I
Era un pensamiento,
una sombra proyectada.
Era un alma sentada
mientras la brisa acariciaba.
Era un pensamiento,
y era también un sentimiento,
que empezaba a brotar del alma,
poco a poco, en cada encuentro.
Era más que eso,
era ya un alma abrazada,
que gracias a esos encuentros
se hacía cuerpo…
al ver como el sol besaba las aguas
cada tarde en la playa.
II
Hoy te veo y siento
tu aliento mi vida,
a pesar que el viento
acaricia mis mejillas.
Es tan perfecto
y no lo entiendo…
me alejé de la rutina,
cómplice que a escondidas
me arrastraba a las orillas.
Pero hoy te siento.
Hoy te veo,
y aunque estoy despierto,
me entristece abrir los ojos
porque solo es un sueño.
III
Vuelve a vibrar tu voz a lo lejos.
De entre las orillas del que fue
nuestro firmamento, anuncias
tu regreso y me acerco.
Me acerco a las caricias
y a los besos, que al tiempo,
aprendimos a ser nosotros
y no ellos.
A recordar aquellas tardes
que acostumbrábamos perdernos,
y a ver como entre cuerpo y cuerpo
era difícil ya reconocernos.
Éramos el universo.
El perfecto encuentro y explosión.
Como la vida misma, tan violentos…
y el más macabro juego escrito
en un tierno verso.
Todo eso éramos, pero ya no…
solo es algo que pasó.
Cual trueno al cielo rasga
por la expansión que el viento carga,
tu recuerdo al corazón resquebraja
porque aún siento oír tu voz.
IV
Déjame recorrer
tu extraña sensibilidad
otra vez.
Deja que en
mis palmas se refugien
tus ansias.
No te apures,
que los suspiros a su tiempo
llegarán.
Y asimismo,
tiempo al tiempo,
cuando decidas,
lo olvidarás…
V
Correr a tu encuentro.
Sin que nos vean.
Sin levantar sospechas,
aunque las ansias te impulsen
como fiera hambrienta.
Correr a nuestro encuentro;
tierra donde no me importa caer,
morder el polvo,
ensuciarnos el uno al otro
o desconocernos…
porque encontraremos algo nuevo
que encienda las ganas
de vernos otra vez.
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