Un vientre desierto, húmedo de entrega,
anclado a un cuerpo exangüe que detesta.
Alivio a la indolencia ajena encuentra
cuando puntea adentro y devuelve su condena.
El peso de sus actos, la reduce a quimeras,
mientras crece el agravio que se inyecta.
La ajada piel de la postrera que se acerca
no consigue detener la impertérrita sentencia.
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