Tiempos de verdor y otros textos

Tiempos de verdor y otros textos

Abril Dephaní

03/09/2017

Mundo extraño

Es un mundo extraño, un mundo paralelo, donde los ojos no ven la realidad y donde quien reina es la muerte. Visiones rigurosas, imágenes en rojo, paisajes de fuego, laberinto tras laberinto recorrido con el miedo en los pies y la fe en el suelo; mis manos abrazan la vida, protegen su frágil corazón, el caos no termina. Se detiene la fluidez del alma, la constancia del latido y de la sangre; me derrito en la tibia esfera delgada de tortura y desfallecimiento, y mis ojos no son míos, todo se confunde. Se descifra ante mí la gigantesca construcción milenaria partida en células diminutas delicadas al viento que las devora, pero no estoy sola; las ventanas crujen y ellos gritan, los pasos se acercan y ellos tiemblan, la sombra se dibuja y ellos caen, los ojos buscan y ellos lloran. Todo es resistencia, sostén; los anunciantes han hablado en nuestra piel. Enviados por voces que conocemos, llegados desde las alturas de la abstracción han recorrido los campos prohibidos, las aguas peligrosas, los valles sin fin; el río de sangre que desemboca en el refugio del secreto, en la casa de paredes transparentes al tacto de la mirada, en que habitan un par de ojos invisibles que gritan y gritan, y nunca dicen nada.

La solución

Es una mañana como todas, oscura y fría, nublada; sin ganas de levantarme me levanto llorando, gritando en silencio. El mundo sigue variado, entre los felices estorbando los infelices, los pobres dando lástima a nadie, los ricos pudriéndose en su mierda. Todo disimulando. Miradas desconocidas esperando morir sin saberlo, dentro: el infierno, la destrucción y tempestad; fuera: la realidad serena del cuerpo llagado, hipocresía hasta en la verdad inexistente y conceptual, compasión, palabras de podrida fe y consuelo que no sirve de nada. La sumisión, sumida e idiota, el pez cenagoso aferrado, caliente, concupiscente, el rizo apretado, arpía seca, la soez homofonía de la “I” y de la “igriega”, lo ignorante, patético, estorbo de ambas, de todos. Cualquier idiota puede vivir aquí, se requiere solamente ser tan estúpido como para creer que «hay». El día no aclarece, llueve, nieva. El olor nauseabundo del mundo no logra subsumir la infernal peste de los seres divinos con plantas de fuego. A morir, a vivir, a la… ¡Cuánto me hieren! Ratas malditas hijas del vómito, de la perdición, perro castrado repleto de basura, de pulgas. Ríos de hedor ¡Arrástralos a todos, llévatelos a perder y que jamás regresen! Pero qué digo, nada pasará, río absurdo, no vendrás hoy y yo no puedo esperar para no verlos, tengo mis manos, tengo mis dientes. Nada será más hermoso que la soledad ¡mi soledad! Te vas, pero no han venido y no sé cuándo vendrán para arrastrarte con sus garras, para arrastrarte hasta sangrar. Muérdelos oscuridad, devóralos, deshazlos con tu sangre de ácido y tu saliva hirviente ¡Hazlo, por mi salvación! Porque mis manos no tomen el placer de hacerlo. La sangre manará, manchará el lugar, el aliento decaerá, y la tinta roja fluirá con rapidez. Les abriré la boca y sacaré sus corazones, para que lloren, para que griten y desaparezcan, para que mueran para siempre, para que nunca vuelvan. Pieles en mis uñas, desde la más frágil hasta el cuero más recio, lágrimas en mis ojos, órganos flotando y gritos de dolor meciendo las almas, aguardando a los sueños, el crujir de huesos rotos, hechos pedazos, cenizas, hechos nada, nada. Unas tijeras serían buenas, un hacha, un martillo, una sierra… ¡No! nada mejor que mis manos, que mis dedos deslizándose por sus rostros suplicantes, uno por uno cayendo en mi zanja “en la que ellos cavaron”. Desprender sus cabellos grasientos con fuerza, estrangularlos, deshacerlos, hacerlos pasado. Que mueran, que mueran, que se pudran, que sufran… para morir en paz. Los odio y los maldigo. Sólo yo en el mundo te digo: Ven río negruzco, ven… o voy por ti.

Cuando en silencio te miro

Que nadie diga nada

que se quede en silencio, el silencio mismo

que ni un suspiro ni el soplo del viento

fatigue este instante en que te miro

¡Por favor!

sólo este instante no quiero ruido.

Que el mundo se detenga y a tus pies caiga rendido,

mientras estén abiertos tus ojos oscuros y vivos,

mientras tu boca desciende el camino de lo bello,

de lo angelical,

del hermoso sombrío, que eres tú

¡Tú!

niebla de mi claridad.

Que nadie diga nada,

que nada irrumpa el instante de tus ojos,

el tiempo en que eres, me haces ser y jamás he sido

¡Ah! silencio danzante, callado, tranquilo,

quietud y paz.

Tus ojos son el paraíso.

Locura, demencia inagotable de mi instinto:

“Eres tú”

cuando en silencio te miro.

Espiral

Levito en el centro del espiral colorido

que mis manos crean con polvo de gis.

Desde su inicio ondula como serpiente en rededor mío,

siguiendo el ritmo del tiempo real,

mientras el denso viento alarga los pasos,

las huellas de los demás.

Con los brazos a los lados me protejo de sus ojos,

de sus manos y sonrisas, de su miedo callado;

van y vienen, tan aprisa, tan aprisa,

y somos los de siempre nunca vistos,

los de ojos ciegos y deseos divididos.

En mi espiral el tiempo se detiene,

los instantes llegan a viejos

y tienen nietos los sonidos.

Letanía

Yo hice poemas, sólo para unos ojos,

poesía sólo para una mirada.

En tiempos suaves, ligeros, “soportables”, sublimes y perfectos.

En tiempo de tus ojos, de tu rostro, de mi alma y del amor;

como el sol nace en el día, nació tu mirada en la mía,

hermosura y verdad, ligereza, lejanía.

En tiempo de tus ojos, de tu rostro, de mi alma y del amor;

como un ave vuela a su nido, voló tu mirada a la mía,

libertad de los instintos, inquietud de las jaurías.

En tiempo de tus ojos, de tu rostro, de mi alma y del amor;

como las olas bravas del mar golpean sus orillas,

golpeó tu mirada a la mía,

plenitud de las almas, hacedora de alegrías.

En tiempo de tus ojos, de tu rostro, de mi alma y del amor;

como el eclipse ciega las pupilas, cegó tu mirada a la mía,

fenómeno increíble, refugio de verdades y mentiras.

En tiempo de tus ojos, de tu rostro, de mi alma y del amor;

como la noche cubre los rincones del mundo,

cubrió tu mirada a la mía,

cobija lenta y delgada, paridora de calores,

mecedora de agonías.

En tiempo de tus ojos, de tu rostro, de mi alma y del amor;

como la lluvia llega a la tierra, llegó tu mirada a la mía,

oscuridad profunda y fresca,

guardadora del misterio de la eternidad,

poseedora del elixir de la vida.

En tiempos ásperos, pesados “insoportables”,

despreciables e imperfectos.

En tiempos de locos, de sombras, del vacío y del dolor;

por la noche, en los sueños, viene tu mirada a la mía,

en estos tiempos malditos de recuerdo y melancolía.

Fue tan sencillo

Y pensar que fue tan sencillo no amarte,

que pude esquivar el día, el instante de conocerte,

de mirarte, de quererte;

pude evitar el mencionar como lo digo como lo callo:

tu nombre, que es mi nombre ya.

Pude evitarlo.

Evitar dejar libre mi débil angustia al tiempo que te vi.

Sencillo tú, sencilla la vida hasta ese momento

que pude dejar pasar como el olvido en el viento.

¡Ah! Fue tan sencillo;

no guardar tu imagen en mis ojos,

no impregnarme de tu ser,

no acarrearte hasta mis sueños.

Pude dar la vuelta a tus manos musicales y creadoras,

a tus ojos profundos y románticos,

a tu garganta de silencio ahogado,

a tu boca de gorrión enamorado.

Pude resistirme al tormento de ti,

seguir caminando sin pensar en nada, sin creer en nadie;

alejarme de lo que eres tú que me nublas y entorpeces,

seguir en mi tratamiento desintoxicante de poesía,

olvidarte, sin haberte conocido.

Fue tan sencillo no escribir lo que hoy escribo.

Hasta que te vi, mezcla de noche y de día,

demonio con ángel, de hombre y de niño,

hasta que te vi, fue tan sencillo.

Si te vuelvo a ver

Si algún día te vuelvo a ver lloraré de felicidad,

te diré en silencio todo lo que debí decirte, y no te diré jamás,

buscaré tus ojos para perderme en ellos,

para recordarlos siempre así: distintos y vivos,

cegadores como el fuego, detentores de mi libertad.

Es que no hay nada más que tus ojos

“no hay nada más bello”.

Imaginaré que te abrazo, que me impregno de ti,

pensaré tus pensamientos, sentiré tus sentimientos,

y así, como lo viera en mis sueños, así, tan real

escucharé el latir de tu corazón

y por primera vez, mi alma vivirá,

susurraré a tu oído palabras de amor

y para entonces ya no seré la misma, para entonces seré todo,

todo lo que fui antes y después de ti,

seré tus manos, seré tus pies,

tu cabeza, tu nariz, tu boca, tu piel seré,

seré ya nada de mí y volveré nacer,

me quedaré viendo tus ojos:

los únicos que he visto como se ve al sol,

los únicos que he sabido como se sabe la nada,

los únicos que he querido como se quiere la vida y

como se quiere la muerte,

cuando uno no se refleja en los ojos del que se ama.

Después, ya nada me quedará

sólo pedir al momento que se haga eternidad,

y si la eternidad no llega, que mi vida se pierda en tu vida,

que mi día se haga oscuridad, pero que la luz de tus ojos no muera,

que no muera lo único que yo puedo amar.

A un día de mis veintidós

Soy pensamiento perpetuo, sin inicio ni fin,

inconsciencia y desmemoria,

ausencia de la ausencia,

plenitud del vacío,

soy antes del después y después del inicio.

Aún no nazco, mis ojos no conocen la luz,

ni mi piel el viento,

estoy en la burbuja de agua perfecta,

flotando en la preexistencia

de mi presencia siempre presente,

la luz y el viento han llegado, suena el ritmo,

he caído al mundo de la duda y los conceptos,

del olvido del alma y del peso del cuerpo,

estoy empezando a morir.

Ya van tres saltando la línea,

la silla de piedra blanca.

Ahora siendo aquí

me revuelco en los pantanos,

me disuelvo en el ácido

y el recuerdo se une con el sueño

y el sueño se hace palabra;

estoy aquí, sin nada y sin nadie,

sola yo, sola con mi alma,

me alejo y me acerco simultáneamente,

me alejo de mis talones,

me acerco a mis puntas

y lloro tras la ventana de mis adioses

y le canto a las edades y a las lunas,

soy como un día en el ciclo,

nada me puede salvar de la noche,

espero mi fin;

un día más es uno menos,

todo es eterno y constante,

excepto los cuerpos,

todo es para siempre,

la tierra, los suelos, esos a donde vamos,

el pensamiento de que procedemos.

Ya pasé la línea,

amanece y es otro día,

amanece y es otro más,

amanece, no cambia mi voz,

estuve a un día de hoy,

a un día de mis veintidós.

Pensar en frío

Pensar en frío, en invierno pleno de la mente, sin climas cálidos, sin sentimiento alguno. Así pensando, todo carece de sentido, las caras se vuelven soportables y hasta irrisorias, pensar que la vida es inútil ante la desesperación, ante las repeticiones y demencias sin estructura que me taladran, que me desmenuzan. Un respiro, un suspiro leve y prolongado, un mover de dedos a lo largo del teclado, eso me distrae, me envuelve como a los locos los envuelven sus camisas, como las patadas calman a los perros. Sólo un poco, sólo por un tiempo, es pasajero el ímpetu, de donde venga, es pasajero. Y sus pasos son gritos, y sus huellas recuerdos, arrepentimiento, dolor de cabeza, absurdos deseos, como el de nunca morir, o haber nacido parte del viento, para pensar en frío, para no decir ésto.

No es nostalgia

No es nostalgia lo que me hace llorar, esto se ha vuelto costumbre de mis ojos, no ven como debieran, pero lloran como Magdalenas, por el frío o la lluvia, aun sin motivo, se sueltan a mojar mi cara y a teñirla de rojo pálido, después todo se humedece y no deseo más que olvidar como se olvida lo que no se conoce, me arrincono en un trocito de luz o en una chispa de sombra, hasta que no soy, hasta que no estoy sino pegada a esas formas, flaqueo, soy débil, y sigo sumergida como un recuerdo lejano, como piedra en un pozo con agua límpida, y tristeo con los ojos y me enojo con la risa. Nada vale cada instante de infortunio si sólo sirve cuando está mojado.

¡Ah Bellísimo de ti!

¡Ah Bellísimo de ti!

te observo nuevamente

y tu nariz perfecta me dice quién eres,

tus labios descansados de besar

se entreabren como la vida al viviente,

atrapados y fijos tus hermosos dientes

saben decir la verdad, sinceramente,

hablan sin hablar

¡Ah Bellísimo de ti, cuánto te recuerdo!

el humo de tu sombra, el rojo de tu pelo,

la sin igual caída de tu mentón,

tu mejilla sin color, el feto de tu oreja.

Te presiento presente, real, erguido,

Samano,

el cuello y la mano,

el ojo, el lunar,

desvanecer zigzagueante unido a tu cuero

¡Por ser zigzagueante me muero!

¡Háblame bellísimo!

háblame de tu cuello acalorado, prisionero,

háblame sin voces, como cuando estabas muerto,

háblame sin letras, sin estorbos,

en mi idioma habla, el idioma de los tontos.

Háblame y dime a diario que yo te quiero,

háblame y recuérdame con tu voz silenciosa

que te recuerdo.

Háblame con tus ojos,

sin más palabra que su ardor y su niebla,

sin más nada que la eternidad.

Háblame hasta que no te escuche,

hasta que tu pupila esté en mi cenit,

y yo desaparezca entre silencios de tu voz,

entre silencios de ti.

¡Háblame!

¡Háblame!

¡Ah!… Bellísimo de ti.

Tan cerca de mí

Por lo que a mí respecta ¿Qué puedo decir?

te sigo mirando mientras no estás aquí,

porque la mirada abrazó tu presencia,

la materia que fuiste, la realidad que eras,

la idea en que te has convertido,

porque la mirada atrapó tu esencia,

el olor del clavel, la cicatriz en tu mejilla,

inmóvil, callada, feliz en tu piel.

Si a cada instante se va formando el pasado

y las pupilas con que miramos se llenan de gris

¿Por qué entonces te sigo mirando?

¿Por qué entonces, tu presencia sigue en mí,

más que yo misma?

quizá fuiste más de lo que soy ahora.

Dime tú, ¿Qué puedo decir?

si no estás en ningún sitio, pensamiento o persona;

durante mucho tiempo eres inexistente,

en eternidades eres nada

y te pierdes en silencios prolongados,

continuos, permanentes, a mil cielos de aquí;

sin embargo sigues presente,

tan cerca, tan cerca de mí.

Yo constante te busco

Yo constante te busco,

yo busco tus ojos hermosos,

divinos, constantes;

te encuentro en la noche entre las sombras de mi andar

y las congojas de mi ser;

yo busco la risa de tu boca,

la busco en tu boca de labios sublimes,

delgados labios que siento lejanos, distantes de mí;

constante te busco en el pasado y en el presente

que pasa constante sin tenerte a ti;

se esconde tu imagen, tu presencia,

se esconden constantes de mí;

te escondes lejano entre la miseria del tiempo

que constante es miserable porque no te encuentro.

Cómo vivir

Cómo vivir sin hablarme a solas de ti,

vivir sin decirte nada, sin mirar tus ojos,

vivir pudriéndome cada día el alma,

acorralando un pasado agonizante,

que aunque en conserva, se escapa.

Cómo vivir sabiéndote lejos,

vivir abrazada a la muerte,

vivir ermitaña, aislada, perdida,

enterrada bajo espinas de silencio,

silencio que grita, que calla, que olvida.

Cómo vivir sin sentirme agotada,

agotada de mi presencia,

de mi estúpida de mí que te piensa.

Cómo vivir sin sentir el temor,

el temor de mis dedos,

de mis manos que escriben cadáveres,

absurdos, nefastos cadáveres,

porque sienten que se va la vida,

porque siento que te pierdo, al acabarse la tinta…

Entre el cielo y el mar

Entre el cielo y el mar, lentamente,

llega el ciclo de la iluminación,

estrellas, agua, reflejo,

azul en estado fetal, que más tarde

cuelga del árbol marino,

y madura sereno.

El color viejo cae,

Y todo anochece.

Tiempo de mis años

Tiempo de mis años, háblame de mi historia, de los cuentos de mis pasos, quiero saber de mí, de lo que soy, derríteme en el calor de tu mano y déjame en suspenso por unos segundos, hazme suspiro de tu pecho, hazme beso de tu boca, pensamiento de tu mente, recuerdo de tu memoria, tiempo de mis años, que todo sea mentira, que nada sea en vano.

Siempre que quieras

Siempre que quieras puedes venir, yo te espero a todas horas, cuando estoy aquí y cuando no, cuando pienso en ti y cuando te olvido, no pidas permiso ¡Sorpréndeme!, quédate en mi espalda, pero callado, para que te sienta.

Empiezo a nacer

Empiezo a nacer cuando abro mis ojos

y cada día un susurro en mi oído:

¡El sol me llama!

Estoy atenta a todo rayo en mi mano,

estoy atenta a toda luz en mi piel,

a sanar sólo por hoy la herida de ayer;

si al primer paso que doy

se queda la huella prendida a la tierra, prendida a mis pies,

soñaré entonces que mi mundo sueña

con verme a mí misma, mañana otra vez,

me sentiré más viva que nunca,

cerraré mis ojos y echaré a volar,

pensaré que el alma ha salido de la cárcel que es mi cuerpo

y toda yo seré un suspiro,

un suspiro nada más.

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