LUCES Y SOMBRAS
I. Luces
Hace tiempo que mis ojos sienten y mis manos hablan con cada letra sellada; acariciando las palabras que brotan de la alegría o la esperanza.
Amapola silvestre
Livianos pétalos
descarnados al rojo vivo
derraman gotas de sangre
en los suelos baldíos
que alguien
dejó caer en olvido.
En tanto…
El viento…
se divierte contigo:
sacude tus migas
y dobla en tu tallo erguido
un mantel de seda
donde las abejas se alimentan
con el polen sustraído.
Eres la mala hierba de un buen sueño,
la mata sin huerto
la que brota del adusto tempero,
cual bandera hirsuta
alzada en tulipán de fuego.
¡Pobre Amapola sonrojada!
Austera vida llevas sin apenas agua,
y nunca te quejas por nada.
¡Muéstranos tu entereza
y llena los campos yermos
con tu esplendor escarlata!
La fábula del vencejo
En yacija de paja
se agita el cuerpo
de un cenizo vencejo
a ras del suelo.
Asustado: aletea
y serpea la maleza
con gran torpeza
sin poder alzar el vuelo.
Mientras tanto, en lo alto,
una sombra negra acecha…
Con un chirrido por canto
y hambre de carne fresca.
¡Avecilla negra en paso!
¡Corre y ponte a salvo!
Le advierte una sabina
reina magna y señera.
– ¡ Inhiesta bandera del páramo!
– responde presto el vencejo.
¡Si me acoges en tu vientre hueco:
te limpiaré de cualquier gusano!
– ¡Pasa! Avecilla de Dios.
Pero antes quiero que sepas,
que el halcón que te persigue
anida en mi cabeza;
y no es uno: son dos.
– Ayúdame entonces
a soliviar mi estéril vuelo.
¡Súbeme a tus ramas bajas
para impeler más viento
a mis pequeñas alas!
– ¡Te alcanzará!
– Prefiero morir en el intento
a intentar quedarme dentro.
No quiero ser presa y preso.
Amor mío
Me has pedido un poema.
Porque quieres oír en mi canto
la felicidad plena
de tenerte a mi lado.
No puede ser corto,
pueril o lánguido,
ni tampoco demasiado largo.
Así comienza:
“Oír tu nombre deleita mis oídos.
Pronunciarlo humedece mis labios.
Tú que embriagas mis sentidos,
y domeñas mis actos.
¡Envuelve este frágil corazón
en el tuyo amurallado!
Cielo abierto en el que reposa mi alma.
Pensamiento único
del cual mana: amor, vida y llama.
Respiro con tu cuerpo,
ya cincelado en años,
ánfora de tantos momentos
tan fielmente guardados…
¿Recuerdas cuán jóvenes eramos
la primera vez que nos besamos?
Tembló mi yo, mi universo,
con el calor de tus labios.
¡Cuánto amor y ternura desbocados!
Y aún hoy, no logro controlarlos.
Eres luz en mis noches,
refugio de montaña,
y contigo vida mía
comparto:
sueños, penas y almohada.
Fuente de mi vida
encarnada en milagro,
doy gracias a Dios
por ponerte a mi lado.
Mas el día que nos separe:
cuando llegue la muerte a mi ventana
no me despiertes con la alborada;
encastra tu pecho contra mi espalda
y recuerda en mi frió lecho,
cuánto… cuánto te amaba».
II. Sombras
Necesitan de la luz para existir, pero pocas veces nos fijamos en ellas. Menospreciadas y en ocasiones pisoteadas, son el reflejo vacío de nuestras almas.
Muerto en vida
Un llanto seco de lágrimas
socavan mi alma
enjugadas con papel de lija
y cinta mordaza.
¿Por qué lo hiciste?
¿Por qué no dijiste nada?
Tu salto al vacío
no fue noticia televisada,
ni tan siquiera comentada.
Sí calló algunas bocas…
pero pocas.
Menos de las que tú pensabas.
Orquídea agostada
por un ERE sin dueño,
sin más explicación
que, dónde dije digo
digo Diego.
Trizaste tu espejo
con gran dolor y saña
y nunca supiste
quién te engañaba.
Misterio silente derramado en sangre.
¡Dejas más sufrimiento del que te llevaste!
Mas las lluvias, con cada primavera,
han lavado con olvido, tu salto al vacío,
y ya muy pocos lo recuerdan.
Castellano viejo, noble y sincero.
Perdona la tibieza del compañero.
Y deja correr el agua…
viejo amigo del alma.
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