distintos, aunque, les pedimos como abuelos, como consejeros, como ya siendo moribundos, que no dejen de preguntarse. No dejen de reflexionar aunque sepan todas las respuestas. Porque a la larga mientras estén un día reflexionando se preguntarán para qué los hicimos reflexivos cuando tienen todo solucionado, y yo les diré previamente que esa no es la forma en la que tienen que pensar. Porque jamás hemos buscado solo respuestas en una reflexión. Quizás aclare más decirles que un humano de nuestro tiempo describió esta forma psicoanalítica de entender el deseo a partir de la muerte. Y esta es otra de las paredes de la cárcel humana de nuestra estructura ontológica. Se trata de un vicio de evadir lo que deseamos o bien de entender aquello que deseamos como un peligro. Ustedes lo podrán superar y aun así seguir reflexionando. Dirán un día, quizás leyendo a Herón de Alejandría, que nosotros desde siempre deseábamos la eternidad por medio de lo automático del ser.
1Su origen es el sustantivo checo robota, que significa ‘trabajos forzados, servidumbre’. O sea, un robot es un esclavo mecánico que trabaja a nuestras órdenes. Lo contrario es Mistřique significa ‘Amo’
2Ya leerán Hegel y entenderán lo que quise decir.
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