…, subiendo la escalera y tras la pálida noche, lo cósico se manifiesta de facto en el hombre, y ello como una aparente realidad sorprendida. ¡Có-si-co!, ¿c-ó-s-i-c-o?

El hecho en un momento dado se intenta resolver en una esfera y ella con nómina de «atmosfera (sin tilde por favor y tachada con una X) blanca, y azul».

Universal la tal esfera atmósfera para intuir decires, de como el tiempo, y el espacio muestren en el ser del Ser, una ευδαιμονια; también una sorpresa, (¡OH!) y en todo la (determinante) evidencia de la inconquistable felicidad ética nicomáquea.

Un «ad»-vertir, un «de» de el devenir que en la rapidez del reloj marque un hacerse bolillos en el tal «ad». Pregunta, ¿?, pregunto, en la (determinante) noche y en su embriagador perfume a jazmín, uno intuya nada, ¿Nada?, y ella como nubilada.

Ad-jetivo en forma femenina en el que determine al la, y desde ella una pregunta para intentar conquistarme a la hora de decirme: ¿quién soy?, ¿qué de que?, ¿por qué de ser, ser?, ¿es la existencia en sí, lo sí? ¿lo tal? ¿el ser?, lo ser que me envuelve y me embarga – anonada…

En el día, y tras el descanso agarrotado, y en el que la materia se levante con roces aterciopelados, me muestre decir en la luz del día, su luz, una luz nueva, germen semillero a nuevas preguntas: ¿que soy desde el ser que soy?, soy miniatura, soy pequeño y sin escalera, bajo y sin peldaño, optimista y pesimista ético con ad-jetivo de religioso en el tal hecho que quiera mostrar en ello lo cósico para hablar de un universo el el pluriverso ¿?…

Toda una palabra compuesta de tres sílabas en las que las tres difieran.

Có… C´…

Si… S´…

Co… C´…

Será así, tendrá que ser así, y bajo su juego, siendo el mismo el del lenguaje, un lenguaje fuera de la empíria en donde en su cambio posicional muestre otra aptitud a la hora de desentrañar lo tal para hablar de:

Si… i

Có… ó

Co… o

El ad quede entonces para que dé y pueda tener legibilidad la tal oración como decir: si en la preposición, «el«, de muestra de una proximidad, una dirección, un final admirar en la tal clase de palabra, una variable invariable en la que el elemento me dé un término lingüístico y ello para poder no describir, ni tampoco escribir en el tal «ad»-verbio querer negar lo algo de la cosa y ella como real.

Así, la razón intenta dar razón del facto fuera de razón, sin poder llegar a dar un «ad» de representaciones empíricas del tal hecho metafísico.

El facto como humano a la hora de decir; humano demasiado humano. Donde el tal hombre esté desnudo sin cachivache variable invariable. Así me encuentro para intentar distinguirme del hecho al querer intentar negar lo acertado y ello denominando «ad» a la tal cosa. Irritado, y aconsejándome que la razón nada tiene que ver con el hecho, si intentará describir el hecho, y este cosificarlo, entonces el mismo desaparece; al igual que la noche descansa con el alba y manifiesta en el ad la nueva dirección, y en el mismo una proximidad que quiera buscar de nuevo en otra escalera que me lleve de nuevo a admirar el tal «ad».

ignaciano

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