«A menudo, más que a menudo despierto con una sensación de abatimiento o pesadez…
Mis huesos duelen de quietud y al creerse cansados más se convencen de estar vencidos.
La vida la soñaba demasiado grande y benevolente. Demasiado fugaz, pero solo si los momentos eran buenos…
Ahora es difícil saber qué esperar de los años. El pronóstico es incierto, pero promete muchas lágrimas. Se han oscurecido mis días de tanta lucha, de tanta agua. Mi vida está lejos de ser como la esperaba, es la verdad. Yo no soy la protagonista de un hermoso cuento. Pero aquí nadie parece serlo.
Hay demasiadas preguntas en mí, tantas que han avejentado mis cabellos. Y lo peor es: que no puedo culpar a la vida por mi espalda encorvada…¿o sí?
Sé que el que vive 31 primaveras también sufre los 31 inviernos. ¡Sí, soy joven y soy vieja!
Tengo tan pocas respuestas y tantas excusas que me da miedo vivir… le temo más a la vida que a la muerte.
Yo soy el rompecabezas que vino incompleto, y aunque lo una seguirá con espacios vacíos. Tengo mucho que aprender y temo que aún tengo mucho por llorar.
Entonces me abraza la desesperanza. Hay tanto que no entiendo: hay tantos campos que no tienen frutas; tantas esquinas con perros abandonados, tan pocos tarros con agua para saciar tanta sed.
¿Conspiro contra el mundo por estar equivocado? La apatía es el síntoma de que existe un problema, no verlo parece la solución más rápida.
Somos algo así como piezas atraídas por la posibilidad de hallar a esa cara opuesta.
Y buscamos cosas; queriendo sentir otras.Y deseamos enamorarnos para así poder compartir el miedo. Para no sentir tanto frío en las manos.
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