Jadeos al ritmo de un jazz improvisado.

Jadeos al ritmo de un jazz improvisado.

A falta de musas te imagino.

Te imagino en tardes frías de manta y películas coñazo,

pero conmigo.

Te imagino en pijama,

y con calcetines gordos dándome patadas.

Haciéndote hueco en el sofá,

haciéndote grande hasta que te abrazo y,

teniéndote inmovilizada,

las cosquillas en tu cintura hacen que caigas rendida.

Parece que voy ganando,

pero tú nunca te rindes y contraatacas besándome el cuello.

Vas fuerte…

Me paralizan tus cabellos,

tus piernas que me enredan,

y tus dientes que me muerden el labio,

impidiendo así que pida auxilio.

Está bien, tú ganas…

¡Me rindo!

Abandono el sofá y soy condenado al exilio.

Tú te confías mientras me levanto,

pero soy un miserable tramposo que te ha engañado.

Te alzo,

y te digo que en la guerra y el amor todo vale.

Quiero besarte, pero no me sale.

Mis labios están ocupados mordiendo tus hombros,

y tú quieres dejarte atrapar para ser parte de mis escombros.

Yo voy ganando por ahora.

Tu espalda contra la alfombra,

mi pecho fundiéndose en el tuyo,

mis manos…

Mis manos caen por un precipicio

y van bajando cada vez más y más,

hasta llegar a tus muslos.

Sin saber cómo,

nuestros ropajes yacen en el suelo,

pero no te preocupes,

nuestros cuerpos se abrigan.

Te rehaces y acabas encima de mí.

Y dejas que vuele mi mente tomando posturas ambiguas…

No sé lo que quieres,

pero creo intuir que tu sexo y el mío, sí.

Empiezan a tener un mismo objetivo.

Ya no hay nada frío,

y está todo muy vivo.

Como si todo estuviera guionizado,

se van cumpliendo tus perversiones una a una,

y dejas las mías para la próxima.

Hay un clima espeso en el salón.

Densidad.

El vaho ataca las ventanas,

y gritas que me amas

al ritmo del baile de caderas.

Dímelo otra vez,

di que me amas de veras.

Jadeas al ritmo de un jazz improvisado,

mientras el hipocentro de tu volcán tiembla

haciendo que tu volcán escupa lava.

Y yo pierdo fuerzas a pasos agigantados,

mientras mi géiser expulsa su agua

y apacigua el calor de tu erupción…

El contraste de nuestras temperaturas

llenó de vapor la sala,

y ambos, tirados en el suelo,

mirándonos las caras,

estamos en el mismo cielo.

Nos besamos sabiendo que la historia está acabada,

que nuestra película será siempre infinitamente mejor que las televisadas.

Y te digo que te quiero.

Y me dices que encantada.

Nos abrazamos largo y tendido

hasta que me pides que me marche.

Me visto y te sonrío,

y salgo por la puerta,

sin fuerzas por el machaque.

Hasta la próxima, amor.

En la siguiente tocará cumplir mi perversión.

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